UNA TARDE HISTÓRICA

El último olé

Los aficionados que llenaron la Monumental estuvieron más por las faenas que por hacerse oír

Ramón Vendrell

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Todo deportividad y clase, sportsmen de los que el marqués de Queensbury estaría orgulloso, una treintena de paladines de los animales protegidos por más o menos los mismos mossos d'esquadra recibieron ayer a los aficionados que iban a la última corrida de toros en Catalunya con pancartas con lemas como Adéu, RIP, Mai més y Por fin. A esto se le llama saber ganar. Al término del festejo seguían con sus cartelones y sus gritos en la esquina de Gran Via con Marina, Llobregat-montaña, pero los agentes habían relajado su cuidado, quizá ocupados en evitar atropellos entre la muchedumbre que había sacado a hombros de la Monumental a los tres toreros de la tarde, José Tomás, Serafín Marín y Juan Mora. De manera que un reducido grupo de taurinos con la sangre encendida arremetió contra los proanimales. La policía controló rápidamente la trifulca, si bien los animalistas quedaron rodeados por un gentío que gritaba «¡libertad, libertad!». Los diestros subían Marina arriba a caballo de la afición. Hasta la Pedrera llegó Marín.

BOLERO-PUNK / La búsqueda de un equivalente musical del ánimo de la Monumental ayer arroja como resultado una nueva fusión, el bolero-punk (aunque las versiones que el sísmico Bambino hacía de boleros por bulerías y rumba ya anticipaban la etiqueta).

El bolero: la mayoría de los asistentes estaban dolidos y despechados, pero de una forma fatalista, resignada.

El punk: una minoría encabezada por la juvenil Unión de Taurinos y Aficionados de Catalunya (UTYAC) animaba a aullar el descontento y a pelear por la defensa de la fiesta. Dos maneras de digerir la bilis tragada por la violenta agresión que para todos ellos ha significado el veto de su pasión. Dos maneras de encarar el futuro.

Las esperanzas taurinas están ahora depositadas en el recurso que el PP presentó ante el Tribunal Constitucional contra la prohibición catalana y en la iniciativa legislativa popular (ILP) impulsada por la Federación de Entidades Taurinas de Catalunya para pedir al Congreso de los Diputados que declare la tauromaquia bien de interés cultural y revoque la abolición. Fernando del Arco de Izco, fundador del Círculo Taurino Amigos de la Dinastía Bienvenida de Barcelona, opina en un texto del programa de la corrida que la prohibición estará en vigor todo el 2012 y después será anulada por una de las dos vías. «La fiesta resurgirá como un ave fénix», afirma en el escrito. Pero muchos espectadores eran más escépticos.

'ESTELADES' / En los tendidos, abarrotados por 20.000 personas, senyeres (CiU y PSC, la misma mierda son, ponía en una de ellas, seguramente en referencia a la tibieza socialista durante el proceso parlamentario de la ILP), banderas del Barça e incluso alguna estelada reivindicaban la catalanidad de los toros. Y pancartas con artículos legislativos como «la tauromaquia es disciplina artística» y «se garantizará y promoverá el patrimonio histórico, cultural y artístico español» intentaban presionar al Tribunal Constitucional y al Gobierno, más al futuro que al actual.

La tarde comenzó y terminó igual: con toda la plaza en pie gritando «¡libertad, libertad!». Pero desde que salió al ruedo el primer toro hasta que las caballerías retiraron de la arena el cuerpo del último, con el nombre poco apto para ingresar en la mitología taurina de Duda-Alegre, apenas hubo protestas. Alguna otra petición de «¡libertad!» y de «¡justicia!» y poca cosa más. El personal estaba más por disfrutar de las faenas de los diestros que por hacerse oír. De hecho en los dos toros de José Tomás, cuando algún bramido rompió la conmovedora mudez de la Monumental ante el hombre de hielo, fue solo para cosechar exigencias de silencio.

Cortaron dos orejas José Tomás y Serafín Marín, con el segundo y el sexto de la tarde, y habrían sido más si la presidencia se hubiera dejado llevar por el entusiasmo con que la plaza reclamaba trofeos. Había sobreexcitación.

«CONTINUARÁ» / Hubo repetidos guiños a Catalunya. Serafín Marín utilizó en su primer astado un capote con la senyera en la parte interior y algo que podría ser una interpretación del cartel de María Franco para la feria de la Mercé o las caras de Bélmez en versión taurina y colorista en la parte exterior. La ovación a José Tomás durante una vuelta al ruedo se multiplicó al recoger este una bandera catalana que le arrojaron.

Finalizado el espectáculo, centenares de espectadores saltaron al ruedo para sacar a los tres matadores por la puerta grande de la Monumental. No por la lidia sino porque era la última corrida. Socios de la

UTYAC desplegaron entonces una pancarta en la que, como en las viejas historietas, se leía «continuará...».

Por si acaso no hay marcha atrás y la jornada acaba siendo histórica de verdad, muchos aficionados recogieron albero. En bolsas, en frascos, en tubos de ensayo, en botellas de plástico. Igual que cuando cayó el muro de Berlín los berlineses recogían cascotes.

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