tú y yo somos tres

Maquillando a 'clementina'

FERRAN MONEGAL

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Si hubiera sensatez e inteligencia en el Gobierno deRajoyya habrían fichado aJordi Évolehace tiempo. Este periodista lleva mostrando, destapando, en su programaSalvadosde La Sexta -y solo en esta temporada, solo desde septiembre- un colosal rosario de problemas, martingalas y despropósitos que están enquistados en España, lastrando al país y empobreciéndolo todavía más de lo que está. Desde el sonrojante gasto en armamento hasta el agujero que unos chorizos de cuello blanco han dejado en bancos y cajas de ahorros. Desde los estragos que ha causado el insensato fomento de la burbuja inmobiliaria hasta el oligopolio de los cuatro listos que manejan la energía eléctrica. Desde el insoportablecafé para todos a granel, hasta el nepotismo de ladedocraciaen los asesores de comunidades, ayuntamientos y administraciones. ¡Ah! Ha tocadoÉvole tantos palos, ha profundizado en tantos sectores que su conocimiento abarca al Consejo de Ministros al completo. O sea, que su papel en el Gobierno, como vigilante y corrector de disparates, sería de una colosal eficiencia.

Esta semana ha tocado el sonrojante y vergonzoso tema de los alimentos. Media humanidad se muere de hambre -España incluida- y no obstante se tiran millones de toneladas de comida todos los días por pura cuestión estética. Lo que nos ha enseñadoÉvoleclama al cielo. Un productor de cítricos, especialista en clementinas, le contó que tiran o destruyen entre el 20% y el 30% de su producción porque no se ajusta a los cánones estéticos que imperan en el mercado. Y lo que queda, lo que se vende, debe ser sometido previamente a una operación de maquillaje. A saber: ducha de vapor de gas etileno para uniformizar el color, cepillado para sacar brillo, encerado para dar apariencia de tersura, control estricto de tamaño de cada pieza para que todas sean iguales... ¡Ah! El proceso de maquillaje de la clementina nos ha parecido pura obscenidad. Y ha sido aleccionadora la clase magistral que nos ha ofrecido una de las directoras de la cadena de supermercados Consum, que ha advertido claramente que somos nosotros, los clientes, los que les obligamos a esta dictadura estética: si ellos compran piezas con el más mínimo defecto en la aparencia, se quedan en el estante, sin vender.

Me he quedado sin espacio para hablarles de la pesca y de la hipocresía de los cupos europeos. Es una vergüenza todavía superior.