JUICIO POR EL ASESINATO DE UNA DIRIGENTE DEL PP EN LEÓN

La hija de la asesina asegura que pidió a su madre que no matara a Isabel Carrasco

Triana Martínez declara en el juicio por el asesinato de Isabel Carrasco, este miércoles.

Triana Martínez declara en el juicio por el asesinato de Isabel Carrasco, este miércoles. / periodico

OLGA PEREDA / LEÓN

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Vestida de negro, con el pelo recogido, la cara lavada y el gesto serio, Triana Martínez, de 36 años, se ha sentado en el banquillo de los acusados, donde ha hecho gala de unos nervios de acero y una prodigiosa (y muy selectiva) memoria. A diferencia de su madre -asesina confesa de Isabel Carrasco, Isabel Carrasco presidenta de la Diputación de León y líder del PP en la provincia- Triana no ha soltado una sola lágrima durante la segunda jornada del juicio que se celebra en la Audiencia de León. 

Ha dejado claro que ella no tuvo nada que ver con el asesinato a tiros en plena calle, en mayo del 2014. Matarla fue exclusivamente cosa de su madre, Montserrat González, que terminó así con la vida de la mujer que estaba haciendo la vida imposible a su hija. Tanto en el terreno personal (supuestamente Triana sufrió por su culpa una fuerte depresión que la llevó a perder 25 kilos) y profesional (no volvió a trabajar en la Diputación y, debido a la supuesta presión de Carrasco, no había empresario que la contratara). 

Triana era consciente de que su "mamá" (como la ha llamado en numerosas ocasiones dejando entrever su fuerte dependencia) quería acabar con la vida de Carrasco. Pero ella se lo advirtió: "No la mates, no hagas una tontería". Ni el fiscal ni los abogados de la acusación se creen su versión. Por eso, piden 23 años de cárcel tanto para Montserrat como para Triana, así como para Raquel Gago, amiga de Triana y, según la acusación, colaboradora necesaria para el crimen. El abogado defensor, por contra, pide que la pena carcelaria de Montserrat, de la que asegura que un transtorno mental le llevó a cometer el asesinato, no pase de los ocho años. Mientras, demanda la libre absolución de Triana ya que, según su versión, no tuvo nada que ver. El abogado de Raquel Gago también solicita la absolución de su clienta.

"ME BESÓ, ME ENTRÓ"

Al contrario que su madre, Triana sí ha querido contestar al fiscal, Emiliano Fernández. A él le ha dicho que, hacía tiempo, "mamá" le había preguntado por cómo comprar un arma. Pero ella se negó a entrar en eso. "No me esperaba que me lo dijera. Cuando mi ordenador me avisó de que mamá estaba haciendo ese tipo de búsquedas, le dije que no lo hiciera". Triana repitió que, tras tener una buena relación con la todopoderosa y temida Carrasco, en enero del 2010 todo se torció, después de que la dirigente del PP (partido al que también ella estaba afiliada) quisiera mantener una relación sexual con ella. "Me besó, me entró, se me insinuó", contó describiendo perfectamente la casa de la presidenta de la Diputación, dejando ver que, efectivamente, ese encuentro se produjo. "Cuando sucedió aquello, Isabel me dijo que me quedara en su casa, que no pasaba nada. Que si me quedaba tenía mucho que ganar y poco que perder. Pero me fui", narró Triana, ingeniera de telecomunicaciones que por aquel entonces trataba de hacerse un hueco laboral fijo en la Diputación, donde hasta entonces trabajaba como interina. 

El fiscal, sin embargo, puso de manifiesto que en sus primeras declaraciones policiales, Triana nunca dijo nada de ese supuesto acoso sexual. La primera vez que lo mencionó fue siete meses después del asesinato. "Me dio vergüenza contarlo antes. Me sentía mal. Solo se lo había contado a mi madre". 

EXCULPA A SU AMIGA

"Yo no me puso de acuerdo con mi madre para matar a Isabel", concluyó. Triana no solo se exculpó a sí misma sino también a su amiga Raquel Gago, policía local de profesión y tercera acusada del crimen. "Nunca hablé con ella de armas. Al verla aquí [en la Audiencia provincial de León, donde se desarrolla el juicio] siento pena porque la metí en un problema", ha afirmado mientras su amiga, que ni ha pestañeado durante su declaración, miraba cabizbaja al infinito. Su madre, sin embargo, no dejó de contemplar a su hija del alma.