tú y yo somos tres

Clavando la banderita en el debate

Ferran Monegal

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Y de pronto,Jaime Peñafielse agachó, rebuscó debajo de la mesa, sacó una banderita que tenía escondida, y la clavó frente a él exclamando:«Como lo fundamental es ser español, traigo aquí esta bandera para que presida el debate». ¡Ah! Ese golpe, ese gesto, nos recordó en casa aquella reconquistaaznaristadel pedrusco Perejil, cuando aguerridas tropas hispanas clavaron la bandera en lo alto del islote dejando pasmadas a las cabras. Este detalle banderil sirve de epítome o resumen del debate que planteóJordi GonzálezenLa noria(T-5) sobre la gran manifestación contra la sentencia del TC que pocas horas antes había sucedido en Barcelona. Fue una sesión televisiva plagada de trampas, de minas, de manipulaciones y disparates, que el ala derecha del programa impulsó a su antojo usando esa banderita que había traídoPeñafielcomo su instrumento particular. Frente a ellos,Pilar Rahola yEnric Sopena se desgañitaban intentando enderezar las torticeras martingalas que desde el otro bando disparaban, del tipo:«Catalunya es una región de España /.../ Montilla corría como un conejo y acabó escondido», y así todo el rato. ¡Ah! La verdad es que este tipo de batallas, lejos de clarificar, enturbian más el paisaje. Todo se mezcla en esta clase de caldos: el nacionalismo, el campeonato del mundo de fútbol, la roja, la estelada, la cuatribarrada, la del aguilucho (preconstitucional), la rojigualda... ¡Ah! Todo sirve para dar consistencia a la sopa del espectáculo. No es una crítica aJordi González. Él está sumergido en este caldo. Está obligado a construirlo y condimentarlo. Y lo pasó mal. Tuvo que abandonar en más de una ocasión su papel de moderador y enfrentarse –con ironía, con inteligencia, como él sabe– a los del ala derecha, resaltando sus marrullerías. Pero claro, al mismo tiempo que discurría la batalla había que ir haciendo apoteósica sinergia con el Mundial de fútbol que retransmite esta cadena, y con los 50.000 euros de premio que había esa noche para la primera criatura que llamase. Hablando de llamadas: en un momento dado llamaron aMontilla. Se puso al teléfono y habló en directo conJordi. Hasta queJordile interrumpió diciéndole:«¡Una pausa, tengo que ir a publicidad!», y efectivamente, siete minutos con elpresident de la Generalitat colgado del teléfono, esperando a que acabase la espuma publicitaria. ¡Ah! Es lo que tiene ese tipo de caldo: te arrimas a él de buena fe, y siempre acabas pringado.