tú y yo somos tres
'One, two, Arguiñano dubidubidú'
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
Ferran Monegal
Así acaba de debutar Karlos Arguiñano en A-3 TV, cantando la melodía: «One, two, dubidubidú. El movimiento se demuestra andando y el cariño cocinando». ¡Ah! Parecía el oso Baloo en El libro de la selva de Walt Disney. ¡Qué simpatía! Este cambio de cadena va a significar para A-3 TV una inyección de alegría, de optimismo y sobre todo de audiencia para sus destartaladas tardes. Para Arguiñano también ha sido un negocio redondo: ha colocado en esta cadena el pack de todos sus productos, o sea, él mismo, el programa Decogarden, el tremendo Bricomanía -donde sale el temible Pielhoff, verdadero Chuck Norris del bricolaje- y también ha colocado la producción televisiva de eventos deportivos de la pelota vasca (frontón y cesta punta), que tan buenos resultados le da a Arguiñano en los coliseos de Miami, donde la afición y las apuestas mueven millones de dólares. Solo queda fuera del paquete, por ahora, su hermana Eva (experta en repostería), que creo que sigue en La Sexta, pero no estoy muy seguro, y no me extrañaría que en un inmediato futuro acabase recalando también en A-3 TV. Perfecta operación, sí señor, la del listísimo Karlitos. No nos extraña que el viernes, Matías Prats, en su informativo, le recibiera con todos los honores, puesto de pie, entronizándole oficialmente en la cadena que a partir de ahora ya es su nuevo nido. El primer plato que nos ha cocinado Arguiñano ha sido una gloriosa merluza en salsa verde -o sea, el pescado más exquisito combinado con la alegría del perejil-, y de adorno, unos huevos muy hermosos de sus gallinas de Zarautz. Buen arranque gastronómico. Todo aliñado, como es habitual, con la salsa de sus chistes, como ese del niño que ve a su madre echándose espray desodorante en las axilas como una descosida, y el chaval, preocupado, le dice. «Oye mamá, ¿y el agujero de ozono?». Y ella, rápidamente, coloca entonces el espray entre sus piernas, y rocía, rocía, rocía... ¡Ah! Este Arguiñano sigue poseyendo el don del magnetismo. Convierte una sesión de cocina en un espectáculo francamente divertido. Tiene una retranca solo al alcance de los grandes humoristas. Y permítanme que recuerde hoy, por enésima vez aquí, aquella frase, aquel golpe, aquella sagacidad portentosa, que lanzó una noche cuando Buenafuente le preguntó, maravillado, cuál era el secreto de su éxito televisivo. Arguiñano contestó, esbozando una pícara sonrisa: «Se debe a mi falta de estudios». ¡Ahhh!
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