Anna Sahun: «'La Riera' me ha permitido una organización sencilla de mi vida»

La actriz da vida a la ambiciosa Lídia en la serie de sobremesa de TV-3

ANNA SAHUN

ANNA SAHUN / periodico

INÉS ÁLVAREZ / BARCELONA

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(Entrevista publicada el 25 de abril del 2015 en el suplemento 'Teletodo')

Aunque ya había participado en un par de obras de teatro y en la película 'Les hores del dia', el público catalán la descubrió en la serie de Joel Joan' Porca Misèria', allá por el 2004. En ella daba vida a Laia, una bióloga bastante metepatas. Desde hace cinco años anda metida en la piel de la ambiciosa Lídia, en 'La Riera', de la que se despoja sin problemas cuando acaba el rodaje y ejerce de madre. Cuando se realizó esta entrevista, hacía cuatro días (literal) que acababa de cumplir 40 años. La edad dice no preocuparle.

–¿Qué deseo ha pedido al soplar las velas? ¿Seguir como está?

–Yo espero que el futuro en general, no solo el profesional, me vaya sorprendiendo. No espero una cosa muy concreta. Vivo mucho el día a día y tampoco me dejo deslumbrar. Valoro lo que hago, que me apasiona, pero también mi familia, sobre todo. Aunque mi trabajo no es muy compatible con la familia, porque pasas muchos fines de semana fuera… Sencillamente deseo seguir viviendo de esto, porque hasta ahora he podido, y dejarme sorprender.

–¿Una serie de este tipo da una impensable estabilidad al actor?

–Es cierto que 'La Riera' me ha cogido en un momento en el que he disfrutado mucho de las niñas. Tengo dos, de 5 y 3 años. Cuando me propusieron la serie, la idea era para dos años como mucho.

–Y ya llevan más de cinco.

–Sí. Justo la edad de mi hija mayor. En este sentido, la estabilidad que me ha estado dando me ha ido muy bien estos años que he tenido niñas pequeñas. Así las he podido disfrutar mucho, porque las podía ir a recoger a la escuela y pasar la tarde con ellas. En el teatro, claro, los ensayos normalmente acostumbran a ser más de tarde –aunque ahora eso está cambiando– y las funciones, de noche. Por eso estoy muy contenta de hacer una serie como La Riera en una época como esta en la que me ha pillado.

–¿El rodaje es por las mañanas?

–Mayoritariamente. De lunes a viernes. A excepción de alguna tarde y algunos exteriores de noche... Aunque, en invierno, a partir de las seis ya se puede rodar. La verdad es que me ha permitido una organización bastante sencilla de mi vida.

–¿Y si dura como 'Cuéntame...'?

–Es muy difícil. Yo no veo que 'La Riera' dure 15 años. Es un producto que ha tenido mucho jugo y hay muchas tramas que aún tienen mucho por explotar. Pero no me veo ahí 10 años más. Porque se tienen que hacer otras cosas; apostar por nuevas series... No podemos cansar a la gente de esa manera. Yo no me quiero hacer la pesada.

–En TV-3 alguna ha durado eso.

–Sí, pero se iban turnando y cambiando los personajes. En La Riera, hay muchos que son bastante fijos: el núcleo familiar de los Riera Guitart son los cuatro hermanos y la madre, y luego están las tramas de Batlló y Lídia. A la larga, se le debería buscar un buen final y acabarla sin que la gente se hubiera cansado aún. Que no se enquiste, porque son ganas de hacer un récord.

–Llevan más de 1.000 capítulos.

–Sí. Le sabrán encontrar el momento justo para acabarla bien arriba.

–En el fondo es un culebrón, ¿no?

–Todas las series del mediodía lo son, porque todos los conflictos se explican y reexplican durante la semana para que la gente no se pierda y vaya entendiendo en dos frases qué pasa. A los actores nos gustaría hacer una escena la mitad de larga, con más silencios, más interpretación, pero, claro, eso no sirve para un resumen. A nivel de guion es un trabajo muy duro. ¡Y menuda calidad que tiene la serie para el tiempo que le pueden dedicar a escribirla!

–¿Por eso gusta tanto?

–Gusta, creo yo, porque toca aspectos en los que la gente se puede identificar o, incluso, cosas que parecen poco reales, que en la vida no pasan, como que alguien mate a alguien o haga chantaje y no vaya a la cárcel. Y también gusta que haya gente con un nivel adquisitivo alto, que habla de grandes negocios... Además, tiene un muy buen reparto. Cuando la gente me dice que no se la pierde, me lo dice de verdad.

