La batalla contra la corrupción

Una guerra de confidentes de varias policías sacude la lucha antidroga

J. G. ALBALAT A. BAQUERO
BARCELONA

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«Esto es una guerra de confidentes y os han utilizado contra mí». Manuel Gutiérrez Carbajo, un conocido confite -como son conocidos los confidentes en argot policial- de varios cuerpos policiales en Catalunya, se dirigía en estos términos a un guardia civil cuyos compañeros habían intervenido en un vehículo una partida de droga gracias a... un soplo. En su conversación, Carbajo -cuyos soplos habían contribuido a desmantelar las redes de corrupción policial de Martorell

y del Saratoga y el Riviera- sostenía que ese chivatazo era una venganza y que la droga en realidad era mala. Y lo era: de los 55 kilogramos incautados, solo uno era de cocaína.

Al leer el atestado de los guardias civiles, el juez de Barcelona Joaquín Aguirre creyó ver irregularidades y abrió una tortuosa investigación judicial -con 13.000 folios de sumario- en que han llegado a participar policías de asuntos internos de los Mossos d'Esquadra, la Policía Nacional y la Guardia Civil. Las pesquisas han permitido desmantelar una red de narcos -a la que pertenecía el confidente- que traficaba con cocaína, cristal y anabolizantes en el Baix Llobregat y el Garraf y que tenía en nómina a cinco mossos.

El caso ha puesto sobre la mesa la delgada línea roja en la que se mueven las relaciones de los policías con sus confidentes, y ha colocado en el alambre la labor antidroga -en algunos casos muy meritoria- de mossos, guardias civiles y policías nacionales. En la causa, además, hay conversaciones entre confidentes en las que se citan a guardias urbanos de Barcelona, funcionarios de prisiones, juristas, políticos y periodistas.

Tanto es así que en los autos de detención, el juez destaca que «existe una profunda relación de algunos de los posibles detenidos con miembros de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, incluso de alto rango». Hasta ahora solo se ha detenido a tres mossos, de los cuales el de mayor graduación no pasa de subinspector (y que está en prisión).

'CONFITES' NECESARIOS / Sin buenos confites no hay buenos servicios. Esa es la máxima policial. Los agentes precisan individuos que les puedan dar pistas de lo que se cuece en el mundo del narcotráfico. Y, salvo en raras ocasiones, solo se sabe lo que pasa ahí dentro cuando se está ahí metido. Ese es el caso de Gutiérrez Carbajo, el confidente número uno de los últimos grandes casos, así como de otros miembros de la red de traficantes tales como Marco Antonio Crespo o Juan Miguel Bono. El pinchazo de sus móviles ha revelado conversaciones en las que anuncian que van a dar a mandos policiales soplos para la detención de delincuentes.

Asímismo, las sospechas de corrupción de guardias civiles han quedado, por ahora, en una posible irregularidad en un atestado o un presunto delito de falsedad por el que hay 15 agentes imputados, a los que también se pinchó el teléfono. Una investigación de una comisaría de Policía Nacional no halló pruebas de corrupción.

Por ahora, solo tres mossos han sido detenidos: el subinspector Josep Ranea, subjefe de la comisaría de Vilanova i la Geltrú; el caporal Mauricio Llopis y el agente José Antonio Molina. Dos sargentos del cuerpo están siendo investigados. Estos tres mossos, a cambio de dinero, droga y regalos, informaban a la banda de si se les investigaba.

Así, el subinspector miraba las bases de datos para ver si alguno de los miembros de la red estaba siendo investigado o si alguna matrícula de coches que les seguían era de un vehículo policial. A cambio, recibía dinero -«el sobre»- o regalos como una Play Station.