Un curso para repensar la integración

Los atentados del 17-A han reabierto el debate sobre cómo se está trabajando la incorporación de los jóvenes extranjeros en la escuela catalana

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María Jesús Ibáñez / Barcelona

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Un millón y medio de alumnos catalanes de educación infantil, primaria y secundaria regresan a partir de este martes a clase, después del largo (y caluroso) verano. En las aulas de los aproximadamente 5.400 centros educativos que hay en Catalunya se encontrarán con 5.500 profesores más que el curso pasado, la mayoría contratados para compensar la reducción de una hora lectiva que van a tener este año los docentes de la escuela pública. Con su incorporación también se reforzarán las plantillas de los centros de alta complejidad y se atenderá el incremento de 2.700 alumnos.

Para este otoño está previsto asimismo, que tras años de debates, protestas y negociaciones, la Generalitat dé luz verde por fin al decreto en el que se garantizan los recursos necesarios para que el sistema educativo catalán sea, tal y como prevé la ley de educación del 2009, un sistema verdaderamente inclusivo.

El curso empieza este septiembre también marcado por la inminente convocatoria de oposiciones para ocupar 2.000 plazas docentes, por el despliegue del decreto de provisión de plantillas que permitirá a los directores de colegios e institutos elegir ellos mismos a parte de sus profesores especialistas (previa entrevista personal y siempre en función del proyecto pedagógico del centro) y por el aumento de clases de P-3 en toda Catalunya, gracias a la reducción que se ha aplicado en el número de alumnos por aula, lo que ha permitido amortiguar los efectos de la caída de la natalidad.

Pero si hay dos elementos que verdaderamente distinguen este arranque del curso 2017-2018, estos son la consolidación de los métodos de innovación educativa y la necesidad de repensar la integración del alumnado inmigrante, un proceso cuyo éxito ha quedado en entredicho a la luz de los atentados de Barcelona y Cambrils del pasado 17 de agosto.

Debate abierto

Cuando hace dos cursos la Generalitat decidió empezar a cerrar las aulas de acogida de los colegios e institutos, porque habían dejado de llegar nuevos alumnos extranjeros, la intención era que los docentes que trabajaban en esas unidades (por los que pasaron unos 170.000 niños y adolescentes entre el 2004 y el 2013) se dedicaran ahora a tareas de apoyo lingüístico de forma individualizada a todos los estudiantes, tanto si eran hijos de familias autóctonas como foráneas.

El balance de los 10 años de funcionamiento de las aulas de acogida fue agridulce, porque, según confiesan los propios tutores, no se logró el objetivo de integrar a los recién llegados en todos los ámbitos. Los resultados académicos de los alumnos inmigrantes siguen siendo más bajos que los de los autóctonos y sus expectativas de progresar socialmente son también mucho más reducidas.

El hecho de que siete jóvenes de origen marroquí, escolarizados en Ripoll desde pequeños, se radicalizaran y llegaran a atentar en la Rambla de Barcelona y en Cambrils ha reabierto este verano el debate sobre cómo se está haciendo esta integración, si hay que apostar por un nuevo modelo o qué hay que corregir del actual. Son varios los expertos, entre ellos la fundación Jaume Bofill, que han señalado a los recortes como los responsables de que en los últimos años hayan aumentado las desigualdades entre estudiantes autóctonos e inmigrantes (más castigados por la crisis), ya que las restricciones se aplicaron de modo lineal, sin tener en cuenta que a las escuelas con más dificultades se las tenía que haber eximido.

La innovación educativa, no es un fenómeno nuevo, pero ha eclosionado este año en la ciudad de Barcelona, hasta el punto de haber prácticamente puesto fin a la tradicional hegemonía de la escuela concertada en la capital catalana. La implantación de nuevos métodos de enseñanza, en los que el alumno se convierte en el centro del aprendizaje, se está extendiendo como un reguero de pólvora por toda Catalunya (y en particular en Barcelona) y ha servido para organizar distintas plataformas y asociaciones de renovación educativa. La más mediática, la de la Escola Nova 21.