ACOGIDA EN BARCELONA

De una guerra a otra

Visita a la residencia de viudas de militares abierta tras la guerra civil y donde se alojarán refugiados del conflicto sirio La Generalitat empezará en una semana una reforma limitada

TONI SUST / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En uno de los pisos, un cuadro en una pared: una mujer y un hombre, él vestido de militar, a pie, junto a su caballo. Presumiblemente, ella era una de las mujeres que se instaló en la residencia de viudas y huérfanos del Ejército, que se abrió al acabar la guerra civil, en 1939, en una de las alas de la histórica Casa Bloc de Sant Andreu. Hasta hace unos meses, 30 viudas vivían todavía allí. El Ejército las reubicó en otras residencias y el último habitante, que vigilaba las instalaciones, se fue en julio. El uso de la residencia pasó entonces a manos de la Generalitat, aunque ya era de su propiedad desde el 2000, cuando se lo traspasó la Diputación.

La Generalitat empezará la semana que viene las obras de reforma necesarias para que la antigua residencia, situada en la calle de la Residència, acoja temporalmente a los refugiados sirios, eritreos y afganos a los que se espera en Catalunya en noviembre, o incluso un poco antes. El inmueble, visitado ayer por EL PERIÓDICO, está en un estado relativamente bueno, que solo obliga a una reforma acotada.

La capacidad es de unas 200 plazas, explica Jordi Sanuy, director de Qualitat de l'Edificació i Rehabilitació de l'Habitatge. La residencia tiene seis plantas. De ellas, dos  fueron modificadas cuando el Ejército se hizo con el edificio, después de la guerra. De una planta de dúplex se hicieron dos plantas con habitaciones, 39, que pueden alojar a una o dos  personas. Las cuatro plantas superiores -dos niveles de dúplex- se conservan como se construyeron, aunque se fueron reformando: son los icónicos pisos pensados para obreros, de unos 80 metros cuadrados. Hay 26 dúplex en total: 24 de tres habitaciones y dos, los de los extremos, de dos. En la primera planta, cocina, baño y comedor, con terraza. Arriba, las habitaciones.

En verano, la Generalitat empezó las labores habituales en estos casos: tapiar el edificio hasta determinar su nuevo uso, para evitar ocupaciones. Pero las paredes que se habían levantado ya se han derribado de nuevo, como delatan las marcas.

Vigilen sus joyas

La planta baja (que ocupa un pedazo más grande en ese nivel que en los superiores, es decir, se come un poco de la planta baja del resto de la Casa Bloc) era una zona común para sus habitantes. Quedan libros, quedan muebles, quedan camas, muchas. Lo bajaron todo para llevárselo pero ahora se podrá aprovechar. En los cuartos quedan signos de una vida reciente. Muchas imágenes religiosas, un anuncio de la dirección que advierte a las señoras de que no descuiden sus joyas.

En la mayoría de los casos, las cocinas ecónomicas originales, de carbón, han sido cubiertas con una baldosa. Dice Sanuy que lo que está peor son las cocinas, por su desuso. La mayoría debía de comer abajo: la residencia cuenta con una cocina renovada hace tan solo dos años que parece nueva. También presente en la visita, el gerente del Incasòl, Albert Civit, explica que las mujeres que vivían arriba eran trasladadas a las habitaciones de abajo cuando su salud les dificultaba seguir en los dúplex.

A martillazos en la capilla

Una de las partes que más llama la atención es la capilla, o lo que queda de ella, ya desacralizada. Antes de irse, los responsables militares fueron advertidos por la Iglesia de que debían destruir los símbolos religiosos para evitar malos usos. La pila bautismal fue destruida a golpes. Del altar se arrancaron cuatro cruces, lo que laceró el mármol restante. Detrás del altar había una pared de madera. «Miren detrás», advirtieron los religiosos. Detrás de la madera había escondidas una serie de pinturas religiosas. Alguien las emborronó con pintura. En la sala anexa quedan figuras religiosas de yeso de tamaño natural. Y en un lateral, un confesionario  que escuchó pecados durante siete décadas.

Vea el vídeo de esta

noticia con el móvil o

en e-periodico.es