CRÓNICA

Las verdades del loco

La Villarroel se rinde a una joya del grupo argentino Banfield Teatro Ensamble

JOSÉ CARLOS SORRIBES
BARCELONA

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Delunder (circuito alternativo, alternativo) bonaerense han llegado auténticas joyas a la cartelera catalana como fueLa omisión de la familia Coleman, de Claudio Tolcachir. También en el siempre fértil para el teatro entorno familiar se ubicaEl loco y la camisa, de Nelson Valente, el líder de Banfield Teatro Ensamble, una compañía en su caso de la provincia de Buenos Aires.

No se trata de una pieza nueva y sorprende que con su paso por el festival Ulls de BCN y por la Nau Ivanow en el 2011 no se acelerara su exhibición en un teatro como, por ejemplo, La Villarroel. Allí ha recalado esta semana en su segundo horario estival, tras triunfar en el Festival Internacional de Teatro de Tarragona, y se despide este domingo (avisados quedan). El jueves, día de su estreno, puso al público en pie en la sala del grupo Focus.

ÁCIDO RETRATO FAMILIAR /El loco y la camisaes una pieza sobresaliente en toda regla. En poco más de una hora despliega un ácido retrato familiar, con mucho más motivos para llorar que para reír, en el que planean la violencia doméstica, la infidelidad, la hipocresía, una terrible desesperanza y la locura. Un universo que se va caldeando y en el que las verdades solo saldrán, al final, de la boca de su personaje más débil, en teoría, y protegido: Beto, el loco del título. Es el hijo en tratamiento psiquiátrico de una pareja humilde, cuya hija invita a cenar a su novio, un pijo porteño que provoca grima solo verlo. Quizá ese trazo de personaje está demasiado estereotipado.

Nelson Valente escribe con la misma precisión que dirige. Agudeza y contundencia se aúnan en una forma magistral de dibujar las situaciones, como la que abre la obra con el diálogo de un matrimonio que ya vemos agotado: ella intenta explicarle, mientras plancha, a su marido las últimas noticias sobre la salud de su suegra; él ni la escucha: pendiente de leer el diario y del estado de su mate. Todo se rompe al irrumpir en escena el hijo pistola en mano. El disparo al techo abre el fuego cruzado.

A partir de ahí se suceden las situaciones cómicas, pero poco a poco se destapa un negrísimo mar de fondo con el efecto de un tsunami. Con dos sillones, un sofá, una mesa y tres sillas, construye Valente una imaginativa y dinámica puesta en escena. Eso sí, con cinco actores argentinos magníficos, una vez más, que desprenden verdad y ninguna impostura en cada uno de sus gestos. Solo una causa de fuerza mayor debería impedir que algún teatro barcelonés no ofrezcaEl loco y la camisala próxima temporada.