CRÓNICA
La gran odisea de Christopher
'El curiós incident del gos a mitjanit' maravilla con un sublime Pol López
La liga de las obras de la temporada teatral ya tiene un tercer integrante con El curiós incident del gos a mitjanit, que se une a El rei Lear y L'art de la comèdia. El Lliure ha vuelto a pulsar la tecla del éxito, en este caso con las garantías del grupo que lidera Julio Manrique y un superventas del 2003 como la novela de Mark Haddon. Tiene un protagonista muy especial, un adolescente autista y genio de las matemáticas, que se revela como un héroe adorable, pese a su ingenua y egoísta intransigencia. Tiende la mano al público para que le acompañe en un viaje iniciático de emotividad contagiosa y desbocada.
Christopher es un joven que siempre dice la verdad. Pero vive rodeado de una gran mentira, piadosa si se quiere, con un efecto que le descoloca por completo. A partir de su injusta implicación en la escabrosa muerte del perro de su vecina, se erige en un pequeño Sherlock que no solo descubrirá al culpable, también los secretos y mentiras de su familia.
MAGISTRAL DIRECCIÓN / El espectáculo del Lliure de Gràcia tiene tanta magia que logra que los fans de la novela tengan serias dudas sobre si quedarse con el teatro o con el libro. Y es que la puesta en escena de Manrique da alas a un material literario que abunda (igual en exceso) en el melodrama familiar. Que el director quedó atrapado con la novela es obvio y no solo porque lo ha dicho; ha cuidado el mínimo detalle de un ejercicio rebosante de talento e imaginación. La primera parte, más austera, deja tres escenas para quedarse boquiabierto: la búsqueda de Christopher de su diario perdido, el monólogo del padre en el que desvela el misterio familiar y la huida del joven.
Tras la pausa, la reanudación se convierte en una filigrana teatral. La escena del viaje y llegada de Christopher a Londres es para ponerse en pie y aplaudir. Porque el despliegue de movimiento, vídeo y metamorfosis escenográfica -con unos paneles y poco más- nada tiene que envidiar a lo que siempre nos ha maravillado de la compañía inglesa Complicité.
Si la puesta en escena impacta, los mismos elogios merecen los actores. Descubrir a Pol López ya resulta innecesario, pero el de Christopher es el papel de su vida (por ahora). Sublime y contenido trabajo con el reto añadido de estar siempre en escena y sin dejar de hablar. Le esperan todos los premios del año.
Sus compañeros le secundan sin titubeos. Ivan Benet, un actor que crece y crece, es el padre y Cristina Genebat, siempre en su sitio, la madre. Marta Marco despunta en el doble rol de profesora de educación especial y álter ego de Christopher como narradora. El resto (Mireia Aixalà, Carme Fortuny, Norbert Martínez y Xavier Ricart) se multiplican en una engrasada máquina. Con el papel agotado, la obra está llamada a una obligada reposición el próximo año.
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