ENTREVISTA

Juanra Bonet: «Tengo suerte: las grandes cadenas han confiado en que yo les sería útil»

El actor y presentador es el maestro de ceremonias del concurso 'Boom!' de Antena 3

JUANRA BONET

JUANRA BONET / ALBERT BERTRAN

INÉS ÁLVAREZ / BARCELONA

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Puede presumir de haber presentado programas de culto, como ‘Caiga quien caiga’ (etapa de Tele 5) y 'El intermedio' (La Sexta), donde sustituyó nada menos que a Gran Wyoming. Y es que Juanra Bonet (Barcelona, 1974) es, profesionalmente hablando, muy atrevido: piensa que lo único que le puede pasar ante un gran reto es aprender algo. En ‘Lo sabe, no lo sabe’ (Cuatro) lo hizo: a seducir. Ahora, se pringa (en sentido estricto) con los concursantes de ‘Boom!’ (Antena 3) y hasta hace muy poco presentaba ‘El Mundo Today’ en ‘El último mono’.

–Se le ha visto pluriempleado. 

–Monoempleado. Porque estoy empleado por Atresmedia y ellos me emplean en Boom! y, hasta hace poco, en ‘El último mono’, el late de Manu Sánchez. Por eso, de alguna manera, estaba monoempleado.

–¿Su contrato con la cadena es para varios proyectos? 

–Sí. Y estoy muy contento con los programas que me han propuesto, y de que Atresmedia haya contado conmigo. Tengo mucha suerte, porque en algún momento las grandes cadenas han confiado en que yo pudiera serles útil. Prácticamente, todas. Me siento un privilegiado en ese aspecto totalmente.

–Ahora ya ha acabado, pero ¿cómo su colaboración en el ‘El último mono’? 

-El Mundo Today era una sección fija y una obsesión que tenía desde hace cuatro o cinco años, desde que conocí a Xavi Puig y Kike García, a raíz de leer su blog. Estaba obsesionado con probar esto en la tele.

–A la radio lo llevaron hace años. 

-Sí, cuatro. Lo pasamos muy bien en la SER. Luego, pasamos a hacer una sección con Carles Francino y Toni Martínez en La ventana. Estamos comodísimos, encantadísimos; nos miman... También tuvimos programa propio un par de años y después, por fin, logramos engañar a alguien para saltar a la tele. Porque creo que no hay directivo ni productora que no haya oído alguna vez la cantinela: «Por favor, ¿podemos probar 'El Mundo Today'? Aunque sean cinco minutitos». Y en esta ocasión, Atresmedia y la productora de Manu Sánchez, 16 Escalones, estuvieron de acuerdo.

–Ha hecho muchas cosas, pero ese informativo es su niño mimado. 

–Para mí, como empecé en esto como groupie de los creadores de 'El Mundo Today', es algo muy especial. Siempre he sido muy fan, y haber conseguido aportar algo a mis ídolos de internet es apasionante. Es como si participara en el vídeoclip de un grupo de música que me fascina. Para mí, es lo más. Además, el género a mí me encanta: el falso documental, el ‘mockumentary’, me flipa. Es ficción, no sátira política.

–¿No le daba miedo ese salto a la tele? No siempre funciona... 

–No tenía ningún miedo. Primero, porque nos sentimos muy cuidados por la cadena. Nos dijeron que fuera una sección muy cortita, de cinco o seis minutos, y estábamos muy protegidos, tanto por la cadena como por el programa que nos acogía. Estábamos tranquilos: podíamos dedicarnos a hacer la sección como nos gustaba, a nivel artesanal. En la tele, muy pocas veces he podido decir que hemos hecho algo así.

–¿Tan artesano? 

–Para que vea lo artesanal que era, el mes pasado grabábamos piezas exteriores en la calle y la gente nos preguntaba de qué escuela de cine éramos. Eso quiere decir dos cosas: una, que es artesanal, y dos, que aparentamos menos edad.

–Lo han convertido incluso en espectáculo teatral. 

