Vivir con miedo

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GUILLEM SÀNCHEZ / BARCELONA

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Más de 6.000 mujeres catalanas han acudido entre enero y julio a una comisaría de los Mossos d'Esquadra para denunciar agresiones físicas o psicológicas perpetradas por maridos o novios. Desde el 1 de enero, cinco han muerto a manos de sus exparejas en Catalunya. Estos son los datos policiales de la violencia machista que constan en las estadísticas policiales. Pero no están todos los casos. 

Calvarios como el que vive Carmen, la mujer que ha asegurado a este diario que vive asustada por el acoso al que le somete su expareja, no se considera violencia machista porque ni convivió ni se casó ni tuvo hijos con él. Sin embargo, tras romper con este hombre, pasó a vivir exactamente el mismo trance que viven muchas mujeres acosadas por maltratadores que tal vez no las han golpeado nunca, pero que las obligan a vivir temiendo el día en que puedan llegar a hacerlo.  

MIEDO BAJO LA PIEL

Cuando concluye una relación en la que un hombre las maltrataba, muchas mujeres tienen que adentrarse en una nueva vida en la que el miedo no desaparece. Tan solo cambia de intensidad. Porque ya no viven con sus agresores, pero conviven con su amenaza.

Montserrat Bravo y Alba Alfageme, dos psicólogas expertas en violencia machista, advierten de que se trata de una situación muy dura para la víctima. Somete el organismo de la mujer a un estado de "alerta permanente" que puede generar "cuadros de ansiedad, sensación continua de amenaza, estado de hipervigilancia o alteración del sueño", enumera Bravo. Unas secuelas que hacen que sientan que "no controlan su vida" porque se saben "expuestas a un riesgo" durante las 24 horas del día, añade Alfageme.

Más allá de lo que se manifiesta físicamente, una experiencia tan traumática genera frecuentemente que a estas mujeres ya no les resulta sencillo "entablar nuevas relaciones sentimentales con otro hombre".

El acoso psicológico, aunque no vaya acompañado de agresiones físicas, es el que acaba dejando consecuencias "más profundas", mantiene Alfageme. A largo plazo, avisan estas dos especialistas, sufrir de forma sostenida un estado de alteración nerviosa puede acabar provocando graves daños a la salud

EL ACOSO

Condenar a una mujer a vivir en ese estado de ansiedad es un tipo "de violencia machista", coinciden ambas, que no resulta sencillo de acreditar en un juicio. Para lograrlo, debería valorarse detalladamente "toda la amalgama de perjuicios" que ocasionan a la mujer y que, aisladamente, "desvirtúan la comprensión del delito", reclama Alfageme. Cuando el sistema judicial "no apoya" a las mujeres que denuncian estos tormentos, las secuelas "pueden aumentar y prolongarse", subraya Bravo. 

En el diccionario, acosar significa "perseguir, sin tregua ni reposo, a una persona". Con la última reforma del Código Penal, vigente desde el 1 de julio del 2015, se considera un delito de coacciones el hecho de alterar gravemente el desarrollo cotidiano de una persona cuando se la "vigila o persigue".

ASUSTADAS Y DESPROTEGIDAS

La mayoría de las mujeres que viven con miedo a sus exparejas no cuentan con medidas de protección policial. Lo que supone, a ojos de Alfageme, algo incoherente dado que "toda la tarea de prevención" que hacen trabajadores como ella se encamina a lograr que las víctimas, especialmente las más jóvenes, "estén atentas a las primeras señales" que están anticipando que la relación podría "terminar siendo violenta". 

Ester García, abogada especializada en violencia machista, explica que en Catalunya se dictan "muy pocas órdenes de protección" para mujeres que denuncian situaciones de acoso. Lo relaciona en parte con el hecho de que actualmente el sistema judicial lo decide en "15 minutos". Este es el tiempo que, como máximo, dura su declaración. Durante este intervalo se la juega. "El problema", avanza la letrada, es que, "sin el asesoramiento adecuado", difícilmente el magistrado concederá ninguna medida.

DECISIÓN JUDICIAL

Expresiones como "me siento en riesgo" o "tengo miedo" son valoraciones "sinceras" pero "subjetivas" que no justifican una orden de alejamiento del maltratador o una patrulla policial junto a la puerta de su domicilio. El juez que debe tomar esta decisión sí tiene en cuenta indicadores como la proximidad de la residencia del hombre, si tiene trabajo o está en el paro, si consume -o ha consumido- drogas o si tiene antecedentes penales. 

La abogada critica que se acuda a los juicios rápidos para resolver estas causas. Demostrar situaciones de violencia "sostenida" lleva su tiempo porque es necesario comprobar las llamadas telefónicas, rastrear los ordenadores o valorar los daños psicológicos que ha podido sufrir la víctima.

Para proteger a las mujeres que viven con miedo, remarcan estas tres profesionales, lo primero es entender que, sin importar el tipo de relación que los vincule, el hecho de que un hombre las acose las convierte indiscutiblemente en víctimas de violencia machista. La Comisión de Igualdad del Congreso de los Diputados ha aprobado recientemente una moción en este sentido. Porque concebir una agresión de un hombre a una mujer como violencia de género endurece las penas y facilita que se tomen medidas de protección.