tú y yo somos tres

Di algo, aunque sea verdad

FERRAN MONEGAL

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Han analizado enInforme semanal esta semana (TVE-1) lo importante que es para un político, para un presidente del Gobierno, conocer bien el arte de la comunicación a fin de poder influir en la ciudadanía. En tiempos de crisis, más todavía. ¡Ah! El trabajo, realizado porAlicia G. MontanoyMiguel Románes de una actualidad oportunísima. Primero nos han hablado deObama, el presidente que mejor supo transmitir su entusiasmante ideario durante su campaña electoral, pero que peor ha sabido comunicar después las acciones de su Gobierno -como la reforma sanitaria, por ejemplo- a la ciudadanía. Luego pasaron a considerar el paisaje que contemplamos aquí, o sea, el carpetovetónico retrato de actuaciones comunicativas presidenciales un poco surrealistas, como la de aquelZapaterodiciendo que teníamos el sistema bancario-financiero más solido del mundo, o eseRajoyensimismado y escapista que eludió a los medios de comunicación dándose la vuelta y optando por salir de tapadillo por la puerta de servicio. Los expertos que intervinieron en el programa nos hablaron de la importancia de los estrategas que diseñan la comunicación para los presidentes. La finalidad, al parecer, persigue el siguiente paradigma: comunicar para influir, e influir para convencer. O sea, si no nos movemos del plano teórico, la estrategia parece de una bondad superlativa. Pero los ciudadanos estamos acostumbrados a un arte distinto: a la comunicación política como maniobra de distracción y de mentira. Decía el profesorJulio César Herrero:«Si un presidente, o cualquier político, utiliza la comunicación al servicio de la mentira, antes o después le pillan». Hombre, eso lo podríamos discutir. Hay ocasiones en las que los ciudadanos percibimos las estrategias de comunicación como un ejercicio de tomadura de pelo a escala colectiva. Los expertos en comunicación del entorno de un presidente, el que sea, han llegado a un gran perfeccionismo. Siempre aconsejan al político que hable, que diga algo, que se dirija a las masas, aunque sea un mensaje falso el que emita. Lo llaman sembrar ilusión, a pesar de que sea un cuento chino.

El trabajo ha sido oportuno. Le ha faltado, eso sí, el papel que juegan las propias cadenas de televisión en esta propalación del cuento. El rol de los voceros. La labor de los manipuladores a sueldo. Quizá hasta un recuerdo al viejo periodismo, en contraste con elagit-propque hoy se estila.