RETO DEL SISTEMA EDUCATIVO

Uno de cada cuatro estudiantes de 15 años hace novillos

Alumnos del instituto Consell de Cent, en Barcelona, en la hora del patio, el lunes.

Alumnos del instituto Consell de Cent, en Barcelona, en la hora del patio, el lunes.

MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / BARCELONA

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El 28% de los estudiantes españoles de 15 años (más de uno de cada cuatro) admiten que hace novillos, con mayor o menor frecuencia. Sus ausencias de clase casi duplican las que cometen los chicos de su edad en la Unión Europea (15%) e incluso multiplican por 28 las de norcoreanos y japoneses (ambos con solo un 1% de absentismo). Los catalanes registran un 25% de faltas de asistencia, según recoge el Informe PISA 2012, el último que ha publicado la OCDE. El organismo admite que el absentismo y la impuntualidad -dos clásicos de la adolescencia- son dos de los factores que influyen en el fracaso escolar que más se están resistiendo a desaparecer de las aulas de todo el mundo. Y recuerda, en el informe en que analiza la situación específica de España, que una repetida falta de asistencia a clase es, en muchos casos, la antesala del abandono prematuro.

«Cuando un joven deja los estudios, no lo suele decidir de buenas a primeras. Normalmente, quienes fracasan, arrastran una trayectoria previa de ruptura, que debería poner en alerta a su familia y a sus profesores», indica Maribel García, profesora de Sociología de la Educación e investigadora del Grup de Recerca Educació i Treball (GRET) de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Y no solo eso: el absentismo no incide únicamente en los resultados académicos de los alumnos que lo protagonizan, sino que también afecta negativamente al clima escolar y distorsiona el ritmo global de las clases.

Por eso, porque hay que evitar que el problema se convierta en lacra, la Conselleria d'Ensenyament ha decidido que este curso dedicará especial atención a atajar el problema. «No puede ser que haya adolescentes que dejen de ir a clase porque no se levantan a la hora por la mañana o porque se pasan dos días haciendo cola para poder asistir al concierto de un cantante de moda... ¡Y que encima algunos lo hagan con el permiso de sus padres!», ha lamentado en alguna ocasión la consellera de Ensenyament, Irene Rigau. De hecho, según ella misma ha recordado varias veces, la lucha contra el absentismo y el abandono forma parte del plan en favor del éxito escolar aprobado hace dos años por la Generalitat y que debe estar totalmente desplegado antes del 2018.

CATÁLOGO DE BUENAS PRÁCTICAS

Como paso previo, la conselleria está elaborando un catálogo de buenas prácticas para determinar la magnitud del problema y cómo puede ser abordado por profesores y familias. Una vez esté elaborado el documento, «se definirán las iniciativas y estrategias formativas para favorecer la reincorporación al sistema de las personas en situación de absentismo y de abandono prematuro», reza el plan de Ensenyament.

«Es fundamental, que el problema se detecte de forma precoz, pero también es necesaria una corresponsabilidad de todos los agentes que forman parte del entorno del menor. Cualquier protocolo será insuficiente si familias, docentes y agentes públicos no actúan de forma coordinada», agrega García, que dedicó su tesis doctoral a analizar el absentismo. En otras palabras: si unos padres no envían a su hijo adolescente a dormir a una hora razonable, es posible que el chaval no se levante a tiempo para llegar al instituto y que se pierda de manera sistemática las primeras horas de clase, por mucho que el instituto se esfuerce por implantar controles de asistencia.

«Cuando a un estudiante se le ha de incluir en un protocolo, es porque no se ha hecho una buena prevención. La detección precoz es muy importante», agrega Jesús Martín, coordinador pedagógico del instituto Consell de Cent, en el barrio del Poble Sec de Barcelona, que ha logrado disminuir el absentismo prácticamente a cero estos últimos años. En su instituto, donde conviven estudiantes de numerosas nacionalidades distintas, la labor de los tutores y la coordinación entre los docentes es fundamental.

El objetivo que se ha marcado la Generalitat no es sencillo, coincide Jaume Funes, psicólogo, educador y experto en adolescencia. «Lo que hay que ver es por qué se produce el conflicto: no es lo mismo el chaval absentista en primer curso de ESO que el que ya está a punto de cumplir los 16 años o el que ha repetido algún curso», agrega Funes. «La desafección puede tener muchos orígenes -apostilla Maribel García-, desde las malas notas o las dificultades en el rendimiento que tiene el alumno hasta el hecho de que, por ejemplo, esté siendo víctima de bullying o que simplemente que se deje llevar por el grupo de amigos para sentirse integrado con sus iguales».

GENERACIÓN INSTAGRAM

Otro detonante del absentismo, sugiere también Jaume Funes, «es que a esta generación de Twitter e Instagram le cuesta cada vez más conectar o implicarse con una escuela que está a años luz de sus intereses». Pese a eso, el propio experto descarta que ahora se hagan más novillos. «En épocas de crisis, cuando las salidas laborales son difíciles para los jóvenes, es lógico que los chicos vayan yendo a clase... Aunque únicamente sea para no tener que escuchar los reproches de la familia si se quedan en casa», comenta.

«Lo que está claro es que en la mayoría de los casos el absentismo es más un síntoma que una causa: un síntoma de que el alumno tiene un problema personal, pero también un indicador de que hay algo en el colegio que no va bien», avisa Ismael Palacín, director de la fundación Jaume Bofill, especializada en el análisis del sistema educativo. «Las faltas de asistencia son más frecuentes en centros donde se han relajado las normas y donde los estudiantes ven que no pasa nada por no ir a clase», prosigue Palacín.

Eso no significa, agrega, «que el absentismo se tenga que combatir con mano dura, con más controles y con normativas escolares más estrictas». «Eso sería -indica el director de la Jaume Bofill- hacer un abordaje demasiado superficial del verdadero problema».