–Sí, lo llevamos al Cinema Maldà en abril y mayo. Y la verdad es que ha funcionado. Nos vinieron a ver nuestros radicales, nuestros hooligans. Pero es muy bonito, porque el hecho de que alguien que lee gratis por internet ‘El Mundo Today’ se tome la molestia de comprar una entrada, coger el metro, buscar a alguien para dejar a los niños y pagarse la cena... Y ahora que la gente nos habrá descubierto en la tele, habrá visto que es un mundo muy divertido, que es comedia y que es un producto diferente.

–¿Es muy distinto el consumidor de radio al de tele? 

–No lo sé, la verdad. No sé tanto. [Ríe]

–¿Quizá es más fiel el oyente de radio que el telespectador? 

–No lo sé; como la radio suele hacer más compañía... En el caso de la tele, te sientas y a ver qué te ofrece. Entonces te vuelves más selectivo, más especialito. Coges el mando y, como un dios, vas subiendo y bajando canales, y dices: «Te condeno, y a ti no, a ti te salvo y te veo». Por eso, la tele muchas veces ofrece sacrificios al espectador, como los antiguos dioses. Está llena de vírgenes sacrificadas, de carneros abiertos en canal para que los dioses, que están en sus casas, te salven.

–¿Y en la radio, eso no pasa? 

–De la radio esperas que esté contigo en el coche, mientras haces cosas en casa... Quizá el oyente de radio es una persona más romántica. Yo, cuando pongo la tele, también juego a ser un dios y condeno al paro o al éxito a un montón de personas. De la radio espero que me seduzca.

–La realidad ya es muy surrealista a veces. ¿Cómo consiguen que la suya, la de ‘El Mundo Today’ lo sea aún más? 

–No lo conseguimos. Es más, ninguna ficción puede superar a la realidad, porque esta no está sujeta a normas. En la vida real te suena el teléfono y te puede cambiar la vida para siempre; sin embargo, en una ficción, si eso pasa, se dice que no es coherente, que es una patillada. Pero el éxito de ‘El Mundo Today’ es que Xavi y Kike son muy inteligentes, brillantes; siempre dan un punto de vista que no se le ha ocurrido a nadie. Yo colaboro de vez en cuando, pero los cocos son ellos. Los creadores.

–Usted impresionaba en esa sección de ‘El último mono’, tan trajeado y serio... 

–Parte de la gracia de El Mundo Today es el tono. De hecho, lo hacía yo, porque Matías Prats hubiera dicho que no. Pero lo más bonito hubiera sido coger a Matías, Susanna Griso o Ana Pastor. Nos gustaba eso de vender un informativo totalmente loco desde el rigor y la credibilidad.

–Lleva varios meses en el concurso Boom!. ¿Cuál es el balance? 

–Espectacular. Es un concurso que no ha dejado de cambiar desde el primer día. La cadena ha estado muy encima, pero lo ha respetado. No ha parado de crecer, y lo ha hecho de una manera que a mí me da tranquilidad: muy poquito a poco. Primero, 1.000; luego, 10.000 más; luego, 20.000 más... Ver que vamos subiendo y que no es un diente de sierra, sino una curvita ascendente... Es que los concursos tienen algo de radio. Este, en concreto, te hace mucha compañía de ocho a nueve. Hay franjas de televisión que pueden ser muy radiofónicas.

–En A-3 TV ocupa la de Carlos Sobera. Si ha sido capaz de sustituir a Gran Wyoming, tampoco le habrá dado miedo coger su testigo. 

-Si me diera miedo eso, no hubiera hecho nada. Cuando me preguntaron si quería hacer los viernes de Wyoming, pensé: «Lo peor que me puede pasar es que aprenda algo». Y es muy irresponsable rechazarlo: dejaría muy mal a mis jefes.

–¿Qué tiene 'Boom!' que no tengan otros concursos? 

–Algo que le gusta mucho a los niños: el hecho de descartar cables de colores, que haya explosiones y que haya adultos manchados. Por lo demás, son preguntas y respuestas, y el dispositivo aquí es la bomba. Y, luego, claro está, el programa se preocupa de buscar concursantes listos, simpáticos y con ganas de jugar. Yo hago de maestro de ceremonias y me ocupo de que sea ágil.

–Como los concursantes repiten, les irá cogiendo cariño... 

-Sí, vas empatizando con ellos. Yo no me he encontrado con gente con la que no me supiera relacionar. Pero, claro, tengo escuela.

