RETO DEL SISTEMA EDUCATIVO

El temor al acoso escolar empuja a niños brillantes a ocultar su talento

MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / BARCELONA

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Hubo un momento, cuando Marc estaba casi terminando la primaria, en que eso de sacar las mejores notas de la clase empezó a ser un problema. Los compañeros, recuerda ahora este joven, que acaba de ingresar en la universidad, le rechazaron y él acabó sintiéndose un bicho raro. «Eso duró un tiempo, hasta el segundo año de instituto más o menos... Terminó cuando decidí cambiar y adaptar mi forma de relacionarme con ellos», explica el chico con la distancia que dan los cuatro, cinco años transcurridos desde entonces. «Supongo que yo también debía de parecerles un tanto repelente», rememora con tristeza.

Como le ocurrió a Marc (el nombre es ficticio; su historia, totalmente real), los problemas para muchos superdotados o para aquellos que destacan en alguna disciplina o talento acostumbran a aparecer entre los 9 y los 13 años, cuentan los psicólogos. En esos momentos, los chicos que despuntan académicamente pueden tener dificultades de integración, porque sus intereses no coinciden con los de los demás chicos de su edad. Algunos se retraen y crean su propio mundo interior. Otros acaban siendo víctimas del acoso escolar o bullying.

«Precisamente porque no quieren parecer bichos raros, porque no desean distinguirse de su grupo de amigos, muchos de ellos simulan no entender las cosas, banalizan el conocimiento», explicaba recientemente a este diario Natàlia Lujan, pedagoga y coordinadora de un grupo de trabajo que investiga y trata a estudiantes con altas capacidades intelectuales. Curiosamente, «las chicas son las que más disimulan», destacó Lujan. De esta manera, haciéndose pasar por menos listos, estos jóvenes consiguen ser aceptados por el grupo y evitan ser atosigados por los compañeros.

En una sociedad que parece «premiar la mediocridad», al menos por lo que se está viendo en algunos programas de televisión, «hay que hacer un esfuerzo importante para que la persona brillante sea identificada y correctamente estimulada. No se debe permitir que un alumno esconda su talento para no sentirse diferente», clamaba esta semana la consellera de Ensenyament, Irene Rigau, en el acto de entrega de los premios extraordinarios de bachillerato, que este año han recibido 35 estudiantes catalanes con una nota media igual o superior a un 8,75.

EL PODER DEL GRUPO

Pero no se trata solo de evitar que el alumno excelente se oculte y vea frustradas sus expectativas. A la hora de formar los grupos de clase -una tarea que supone un auténtico quebradero de cabeza para la mayoría de los claustros de profesores, como señala Aina Tarabini, profesora de Sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB)-, también hay que adoptar medidas que garanticen el progreso global e individual de todos los estudiantes.

«La composición de la clase determina las formas de relacionarse de los alumnos», explicó Tarabini el pasado jueves, en la presentación de su estudio ¿Excluyen los centros de secundaria a los alumnos con más dificultades?, elaborado para la fundación Jaume Bofill. En su opinión, «la decisión sobre cómo se agrupan los alumnos se encuentra en estos momentos excesivamente en manos de los centros». La Administración, sugiere, debería «generar las condiciones para que los centros puedan conformar grupos de clase lo más heterogéneos posible, porque son estos los que generan más equidad».

Los responsables de distribuir los grupos han de tener en cuenta, entre otros factores, que la combinación de perfiles propicie el trabajo colaborativo. «Cuando una clase se orienta a la competición es más fácil que las personas que no siguen el ritmo del grupo se den por vencidas y abandonen. En cambio, el grupo que fomenta la colaboración consigue una mayor inclusión de los alumnos», defiende Màrius Martínez, profesor de Pedagogía Aplicada en la UAB. Es más, agrega Martínez, «en los grupos que promueven la colaboración, los estudiantes reducen su nivel de angustia, porque les resulta más fácil preguntar y resolver sus dudas con los compañeros, entre iguales, en lugar de tener que recurrir al profesor». «Los sistemas educativos más potentes -subraya el pedagogo- son los que optan por la diversidad, de forma equitativa».