Una avería en otro avión de Vueling deja seis horas tirados a 177 pasajeros en Venecia

La compañía fleta un avión desde El Prat para recoger a los afectados

CRISTINA BUESA / Venecia

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Al mismo tiempo que los170 pasajeros de Vueling procedentes de Dubrovnik alcanzaban por fin, tras 30 horas de espera, el aeropuerto de El Prat a las 20:30 horas del domingo, otro voluminoso grupo de usuarios hacía cola para facturar las maletas de un trayecto que iba a ser igualmente desafortunado. Los clientes del Venecia-Barcelona supieron nada más llegar al aeropuerto Marco Polo de la ciudad de los canales que su compañía llevaba una hora y 10 minutos de retraso, pero ni mucho menos podían imaginarse que no llegarían a la terminal T-1 hasta las 6:30 horas. Y todo el mismo fin de semana en el queJosep Piqué anunciaba que abandonaría la presidencia de la aerolínea catalana.

Sobre las 23 horas, los 177 viajeros afectados por el retraso se agolpaban frente al mostrador de la puerta número 12 con sus tarjetas de embarque. Habían facturado sus maletas un par de horas antes y se disponían a volar a Barcelona. La mayoría eran familias con niños que volvían de vacaciones, muchas de ellas procedentes de un crucero. El tiempo pasaba y el acceso al avión no se abría. Entonces, los dos empleados del aeropuerto veneciano que tuvieron que capear el temporal anunciaron que el VY6403 acumularía media hora más de demora.

El ambiente empezaba a caldearse y la situación empeoró cuando, tras múltiples especulaciones por la falta de información, los operarios aeroportuarios confesaron por megafonía que la agonía se alargaba hasta la una de la madrugada. "Estamos esperando la decisión del capitán", se excusaba en un inglés precario uno de los trabajadores al dar a entender que el avión estaba averiado. La llegada de refrescos y botellas de agua ofrecidas por Vueling era un mal presagio, como comentaban muchos de los perjudicados. Además, acto seguido se repartieron unas fotocopias con los derechos de los viajeros y las condiciones para reclamar en función de las horas de retraso. La mayoría de los damnificados se puso a calcular qué le iban a devolver.

Lo peor, como suele ocurrir con las averías, huelgas y demás desastres en los transportes fue la inexistente presencia de información veraz. En la era de las nuevas tecnologías, una vez más las aplicaciones de la propia compañía para móvil o el envío de sms a algunos viajeros revelaron que por lo menos hasta las 4:30 horas de la madrugada no habría un avión disponible, un aparato que enviaban desde El Prat.

Por si las moscas, el personal había reclamado la presencia de la policía porque de los nervios se había pasado a la alteración e incluso unos pasajeros gamberros habían asaltado una cafetería. Sin embargo, el cansancio se fue apoderando de los pasajeros y, al saber que Vueling enviaría otro avión para sustituir al que supuestamente se había estropeado, la moqueta de las instalaciones se fue cubriendo de cuerpos que yacían exhaustos.

Lentamente se fueron despertando. Mientras algunos inmortalizaban en foto o en vídeo el poco apetecible desenlace de sus vacaciones, el resto volvía a la formación inicial: frente al mostrador para embarcar.