"Las 22 horas más horribles de mi vida"

El naufragio del crucero de Indonesia fue una pesadilla. Así lo ha narrado Rafael Martínez, uno de los cuatro turistas españoles que viajaban en el barco que naufragó el sábado con 25 personas a bordo en aguas del sur de Indonesia. "Han sido las 22 horas más horribles de mi vida", ha afirmado ya a salvo en tierra.

Martínez, periodista de la agencia EFE que se encontraba de vacaciones en la zona, y su pareja, son los dos españoles supervivientes confirmados hasta ahora por fuentes diplomáticas del país. Junto a ellos están a salvo dos alemanas, dos hermanas inglesas, dos neozelandeses, una holandesa y un francés. A última hora de este domingo, 10 turistas estranjeros, otros dos ciudadanos españoles, cuatro holandeses, dos alemanas y dos italianos, y cinco indonesios que integraban la tripulación (el capitán, tres marineros y el guía) siguen desaparecidos. 

Búsqueda suspendida

Las operaciones de búsqueda y rescate han sido suspendidas hasta primera hora del lunes debido al mal tiempo en la zona. Según ha contado la pareja desde Bima, la localidad en el noreste de la isla de Sumbawa donde han sido trasladados los náufragos, nunca llegaron a perder la esperanza del todo a pesar del frío, el hambre, los calambres, las medusas y el cansancio.

Martínez y su compañera, que desearían regresar a España mañana mismo y no el 24 de agosto como tenían previsto, contrataron un crucero de cuatro días que partía de la isla de Lombok hacia oriente, costeaba Sumbawa y concluía en la de Komodo.

Barco de madera antiguo

Pese a que se presentaba como un viaje de recreo y placer, que zarpó el jueves 14, Martínez ha detallado que era "un barco de madera muy antiguo, sin ninguna seguridad, sin GPS, ni radio ni ningún instrumento de navegación" y ya el primer día "encalló en un arrecife de coral", aunque pudo continuar viaje gracias a la ayuda de "un segundo barco".

El incidente sucedió cuando solo llevaban seis horas de viaje y dejó cierta inquietud entre los 20 turistas, que dormían y tenían todas sus pertenencias en cubierta."No sabíamos si el barco quedó dañado, porque todos escuchamos un golpe", ha explicado el español, quien ha detallado que el segundo día la situación empeoró "con olas de hasta tres metros" y la nave "se movía muchísimo".

"Iba rapidísimo y no seguía la línea de la costa. Estaba en mar abierto. Un chico francés y yo bajamos a hablar con la tripulación y nos dijeron que todo iba bien", relató.No obstante, reclamaron chalecos salvavidas, aunque en aquel momento aún no habían descubierto que algunos mantenían la cabeza fuera del agua y otros no.

El naufragio

Sobre las dos de la madrugada, el guía subió a cubierta y anunció que había un boquete, que entraba agua y había que abandonar el barco; y ante la ausencia de señal de telefonía móvil, a la tripulación se le ocurrió hacer dos fuegos como señal de socorro.

Martínez dice que aquello "parecía de locos", porque en la popa también iba el combustible y entraba agua que se mezclaba con el carburante.

Botaron una pequeña embarcación salvavidas con espacio para cuatro personas, por lo que los demás, con los chalecos puestos, gafas de esnórquel y aletas, tenían que agarrarse a los costados como podían. Transcurridos 10 o 15 minutos se dieron cuenta de que el barco no se había hundido del todo, que la popa sobresalía y que los cinco indonesios estaban encaramados en el mástil, así que optaron por salir del agua y subirse a la parte saliente.

Hundidos

A las 10 de la mañana del sábado empezaron a barajar varias opciones; aguantar allí, intentar llegar todos hasta una isla volcánica desierta que se veía a unas cinco millas náuticas o enviar a los más fuertes en busca de ayuda. Al final, el barco acabó de hundirse y decidió por ellos: un grupo de cinco personas se adelantó y partió a nado sobre el mediodía a la isla volcánica, a la que llegó cuando atardecía. Allí pernoctó.

Según ha narrado Martínez, a la mañana siguiente este grupo vio pasar un crucero de buceo que los rescató y trasladó a Bima.

Al mediodía de ese sábado, un segundo grupo, en el que iban Martínez y su compañera, dejaron atrás a los 15 desaparecidos en dirección a al poblado costero de Vega. Martínez y su pareja solo esperan que el trámite del salvoconducto necesario para regresar a España no les retenga en Indonesia varios días. Cientos de personas fallecen cada año en el archipiélago indonesio en naufragios causados por temporales, infraestructuras precarias y el incumplimiento de las medidas de seguridad, como la sobrecarga de pasajeros y mercancías.