a bordo del crucero con más pasajeros de europa

Veranear en una ciudad flotante

Es uno de los mayores cruceros del mundo y el que lleva más pasaje de cuantos surcan este verano Europa. El Norwegian Epic sale cada domingo de Barcelona cargado de españoles.

PATRICIA CASTÁN

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Ocho de la mañana de cualquier domingo de este verano. Nadie diría que sea festivo. Al contrario, a bordo del megacrucero Epic la actividad es frenética. Entre 4.000 y 5.000 viajeros (según la semana) están desembarcando, con cara de sueño, durante las primeras horas del día. Y los más de 1.700 tripulantes han madrugado aún más de lo habitual para organizar el desayuno final junto con la salida de los que acaban ruta y la llegada de los que la inician en breve; para limpiar el buque con meticulosidad de cirujano y para afrontar una nueva travesía por el Mediterráneo en el tercer barco más grande del mundo, que es también el que más pasaje desplaza en Europa.

Este descomunal crucero de Norwegian Cruise Line (NCL), junto al Liberty of The Seas (aún mayor en toneladas pero con menor densidad y por tanto algo menos de pasaje) y el Carnival Magic son los tres monstruos que este año facilitarán un nuevo récord de más de 2,5 millones de cruceristas en el puerto de Barcelona. Todos parten de la capital catalana cada semana y engrosan una oferta tan poderosa de compañías y opciones que ha llevado los precios al alcance de la mayoría de españoles. Por eso, en la travesía que se inicia ese día, un millar de los viajeros, de entre 4.700, serán españoles, muchos catalanes. En total, entre pasaje y tripulación convivirán 62 nacionalidades. Toda una ONU a bordo.

¿Qué se encuentran los ávidos cruceristas? Una ciudad flotante que casi parece autosuficiente si no hubiera que cargar 10 camiones de víveres en Roma (procedentes de diversos países) o tratar toneladas de residuos en Barcelona. Por lo demás, un barco para hasta 5.100 pasajeros se organiza como un municipio.

El capitán manda

No falta un jefe de Estado, el capitán, en este caso, el sonriente Sverre Sovdnes, que en visita privada al puente de mando explica a EL PERIÓDICO las particularidades de la bestia, comandada todo el tiempo por al menos dos oficiales, más otros dos a cargo de la maquinaria, y toda una red de ingenieros, electricistas y operadores. «Lo mejor es su gran estabilidad, como mucho se desvía ocho grados», cuenta. No obstante, la informática alcanza cualquier detalle, desde el trazado de la ruta -que se inicia en Barcelona y recala en Livorno (Florencia / Pisa), Civitavecchia (Roma), Nápoles y Palma de Mallorca, para volver a la capital catalana- hasta la seguridad. Decenas de cámaras controlan el barco, y hasta una celda está lista para albergar a un eventual alborotador o delincuente. Pero para Sovdnes el enemigo número uno es el fuego. «No hay donde escapar», reflexiona, aunque la posibilidad de un incidente grave es mínima con el brutal servicio de detección y extinción por zonas.

Imposible volcar en estas líneas un diario de a bordo, cuando la máquina mide 329 metros de largo, pesa más de 155.000 toneladas y alberga casi 2.200 camarotes, incluido un Courtyard Villa en lo alto, o zona de acceso privado con 46 suites y mayormodos. La actividad es tan intensa durante una travesía (hasta 70 opciones, de cine a campeonatos de fútbol, pasando por talleres y mercadillos temáticos) que ni la primera jornada podría quedar reflejada.

El embarque, que generalmente es un momento explosivo ¿todos quieren entrar pronto, ver todo, comer lo antes posible, probarlo todo...¿ aquí hace honor a su nombre y es épico. Miles de personas pasan con celeridad (en general) por la terminal A del eficiente muelle Adossat (posiblemente el mejor de Europa) e inician la aventura. «Dios mío, cuánta gente, no sé yo...», dice un padre de familia al subir al bufet. La marabunta devora como si fuera el fin del mundo. ¿Quién dijo calorías?

El asunto gastronómico es esencial en este crucero, ya que la compañía NCL, que estrenó este barco hace un año, se desmarca por el llamado free style, que consiste en la libre elección de restaurantes y horarios para cenar. El sistema, indica Richard Janicki, director de hotel, al mando de todo lo que no es navegación, «gusta mucho a los españoles, que prefieren el ambiente informal y poder cenar tarde». Un modelo ideal para familias con niños, que abundan en el barco, aunque alguno puede echar de menos las galas del capitán y la liturgia de las cenas en dos turnos en comedores a lo Titanic que se hacen en otros buques.

Por contra, aquí el cliente elige entre 16 restaurantes cada noche, aunque 10 (especializados) requieren un suplemento de entre 10 y 25 dólares por persona para evitar masificaciones. El pago no evita que el Teppanyaki llene a diario, donde chefs asiáticos cocinan a pequeños grupos en vivo delicias niponas.

El entretenimiento es otro pilar del Epic, dividido en días y espacios diferentes de función para diversificar la oferta. Las entradas se reservan, gratis, y no hay aglomeraciones esta vez para ver espectáculos propios de grandes teatros estadounidenses, donde destacan los Blue Man y el Legends in Concert (con imitadores de las estrellas).

¿Y qué pasa con las escalas? Aunque un crucero permite visitar varias ciudades con comodidad -en excursiones organizadas o bien por libre y por menor precio-, hay gente interesada en permanecer el máximo tiempo en el barco, como si el resort fuera el destino. En las visitas se gasta, y en el crucero todo está incluido menos el alcohol. Muchos españoles han aprovechado las potentes ofertas (hasta 500 euros por persona y semana en interior, y 750 con balcón, según momento de compra) y saben que difícilmente habrían podido pagar menos ni yéndose a una playa local. Eso sí, conseguir hamaca al sol, un mínimo hueco, en día de navegación es misión de espeleólogo. En cambio, en las escalas, el que no se mueve se hace dueño de un barco casi vacío. Todo un placer.

Efímero, eso sí. Todos se quejan de que cuando dominan la vida en alta mar, se acaba. Madrugón y vuelta a empezar...