CRÓNICA

La aventurera Clara Sanabras

La cantante y multinstrumentista mostró su canto sugerente en Luz de Gas

JORDI BIANCIOTTO
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Más allá de sus aptitudes como cantante y su sofisticado multinstrumentismo, en Clara Sanabras hay una narradora que cuenta historias, y por eso no fue extraño que su presentación en Catalunya viniera de la mano del Festival de Narració Oral de Barcelona, Munt de Mots, que celebra esta semana su quinta edición. Sanabras, barcelonesa residente en Londres desde su adolescencia, protagonizó la noche de apertura, el lunes en Luz de Gas, con una cata de sus artes, aventureras, literarias y con un punto de magia, que dejaron ganas de más.

Le gustan los instrumentos «cuanto más raros, mejor», como anunció la presentadora, Cristina Serrat, y se plantó en el escenario con un armonio para cantar un par de piezas de origen sefardita que han llegado hasta nuestro días por ignotos conductos. Estrofas en ladino, acompañadas, en la versión discográfica por Eliseo Parra. «Si veriyas al ratón / asentada en el kantón / Mundando sus muezizikas / Esparitendo a sus ermanikas» (Si vieras al ratón). De ahí, a la tradicional catalana Adéu, serra de Montsant y a la pieza que abre su nuevo disco, el cuarto, Scattered flight, en la que cambió la guitarra por el piano, y que enlazó con El recer del vol dispers, con texto de su bisabuelo, el poeta y músico Joan Llongueras. Canto cristalino y cierta severidad emocional.

FANTASÍA Y REALIDAD / Clara Sanabras es folkie sin ser folclorista; vaporosa sin el artificio new age de una Enya; peliculera con más sustancia de Loreena McKennitt, y un poco mística sin la afectación de Lisa Gerrard. Su música es sugerente, poética y evoca realidades paralelas sin dejar de tener un pie en este mundo. En su breve pase de Luz de Gas renunció a recorrer su repertorio más latino, y su Havanera del comiat, pero sí que exaltó los ánimos con una libre adaptación final del canto republicano El paso del Ebro (más conocido como Ay, Carmela), que la mostró más terrenal y guerrillera. Aún en su desnudez instrumental, invitó a sospechar que es especial, impresión que, quizá, se reafirme cuando ofrezca un recital más amplio y con su grupo.