–¿Tanto empatiza que se deja pringar cuando la bomba explota o es que no se aparta a tiempo? 

–Me gusta estar implicado del todo. Y, a veces, patino con alguna pregunta porque, mientras leo, estoy jugando yo. Es que las preguntas no me las sé; no me las leo, no me las estudio antes del concurso, porque en cada programa igual hay 50. Por eso, muchas veces estoy leyendo y jugando. Me implico... y, entonces, explota la bomba... y, en la posición en la que estoy, acabo pringado.

–¿De niño, le gustaban las películas de cables y bombas? 

–Sí. He llegado a tener un juego de electrónica. Me encantaban las pilas y los relés. Cuando descubrí el destornillador, mi madre tembló: solo quería desenroscar cosas. Desmonté el tocadiscos de mi padre y me llevé una gran decepción: solo era un plástico y una goma.

–Se ve que triunfan los concursos donde se tortura al concursante

–Es que es muy divertido. ¿No triunfa acaso el puenting? Es una manera de darle un tiempo de emoción. Porque no es lo mismo responder en una silla que en una plataforma inestable. No solo se ponen a prueba tus conocimientos, también tu calma. Le da mucha diversión.

–¿Que te vean cayéndote por una trampilla o pringándote no puede ser humillante? Desde luego, no tienen miedo al ridículo... 

–Es que vienen a jugar. Pero no creo que, de ninguna manera, hagan el ridículo. Es como cuando en verano haces una pelea de globos de agua.

–En la tele les ve mucha gente... 

–Pero te manchas un poco y ya está. Es gente que tiene un punto de generosidad y de simpatía. Algunos dicen: «Mi hijo dice que tengo que fallar al menos una pregunta para poder ver cómo me explota».

–¿Cree que habría que rescatar el programa 'Caiga quien caiga'? 

–Nunca está de más un 'CQC' en la tele. Si alguien considerara que es rentable, ya lo habría hecho. Si no ha sido así, no es porque no apetezca.

–¿A usted le apetecería volver a trabajar en él? 

–A mí , no. Es que no me gusta pensar en qué pasará mañana. Uno de los grandes males de este mundo es esta insatisfacción permanente. Tienes esto, pero mañana, ¿qué? Yo me niego a pensar en mañana. Si actualmente estoy muy bien, estoy muy considerado, me dejan trabajar... ¿cómo voy a estar deseando otra cosas? 

–Lo comprendo. Si está bailando con la más guapa... 

–Es mi más guapa. Si luego se acaba el amor y conozco a otra persona, como nos ha pasado a todos, ya se verá. Pero estar enamorado y que te pregunten: «¿La siguiente tía, cómo será?». La tele nos genera mucha ansiedad a todos.

–Ahora vive en Madrid. 

–Vengo dos o tres días por semana a Barcelona a grabar Boom!, pero el late lo hacía en directo en Madrid.

–¿Y cómo surgió eso de irse? 

–Me fui allí cuando empezó Caiga quien caiga, en el 2005. Luego vino El intermedio. Después volví a hacer teatro un añito, y luego otro... Cuando empezó Lo sabe, no lo sabe, no vivía en ningún sitio. Como estaba siempre viajando y de hoteles, no tenía ni piso de alquiler. Y cuando venía a Barcelona, iba a casa de mi madre o de mi hermana. Así estuve durante un año: con las cosas en un guardamuebles. Cuando ya funcionaba el programa, busqué un piso en Madrid para estar cerca de los jefes. Ahora tengo la vida hecha allí.

–Allí encontrará a mucho catalán. 

–Creo que tengo más amigos de fuera de Madrid que de Madrid. Pero estoy allí porque es donde hay más trabajo y más competencia.

–Y a usted, ¿qué le hace explotar? 

–Me molesta que la gente no vote. No me hace explotar, pero me molesta. Lo entiendo; de hecho, con un amigo mío, que es como un hermanito, cuando sale el tema, siempre discutimos. Porque él se indigna y no vota, y yo me indigno, y voto.

–¿También que insistan en preguntarle por el futuro? 

–Es que eso de que me pregunten por otra cuando estoy tan enamorado...