Regreso a las variedades tradicionales

El vino catalán se lanza al rescate de las uvas autóctonas

Viñas de 'xarel·lo' y 'macabeu' en el Penedès.

Viñas de 'xarel·lo' y 'macabeu' en el Penedès.

CARMEN JANÉ
BARCELONA

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El vino catalán de calidad vive un momento de reivindicación, no solo ante consumidores habituales de otras bebidas sino ante nuevos mercados que aprecian la singularidad de sus propuestas. Y lo hace gracias a variedades de uva locales que habían quedado arrinconadas en favor de otras foráneas más conocidas internacionalmente, como chardonnaycabernet sauvignon o merlot, que han llenado buena parte de los catálogos de las grandes marcas comerciales.

Garnachas (negra, peluda, blanca o gris), cariñenas (negra y blanca), xarel·lomacabeutrepat, picapoll negra o sumoll comienzan a hacerse un hueco en las etiquetas  de los vinos deseosos de exhibir un producto que exprese la tierra y que resuma la filosofía actual de que el vino se hace en la viña y no en la bodega. Esto en un país donde las 11 denominaciones de origen admiten hasta 26 variedades, de las que 18 pueden considerarse autóctonas, aunque no sean las mayoritarias.

«Todas las denominaciones de origen (DO) catalanas admiten las variedades más globalizadas del mundo, como syrah, cabernet sauvignon, merlot y chardonnay, con las que se hacen monovarietales en su nombre. Y eso no les aporta ninguna credibilidad a la hora de crear un vino propio y diferencial», sostiene Jordi Alcover, autor de la Guia de vins de Catalunya. «Muchas de esas variedades no funcionan bien en Catalunya o al menos no se han adaptado como en sus países de origen. Nadie hace un cabernet con merlot catalán tan bueno como el de Burdeos, o un pinot noir como el de Borgoña o un syrah como el del Ródano. Si esto sigue así, solo servirá para hacer copias malas de grandes originales», sostiene.

Alcover reclama que las DO eliminen buena parte de las variedades autorizadas y que los productores arranquen las viñas de variedades adaptadas en pro de las propias. «¿Qué hacemos plantando albariños o incrozio manzoni, que es una uva italiana? Intelectualmente, no se sostiene», afirma.

No todo el mundo comparte una opinión tan radical, pero entre las nuevas generaciones está muy asentado el trabajar con variedades propias que destaquen el valor de la tierra y lo expresen en la botella. Es el caso de vinos tan premiados como las garnachas y las cariñenas de Priorat, Montsant y Empordà, o el xarel·lo o el macabeu del Penedès, que ya han logrado entidad propia y su derecho a ser monovarietales frente al chardonnay o el merlot.

«Las DO catalanas no saben el tesoro que tienen con las variedades propias. Hay una riqueza brutal que se ha dejado perder y que hay que recuperar», afirma Sara Pérez, enóloga de Mas Martinet, en DO Priorat, y Venus La Universal, en DO Montsant, que explica que está arrancando cada vez más cabernet para reintroducir cariñena y garnacha, y que ha reducido los porcentajes de las foráneas en sus vinos, «aunque no las voy a eliminar porque también son parte de la historia del Priorat». «Todo depende de lo que quieras poner en tu copa. Un vino es un viaje a un territorio, si quieres que exprese una tierra, has de vivir el lugar y entender sus uvas», asegura.

LARGO PLAZO / «Apostar por las variedades autóctonas es el proyecto del vino catalán de los últimos 30 años, y es un proyecto a largo plazo», afirma Miguel A. Torres, presidente de Bodegas Torres, uno de los mayores productores de Catalunya. «Ha habido un esfuerzo de diversificación hacia la garnacha blanca, el sumoll y el tempranillo (ull de llebre)». Su bodega, que está presente en cinco de las 11 DO, entre ellas Penedès y Priorat, ha abandonado la cariñena «por el cuidado intensivo que requiere», afirma. Torres recuerda que en su día, pasaron de hacer el Gran Viña Sol de garnacha blanca a chardonnay, como «parte de la incorporación de variedades foráneas para elevar la calidad del vino catalán» e importó el riesling en el Penedès para hacer el vino Waltraud, como homenaje a su esposa.

RECOMENDADOS Y AUTORIZADOS /«Ya hace tiempo que no se autorizan variedades nuevas en Catalunya, pero se recuperan las antiguas. No hay que criminalizar a las foráneas porque han aportado mucho », afirma Jordi Bort, director del Institut Català de la Vinya i el Vi (Incavi).  Muchas DO, sobre todo las más pequeñas, están optando por «recomendar» el uso de ciertas variedades, siempre locales.

«Cabernet, merlot, chardonnay...  no son tan malas, pero no son las que aprovechan mejor el suelo», explica Joan Assens, antiguo enólogo de Álvaro Palacios en el Priorat y actual copropietario de Orto Vins, que recupera la picapoll negre en su premiado Les Tallades de Can Nicolau. «En la DO Montsant, el merlot ya está descartado y el cabernet va camino porque en los años secos ha dado muchos problemas de madurez, en cambio la cariñena y la garnacha aguantan. El cambio climático nos enseña que cuanto más tradicionales seamos, mejor», afirma.

«La idea de la identidad a través de una variedad es reciente, porque la tierra aporta lo suyo. En el Penedès se hicieron aberraciones pero a medida que pasa el tiempo la gente que hace vino de calidad encuentra el camino y suele ser con variedades autóctonas. que además son las más apreciadas sobre todo en el extranjero. Hay quien ahora pone cabernet y no lo dice», afirma Joan Valencia, propietario de la distribuidora Cuvee 3000 y el bar Brutal en Barcelona. «Solo cuando ya tienes un nombre, puedes influir en el mercado. Si dejamos hacer, todo se pone en su sitio», afirma Sara Pérez.