CRÓNICA

La gran odisea de Christopher

'El curiós incident del gos a mitjanit' maravilla con un sublime Pol López

Pol López, en una imagen de la obra del Lliure de Gràcia.

Pol López, en una imagen de la obra del Lliure de Gràcia.

JOSÉ CARLOS SORRIBES
BARCELONA

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La liga de las obras de la temporada teatral ya tiene un tercer integrante con El curiós incident del gos a mitjanit, que se une a El rei Lear y L'art de la comèdia. El Lliure ha vuelto a pulsar la tecla del éxito, en este caso con las garantías del grupo que lidera Julio Manrique y un superventas del 2003 como la novela de Mark Haddon. Tiene un protagonista muy especial, un adolescente autista y genio de las matemáticas, que se revela como un héroe adorable, pese a su ingenua y egoísta intransigencia. Tiende la mano al público para que le acompañe en un viaje iniciático de emotividad contagiosa y desbocada.

Christopher es un joven que siempre dice la verdad. Pero vive rodeado de una gran mentira, piadosa si se quiere, con un efecto que le descoloca por completo. A partir de su injusta implicación en la escabrosa muerte del perro de su vecina, se erige en un pequeño Sherlock que no solo descubrirá al culpable, también los secretos y mentiras de su familia.

MAGISTRAL DIRECCIÓN / El espectáculo del Lliure de Gràcia tiene tanta magia que logra que los fans de la novela tengan serias dudas sobre si quedarse con el teatro o con el libro. Y es que la puesta en escena de Manrique da alas a un material literario que abunda (igual en exceso) en el melodrama familiar. Que el director quedó atrapado con la novela es obvio y no solo porque lo ha dicho; ha cuidado el mínimo detalle de un ejercicio rebosante de talento e imaginación. La primera parte, más austera, deja tres escenas para quedarse boquiabierto: la búsqueda de Christopher de su diario perdido, el monólogo del padre en el que desvela el misterio familiar y la huida del joven.

Tras la pausa, la reanudación se convierte en una filigrana teatral. La escena del viaje y llegada de Christopher a Londres es para ponerse en pie y aplaudir. Porque el despliegue de movimiento, vídeo y metamorfosis escenográfica -con unos paneles y poco más- nada tiene que envidiar a lo que siempre nos ha maravillado de la compañía inglesa Complicité.

Si la puesta en escena impacta, los mismos elogios merecen los actores. Descubrir a Pol López ya resulta innecesario, pero el de Christopher es el papel de su vida (por ahora). Sublime y contenido trabajo con el reto añadido de estar siempre en escena y sin dejar de hablar. Le esperan todos los premios del año.

Sus compañeros le secundan sin titubeos. Ivan Benet, un actor que crece y crece, es el padre y Cristina Genebat, siempre en su sitio, la madre. Marta Marco despunta en el doble rol de profesora de educación especial y álter ego de Christopher como narradora. El resto (Mireia Aixalà, Carme Fortuny, Norbert Martínez y Xavier Ricart) se multiplican en una engrasada máquina. Con el papel agotado, la obra está llamada a una obligada reposición el próximo año.