Gente corriente

Toni Ginard: "La ola ni avisa ni espera; si no estás, te la pierdes"

Sabe, como pocos, lo que es estar en la cresta de la ola. Sabe lo que cuesta, pero sobre todo sabe lo efímero que es.

«La ola ni avisa ni espera; si no estás, te la pierdes»_MEDIA_1

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CARME ESCALES

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Toni Ginard nació en Barcelona, el 9 de marzo de 1976. El día 20 de ese mismo mes, que era Semana Santa, su madre lo llevó a bañar a la playa de San Sebastián de la Barceloneta, el vecino barrio del Gòtic en el que vivían. Aquel primer baño en el Mediterráneo, con tan solo 11 días de vida, fue el bautizo de un -a partir de entonces- asiduo a las olas del mar. Pasó de perseguirlas con su propio cuerpo, a dejar que estas le sirvieran su mayor y preferida emoción en bandeja.

-Digamos que, antes de surfear sobre una tabla, ya le había tomado el pulso a las olas.

-Sí, muchísimas veces. He vivido 25 años delante del mar, y la afición de mi madre y mi abuela de broncearse, hizo que yo me pasara la infancia todo el día en la playa. Mientras ellas tomaban el sol, yo nadaba y jugaba con las olas, pero con mi cuerpo.

-¿Cuáles fueron los primeros surfistas a los que vio?

-Bueno, a los primeros los vi en televisión y en el cine. La película El gran miércoles (John Milius, Estados Unidos, 1978) creo que todos los aficionados al surf la hemos visto.

-Tres chicos pasan el día surfeando y ligando con chicas, ese es el argumento del film. ¿Tanto se liga? Hay quien pide a los surfistas hacerse fotos con su tabla para fardar.

-La imagen del surfero californiano tiene mucho que ver con ello. Un tío con muy buena forma física, domina el equilibrio sobre la tabla y, seguramente porque el surfer transmite esa sensación de libertad y de hacer lo que quiere. Todo eso proyecta atractivo. Yo quería ser como los chicos de los vídeos de surf. De todos modos, en Barcelona debe ser más fácil ligar que surfear, porque hay muchas más chicas que olas.

-¿Cómo fue su primera vez con la tabla?

-Fue en el 97 o así. Aún no se veían surfers en las playas de Barcelona, no había escuelas ni neoprenos, pero a mí aquello me atraía. Quería probarlo. Y un día, en una tienda de deportes en el Eixample, vi tablas de segunda mano y me compré una. Me costó 40.000 pesetas. Estaba supercontento, pero no sabía qué hacer con ella. Con jersey de licra y bañador, me metí con ella en el mar, delante del Club Natació Barcelona. Cogiéndome en la cuerda de las boyas intentaba seguir las olas. Era del todo autodidacta hasta que abrieron una escuela en la Barceloneta y me apunté.

-¿Ha participado en competiciones?

-No. Yo practico surf como deporte y por el placer que me hace sentir.

-¿Cómo es ese placer en el momento en el que está de pie acompañando a la ola?

-Sientes una emoción que te sube por dentro desde el estómago y ganas de gritar.

-Los surfistas son esclavos de la meteorología, más que payeses y esquiadores... ¿Cuántos días de olas hay en Barcelona?

-Entre 50 y 70, depende del año. Pero con olas grandes -de dos metros son las ideales-, muy pocos. El esquiador, al menos, sabe que durante un periodo de tiempo, semanas, meses, tiene garantizada la práctica de su deporte. Las olas, en cambio, ni avisan, ni esperan, si no estás, te las pierdes. En Barcelona, así es. Pero estamos siempre pendientes de la previsión del tiempo.

-¿Cuántos días lleva ahora sin surfear?

-Un mes y medio. Estoy que me subo por las paredes. Y olas buenas buenas, hace dos o tres meses que no hay. En Navidad suele haber buenas olas aquí en Barcelona.

-¿Está bien que el surf en Barcelona aparezca como reclamo en guías turísticas?

-No demasiado. En comparación hay más surfistas en Barcelona que en toda la costa cantábrica donde tienen olas todo el año.

-¿Qué suelen hacer los surfistas cuando no hay viento suficiente para hacer olas?

-Muchos somos skaters. Yo hacía también snowboard hasta que me lesioné, pero sigo haciendo skate. En todos estos deportes, el movimiento empieza con la cabeza y te deslizas. Hay quien se pasa al pádel surf o al kitesurf. O ahorramos para ir a Indonesia, Francia, Canarias, Portugal o a Za-

rautz (Guipúzcoa), que es como la meca. En el mar Cantábrico oyes mucho catalán.