–Eso es gratificante, ¿no?

–Mucho. Y más en televisión, que no tienes el público delante escuchándote, sino solo una cámara, y lo que haces lo verán después de un mes, ya editado y con música.

–Lleva años aguantado a Lídia, que es muy diferente a usted.

–Sí, [ríe] lo es. Pero a mí me gusta. Le he encontrado mucho rollo al personaje. En cinco años la he llegado a apreciar mucho. Es muy pasional. Últimamente, ese enamoramiento loco hacia Omar era un poco obsesivo. Y es que es un personaje que se obsesiona, ya sea por los negocios o por el amor. Cuando a Lídia se le mete algo entre ceja y ceja, no hay nada que se le ponga por delante. Y si lo hay, se lo ventila enseguida.

–Veo que ha sabido entenderla.

–No sé, a mí es un personaje que me gusta interpretar porque tiene muchos rinconcitos por investigar. Es tan complejo, que incluso a mí aún me sorprende. Lídia se va creando a medida que se va interpretando. Cuando me ofrecieron el papel, ya me avisaron: «Queremos que la apariencia no sea de una persona chunga, pero que se vaya descubriendo poco a poco que tiene esa parte oscura». Cuanto más alejado de ti está el personaje, más te gusta hacerlo. Y siempre intentas... no justificarlo, pero sí entenderlo.

–Ambiciosa empresaria, de mañana, y dulce mamá, de tarde. ¿Cómo ha gestionado esta doble personalidad durante cinco años?

–Yo no soy de llevar siempre el personaje encima. Lees el papel y lo ensayas con el otro actor con el que interactúas en esa escena y ya está. El personaje está en el guion, solo sale en el momento en el que lo verbalizas. Yo no lo cargo ni lo llevo al mercado, ni cuando estoy con mis nenas, ni mucho menos. El otro día, una señora me dijo en el mercado: «Es curioso verte cada tarde allá y ahora aquí, tan normal».

–¿Aún se sigue confundiendo al actor con el personaje?

–No; ahora es con humor. No se tiran encima de ti, como cuando empezaban los culebrones en TVE-3.

–¿Guarda buenos recuerdos de su primera serie, 'Porca Misèria'?

–Sin duda fue la que me dio la oportunidad de crecer como actriz. El personaje de Laia Font, la bióloga, me marcó mucho profesional y personalmente. Quizá es el personaje más cercano a mí. Era muy entrañable, siempre metía la pata. Además, una serie semanal es muy distinta: empiezas a grabar con toda la temporada escrita. Fue un trabajo más minucioso. Teníamos lecturas, más tiempo de ensayos... No ibas tan de culo como en las de mediodía.

–Ahora no se ensaya tanto, ¿no?

–Pero eso de ensayar tanto es cuestión de Joel Joan [director de 'Porca Misèria']. Si se tiene que buscar horas para hacer una lectura y hablar con el actor, las saca de donde sea. En todo lo que hace se deja media vida. No es lo mismo una serie como aquella que otras, como 'Ventdelplà', que en el fondo era un culebrón de noche, por los ritmos y las tramas.

–¿Le hubiera gustado haber participado en 'El crac', la serie más personal de su pareja, Joel Joan?

–Yo hice un cameo en el último capítulo. Joan Carreras me decía: «¿Te imaginas que hubieras acabado con el de 'Porca Misèria'?». Y yo contestaba: « Calla, calla...». Era un guiño, pero era largo y se recortó. No, no quiero mezclar cosas. Además, yo no hubiera podido hacer otro personaje, y tampoco es exactamente así la vida de Joel, ni yo la novia que pintan allí. Lo tenía muy claro y no me supo mal. Compartimos familia y somos pareja, pero, en la medida en que se pueda, me gusta separar el trabajo de mi vida. Si más adelante hacemos algo juntos, bien, pero no en un proyecto tan personal y en el que él se vea obligado a darme el papel. Además, afortunadamente, yo ya tengo mis ofertas.

–¿Joel Joan no es tal como se pintaba en 'El crac'? O sea, que no estoy frente a santa Sahun...

–[Ríe] Él tiene cosas de 'El crac', no le diré cuáles, pero tiene muchas. Pero este ejercicio que ha hecho de autoparodiarse tan exageradamente me ha hecho empatizar con el personaje. En el tercer capítulo, ya no veo a mi marido. Ha sido una apuesta muy madura y muy inteligente que quizá no haya tenido la respuesta que debiera.

