CRÓNICA. La banda de rock femenina sacudió la sala Apolo con su música sanguínea

Electrizantes Savages

JUAN MANUEL FREIRE
BARCELONA

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En disco (Silence yourself), Savages convencen. Pero en directo, simplemente, estremecen. Sus conciertos son un asalto dirigido al mismo tiempo al cerebro (letras con intríngulis, referencias cultas) y a la epidermis, pero sobre todo a la segunda.

La banda apuesta por la inmersión completa, así que coloca en las salas donde tocan unos carteles pidiendo que no se les filme ni se les haga fotos. El martes, en Apolo, en cuanto Jehnny Beth (cantante) tomó el escenario asomaron los móviles y los flases. El grupo superó con estoicismo la canción I need something new, pero en cuanto acabó llamó la atención sobre el tema.

«Nunca he visto tantos móviles en un concierto nuestro», dijo Beth, antes de pedir «menos móviles y más meneos de cabeza». Su aviso fue recibido con aplausos, pero eso no evitó (quizá alguien no entendía el inglés) seguir viendo pantallas brillantes entre el público.

Quien pusiera el modo avión disfrutaría de un auténtico despliegue de intensidad. Es bastante difícil decidir cuál de las cuatro componentes de Savages brilla más en su cometido, si la propia Beth, seductora y desafiante con tacones altos y movimientos de ninja sigiloso; la bajista Ayse Hassan, con el bajo colgando bien abajo, al estilo de Peter Hook de New Order; la batería tribal Fay Milton; o esa guitarra de tonos asesinos que es Gemma Thompson. Todas brillan.

SIN BISES / ¿Canciones? Todas. De la reptante Strife a la cruenta Hit me, pasando por I am here y su catarsis final, o esa Waiting for a sign que parece salida del segundo álbum de Portishead. También su fantástica versión del Dream baby dream de Suicide. Pero, sobre todo, una curiosamente no incluida en su álbum de debut y que cerró (no hubo bises) su concierto por todo lo alto: Fuckers, extenso tema en clave dance-punk que apunta a un posible futuro para la banda.

Vayan donde vayan, algunos estaremos ahí.