ASTRONOMÍA PARA TODOS LOS PÚBLICOS

Una peca en el Sol

ANTONIO MADRIDEJOS
BARCELONA

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Mañana podrá observarse en buena parte de la Tierra un tránsito de Venus, un hermoso fenómeno que acontece cuando este planeta pasa por delante del Sol y se convierte en una pequeña peca que va recorriendo su superficie. Es un fenómeno ciertamente sencillo, pero resulta tan poco habitual, a razón de dos veces cada 120 años, que ha movilizado a los aficionados de medio mundo y algunos incluso se han desplazado a los mejores lugares de observación, como el Ártico, Japón o Hawái. Desgraciadamente, Catalunya no es uno de ellos. En la mitad occidental de España, incluida Canarias, ni se apreciará.

«Es la última vez en mi vida, y en la vida de cualquiera, que existe la oportunidad de verlo -justifica Josep Bordes, de la agrupación astronómica Aster, de Barcelona-. Así que me es igual que la observación desde mi ciudad sea en mal horario y con unas perspectivas muy regulares. Yo pienso madrugar». La última ocasión fue en el 2004 y la próxima será en el 2117. Si hay oportunidad de verlo, no hay que mirar directamente al Sol, pues puede causar lesiones oculares.

Demasiado madrugador

En efecto, el fenómeno se verá desde Catalunya de forma discreta, por no decir nefasta. El problema es que el tránsito dura siete horas desde que Venus empieza a entrar por un extremo del Sol y sale por el otro, pero un observador situado en Barcelona, por ejemplo, solo lo puede ver en su etapa final. Cuando el astro salga por el horizonte (6.18 horas), Venus será un punto negro en su extremo y pronto desaparecerá. «El Sol estará muy bajo. Iremos a Montjuïc para observarlo con el horizonte despejado, pero igual las brumas matinales nos lo impiden», asume Bordes. «Me temo que se va a ver poco», añade Albert Morral, de la Agrupación Astronómica de Sabadell.

El fenómeno solo se podrá observar de manera completa en Asia oriental, Australia, Alaska y las regiones más septentrionales. Investigadores de la UB y el Parc Astronómic del Montsec han escogido para la observación las islas Svalvard, al norte de Noruega.

El fenómeno tuvo un antaño una indudable importancia científica. En el siglo XVIII se planificaron grandes expediciones para observar los dos tránsitos de aquella época (1761 y 1769) y así poder desentrañar uno de los mayores misterios de la ciencia: el tamaño real del sistema solar. La distancia relativa de los planetas era conocida, pero no sus distancias absolutas. «Halley se dio cuenta de que observando el tránsito desde varios lugares de la Tierra debería ser posible triangular la distancia a Venus», explica Josep Manel Carrasco, astrónomo de la UB. «Hoy hay otros medios para hacer esas cosas, pero los tránsitos siguen siendo una buena herramienta de divulgación», dice Bordes.

Carrasco insiste en que una de las utilidades científicas es servir de ensayo para la búsqueda de planetas extrasolares: cuando la luz que nos llega desde una estrella varía, es muy posible que sea debido al paso de un planeta. «Analizándolo al detalle el espectro de la luz podemos saber su tamaño, su periodo orbital y hasta su composición atmosférica», concluye.