–La audiencia no le acompañó.

–No como se merecía. Porque, en el fondo, es una serie que te pone un espejo delante. A veces, incomoda, pero en el buen sentido. Porque la tele no solo debería entretener, también remover cosas. Al menos, desde el humor. Además, 'El crac' tenía una competencia muy bestia, la de La que se avecina, con un humor más directo, más fácil y unos personajes que llevan muchos años. Y, la gente, si tenía que escoger... ¡Estos dos [Jordi Sánchez y Joel Joan], que fueron pareja cómica, acaban haciéndose la competencia porque en las teles les ponen el lunes! ¿No podrían haber buscado otro día?

–Esto no es Hollywood, pero ¿qué supone ser actriz cuarentona?

–Aquí no hay esas ganas de aparentar ser joven. No sé si en Madrid ha comenzado esta fobia, pero yo no me veo operándome ni a los 60. Tendré la edad que tenga y orgullosa de sumar años y no perder expresividad. Porque muchos actores maduran y con ellos sus interpretaciones. Se hacen muy interesantes. Espero ser de este grupo y no obsesionarme con hacer de más joven.

–Aunque en Catalunya, en el cine no hay papeles ni para jóvenes.

–No hay. Si hace falta, me reinventaré. No se me caerían los anillos por cambiar de oficio. Ojalá que no, porque me gusta mucho. Pero en la vida hay cosas inesperadas, como una enfermedad o que acabes en silla de ruedas, y no se acaba el mundo. Debes estar abierta a lo que venga. No intentar hacer planes, porque, mientras, la vida va pasando. 

–Lo que sí hace ahora es teatro.

–Sí, la obra 'Idiota', de Jordi Casanovas, con Ramon Madaula. Estaremos hasta el 4 de junio en la Sala Muntaner. Es un 'thriller' con un punto de comedia negra.

–¿Cómo se lo combina con la serie?

–Como puedo. Joel se encarga de la niñas, y si trabaja, lo hacen los abuelos, la canguro...

–Cuando crezcan, ¿dará un paso más en su carrera? ¿Quizá Madrid?

–Si aquí tengo un bajón de trabajo, quizá busque un agente y haga cosas allí. La edad de las niñas influirá en que pueda ir 15 días de gira sin pensar que me pierdo su infancia. Siempre serás madre, pero ellas serán pequeñas poco tiempo.

–Veo que Madrid no le obsesiona.

–No. Ojalá hubiera un volumen de trabajo aquí para no tener que irse. Para mí es más agradable trabajar en mi lengua. Aunque puedo hacerlo en castellano, inglés e, incluso, en francés. Pero nos queda más cerca Madrid. Aunque no me veo viviendo allí. Me tira demasiado el mar.

–¿Comparte con su pareja su pasión independentista?

–Evidentemente, pienso que en Catalunya nos iría mejor por separado. Pero es un sentimiento de tener un diálogo más de tú a tú, de respeto, como con los vecinos franceses, italianos.. A mí me duele mucho esta catalanofobia que se respira en muchos sitios. Aunque económicamente no nos fuera mejor, es cuestión de dignidad. Si no nos habéis querido en 30 años, seamos buenos vecinos y ya está.

–¿Se siente incomprendida?

–Yo tengo parientes en Aragón a los que les extraña que mis hijas no hablen castellano. Claro que lo harán, como el inglés, si quieren, y el alemán, si les apetece. En casa no somos una pareja bilingüe, porque ambos somos catalanes. Mi independentismo, que ojalá sea temporal, es por un reconocimiento de nuestro hecho diferencial. Soy socia de Plataforma per la Llengua, sí, pero como lo soy de Greenpeace.

–Causas en las que cree, vamos.

–Plataforma...es una oenegé de nuestra lengua. No tendría que hacer falta, pero... Sí, se podría decir que estoy en el saco soberanista. Respeto que cada uno hable su lengua y espero que eso sea mutuo.

–Por cierto, ¿coincidió en 'La Riera' con Anna Allen, la actriz que se inventó parte de su carrera?

–No, pero su caso me entristece. Dicen que su agente la inducía. Y, hoy en día, que las trolas se pescan tan fácil... A mí un colega me hizo creer durante un año y medio lo que no era. Hay pequeños impostores con un complejo de inferioridad tan bestia que se inventan una vida. Las consecuencias son las mismas que cuando el novio te pone los cuernos: que algo se rompe y pierdes la confianza.