La vida después del centro de menores

Tres jóvenes extutelados hablan de las dificultades a las que se enfrentan tras cumplir los 18 años

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TERESA PÉREZ / BARCELONA

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Ayoub A., Mounir M. y Mbarek A. soñaban con el paraíso y se dieron de bruces con el purgatorio, donde purgaron injusticias propias y ajenas. Los tres son jóvenes extutelados por la Generalitat y a los 18 años los pusieron en la puerta del centro de menores en el que vivían y se encontraron con la crudeza de la calle.

Mounir, de 21 años, tiene dos vidas: una en Bengasi, Libia, y otra en Barcelona, y su calendario emocional dos fechas, el día que con 15 años huyó de la guerra de su país y el día que cumplió 18 y la Conselleria d'Afers Socials le cerró la puerta del centro Estrep, en Manresa --del que se han fugado algunos de los 'niños de la cola' que deambulan por Barcelona--, porque había cometido la tropelía de haber entrado en la mayoría de edad. "Salí del centro sin documentos, sin pasaporte. Una de las cuidadoras me quiso dar algo de dinero", narra. "No tenía nada, ni familia, desconocía el idioma y carecía de permiso de trabajo. Tuve que conseguir dinero para viajar a Madrid y que la embajada me hiciera el pasaporte”. Recuerda noches viviendo a la intemperie, pidiendo y buscando comida. "¿Cómo no vas a robar si no tienes nada ni a nadie?", se pregunta. Mounir, Ayoub y Mbarek ejemplifican las precarias ayudas que ofrece la Generalitat a los chavales extutelados y también el coraje para salir a flote. Ellos forman parte del servicio de transición a la autonomía personal que realiza el Casal dels Infants. "Si no fuera por el Casal, yo viviría en la calle", explica Ayoub recordando el día que cumplió los 18 años y salió del centro de menores de Barcelona.

La vida de Mounir en Libia tenía un sabor dulce, pero empezó la guerra: “Murió mi hermano. Luego, mi tío. Nos quedamos sin casa. Cerraron los colegios y dejé de jugar en el equipo de fútbol. Siempre he querido ser futbolista”. Huyó del país en un barco que atracó en Italia, pero quería llegar a España “porque había oído que era el país del deporte”, recuerda. Cuando llegó a Barcelona solo había soplado 16 velas. Ayoub y Mbarek son de Marruecos y los dos llegaron a Algeciras escondidos en un camión. 

BAMBAS NUEVAS

Ayoub recuerda una niñez feliz y tras escuchar a Mounir dice: “Mi historia tiene un sufrimiento diferente”. El sufrimiento siempre está presente en estas historias de inmigración. “Mi padre quiso llevarme recto para que no pasara lo que sucedió con mi hermano”, aclara. "Mis amigos se habían ido a Europa y colgaban fotos en Facebook con billetes de 50 euros y bambas nuevas. Vi la diferencia entre sus vidas y la mía. Un día me pegó mi padre y me escapé”, afirma. Pasó por centros de Andalucía y llegó a Barcelona, donde tenía un amigo. “Entré en un centro de la Generalitat, donde me avisaron de que a los 18 años me tendría que ir”. Y así fue. En septiembre cumplirá 20 años. Ha hecho las paces con sus padres, estudia y quiere abrir su propio restaurante, mientras vive bajo el techo del Casal, igual que Mbarek, que también peregrinó por diversos centros, uno de ellos El Bosc, un establecimiento de Barcelona que ya no existe. “Nos cacheaban al entrar y al salir”. Recaló en Santa Perpetua y en una habitación que le ofreció la Generalitat en un  piso del Casc Antic, con "una paga mensual de 44 euros para comer", indica, que ahora ya ha menguado a 33 euros. 

Los educadores se preguntan: "¿Cómo quiere la Generalitat que no se fuguen los chavales si los someten a un régimen disciplinario tan intenso? Los levantan muy temprano y si llegan media hora tarde no cenan. Algunos tienen que recorrer 60 kilómetros para recibir dos horas de castellano”, explican. "¿Qué haríamos nosotros?", se interroga un experto, que además descalifica por insuficiente la preparación que reciben en los centros de tutelados.  

Ayoub, Mounir y Mbarek tienen permiso de residencia, pero no de trabajo. Para eso necesitarían un contrato de 40 horas semanales durante un año. Un milagro en un país con 4,7 millones de parados. A Mounir, el futbolista, quiere ficharlo el Cornellà; a Mbarek, un centro para paralíticos cerebrales, y Ayoub hace prácticas en un hotel.