Un viaje de ensueño

Turistas de toda Catalunya descubren el paisaje de Lleida gracias al Tren dels Llacs, que tarda dos horas en llegar a La Pobla de Segur

EVA VISA / LA POBLA DE SEGUR

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Martí tiene siete años y una maqueta del Tren dels Llacs en su habitación. Cuando se enteró de su existencia, le rogó a su madre que para su cumpleaños le regalara un viaje. En un asiento del mismo vagón, Ana Soler, vecina de Manresa de 80 años, también cumple hoy su deseo de viajar en un tren histórico, aunque no es su primera vez. Ha pedido a su nieto que la acompañe en este viaje que es «muy emocionante». «Me trae muchos recuerdos de mi juventud», asegura.

Son las 10.30 horas y en la estación de Lleida-Pirineus suena el silbato que anuncia la partida. Es un largo tren verde oscuro, compuesto por dos locomotoras diésel de 1968 y cinco coches de época. Va  repleto de pasajeros e inicia la marcha con rumbo a La Pobla de Segur. Dentro, dos figurantes disfrazados de ferroviarios de principios del siglo XX amenizan el trayecto.

Un público familiar

La mayoría de los usuarios son familias catalanas. Han venido a Lleida expresamente para subirse a este tren que les transportará a otros tiempos. Están ansiosos de ver desfilar ante sus ojos un paisaje que no les dejará indiferentes. Las postales que captarán serán variadas: primero campos de cereales, frutales y huertas y, luego, altas montañas, desfiladeros imponentes y espectaculares láminas de agua. Los viajeros contemplan las vistas panorámicas desde la ventanilla, que suben y bajan a su gusto.

En uno de los coches, un grupo de ocho personas charla animadamente. Es como si se conocieran de toda la vida, aunque en realidad se acaban de ver por primera vez. Se trata de una familia de Lleida, de una pareja de Esplugues de Llobregat y de otra de Girona. Como antaño, los compañeros de compartimento se convierten en la gran familia del viajero. Uno de ellos es Joan Crespo, un leridano que realiza hoy este recorrido por cuarta vez. «Y si puedo, lo haré cada año», afirma.

La mayoría de pasajeros no tarda en sacar sus cámaras de fotos para capturar estampas únicas. La velocidad del tren, a una media de 60 kilómetros por hora, les permite sacar buenas instantáneas. Desde fuera del tren, algunos automovilistas detienen el vehículo en la carretera para inmortalizar el Tren dels Llacs.

Dos horas después, el tren llega a La Pobla de Segur, a las puertas del Pirineo. Algunas familias aprovechan para comer y hacer turismo en este municipio antes de regresar. Otros prefieren ir a Salàs de Pallars, villa conocida por las tiendas-museo que recrean el comercio antiguo; visitar las salinas de Gerri de la Sal; dar un paseo por la Vall Fosca u observar uno de los cielos más estrellados de Catalunya, en Àger.

5 conductores especiales

Durante la espera, el maquinista Sebastià Rodríguez realiza las revisiones pertinentes. Es una de las cinco personas autorizadas para conducir este transporte. Con 39 años en el oficio, estar al frente de este tren es siempre «muy especial». «No me importa trabajar los sábados», afirma entre risas.

«Las vistas son impresionantes y el paisaje es muy diverso», afirma la familia Vázquez, de Barcelona, que contrató el viaje porque unos amigos se lo recomendaron. «El año pasado quisimos venir pero no encontramos plaza», asegura otra pasajera. Muchos coinciden en haber hecho hoy un gran descubrimiento. «Lleida es la gran desconocida y su paisaje merece mucho la pena», dice Dolors Creus.

El Tren dels Llacs está a punto de llegar a Lleida. Una pareja se abraza mientras miran nostálgicos por la ventanilla. El es portugués y ella libanesa. Viven por un tiempo en Barcelona y aprovechan los fines de semana para hacer turismo. Hoy ha elegido él el itinerario. «Este viaje ha sido el mejor regalo que me han hecho jamás», afirma la joven. Y solo ha sido necesario sentarse, observar y admirar.