Una mujer mata a su amante para que no regrese con su esposa
MAYKA NAVARRO
SANTA COLOMA DE GRAMENET
La televisión estaba encendida al otro lado del tercero cuarta del número 74 de la calle de Mas Marí, en lo alto del barrio de Santa Rosa de Santa Coloma de Gramenet. Un hombre con acento ruso en pijama, bata de boatiné y zapatillas de andar por casa abrió la puerta y casi en susurros contó: «El cadáver estaba aquí». ¿Dónde? «Aquí, dentro del piso». ¿Se puede entrar? «No, la policía ha cerrado su habitación». El cadáver al que se refería el hombre correspondía a Leoncio Avelino, de 44 años, ecuatoriano, y al que presuntamente asesinó su expareja el fin de semana pasado según confesó ella misma en la comisaría de los Mossos a la que acudió a entregarse.
El lunes por la tarde dos mossos se personaron en la vivienda. Llamaron al timbre. «Les abrí la puerta como a usted, en pijama». Y, según el relato del vecino, antes de adentrarse en el recibidor los policías le explicaron: «Venimos buscando un cadáver». En ese piso convivían dos parejas. El fallecido con su presunta asesina, aunque en los últimos tiempos habían dado por finalizada su relación sentimental. Y el señor con acento ruso y su pareja, que fue quien abrió a los investigadores.
«¿Un cadáver aquí dentro?», se extrañó el inquilino. Los agentes preguntaron por las habitaciones de los dos ecuatorianos con los que convivían en la casa y hallaron el cadáver que buscaban. La autopsia determinó el martes que el hombre había sido axfisiado.
HORTA GUINARDÓ
Tres horas antes de que los agentes hallaran el cadáver se había presentado en la comisaría de Horta-Guinardó una mujer, Rocío. «Vengo a confesar que he matado a mi pareja», dijo en la puerta. Tras comprobar que aquellas palabras eran ciertas, quedó detenida.
La pareja llevaba más de un año conviviendo en ese piso de Santa Rosa. Ella trabajaba en una fábrica de Montcada i Reixach. Era habitual verla subir y bajar a pie las escaleras con el casco. Su compañero tenía problemas de trabajo. Su último contrato lo consiguió en Francia, en la construcción. Discutieron en agosto y decidieron separarse.
En la puerta vecina, pared con pared de aquellos pisos de Santa Coloma en los que todo se escucha, Josefa Padilla, de 94 años, confesaba no haberse enterado de nada. «Estoy sorda. Alguna vez ella me preguntó si necesitaba algo, pero yo ya tengo una mujer que viene a casa y me ayuda en lo que necesito».
En ese mismo rellano, en la puerta segunda, el señor Justo se mostró sorprendido por la noticia. «Fíjese que ella tenía cara de ser muy buena persona. Pero ya ve. Y dicen que le mató de asfixia. Menuda fuerza».
PISTOLA DE SILICONA
Al hombre le vieron el viernes sentado en uno de los bancos de una sola plaza que el ayuntamiento colocó justo frente a la portería donde se produjo el crimen. El hombre jugueteaba con una pistola de silicona. «Te la compro», le dijo Bartolo Correro, el carpintero de aluminio que tiene el taller justo al lado. No se la quiso vender.
El móvil fueron los celos. Leoncio Avelino tenía mujer y dos hijos en Ecuador y ante la escasez de trabajo en España, había decidido regresar a su país y empezar de nuevo. A pesar de que estaban separados, Rocío quiso retenerlo. Y para que no se fuera, en un ataque de ira le mató, según confesó.
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