COLECTIVO EN LUCHA

El taxi, en pie de guerra

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / MADRID

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La mujer del quiosco de la plaza de las Cortes temía por su género. "Es una de las protestas más ruidosas que recuerdo". La señora tendrá unos 50 años, así que tiene memoria de sobra en la que buscar. El taxi es lo que la ha tenido inquieta buena parte de la mañana, aunque no había nada que temer, ya que los cerca de 10.000 conductores que han desfilado por el centro de Madrid han cumplido con lo que se espera de este vehemente colectivo. Petardos, proclamas y cánticos, con algún que otro intento de asaltar el perímetro de seguridad, para, una vez más, dejar claro su rotundo rechazo a los nuevos modelos de negocio que quieren arañar una parte del pastel del transporte. Básicamente, las aplicaciones Uber y Cabify.

El objetivo de esta nueva demostración de fuerza -una de las movilizaciones del taxi más multitudinarias de la historia- era afinar en el destino final de sus demandas. En Barcelona ya visitaron el Parlament de Catalunya, el ayuntamiento y la delegación del Gobierno. Pero quien mueve el tablero, quien impone las reglas del juego, es el poder legislativo, esto es, el Congreso de los Diputados. Y así es cómo volvemos a la señora que vende diarios y su temor tan fundado como inocuo, alimentado por la pasión de conductores llegados de Catalunya, Andalucía, Asturias, Galicia, Cantabria, València, Francia, Bélgica o Argentina.

BATALLA DE SIGLAS

La manifestación ha partido poco antes de las 12 de mediodía de Atocha no sin antes 'regalar' un nuevo capítulo de la particular guerra de siglas que el taxi experimenta demasiado de vez en cuando. Unas asociaciones han plantado sus coches un poco más para allá, ya en terreno avanzado de la protesta, para que sus logos y sus emblemas brillaran en todos los informativos, para sorpresa de compañeros de otros sindicatos, que han tenido que labrarse un hueco en la cabecera a codazos.

Pero una vez superado el mal endémico, la manifestación ha sido un auténtico festival. Una banda sonora caótica (un auténtico dineral en petardos, por gentileza de los chóferes valencianos) pero con un mismo patrón: el máximo ruido posible porque el derecho a pataleta, sin ser universal, si es un alivio. El lamento del taxi ha llegado a oídos del ministro de Fomento, Iñigo de la Serna, que este martes ha abogado por incrementar los controles sobre las licencias de alquiler de vehículos con conductor, las denominadas VTC, con las que operan empresas como Uber o Cabify.

Sus palabras, sin embargo, esconden una cierta trampa burocrática, pues a la vez que ha prometido mayor fiscalización de estas compañías, también ha recordado que son las comunidades autónomas las que deben velar por el cumplimiento de una normativa que, a juicio del titular de Fomento, ya es muy restrictiva respecto a los límites de estas licencias.

"HASTA LOS HUEVOS"

Mientras De la Serna cedía muy entre comillas, las pancartas en la fuente de Neptuno pedían “más políticos y menos mamarrachos”. Mientras el Gobierno compartía la idea de un mayor control de las VTC, los taxistas, a escasos 300 metros de la Cámara baja, gritaban: “Estamos hasta los huevos”. Visto el tono de sus palabras y la expresión de sus ojos, se diría que están realmente hasta donde dicen estar.

Todo ese sentir lo han resumido en ocho puntos que han expuesto a los grupos parlamentarios que han tenido a bien recibirles en el Congreso este martes. Concha Guardado, presidenta de Elite Madrid, detallaba así lo expuesto a los parlamentarios sobre los límites que deberían regir la actividad de Uber y Cabify: “Cumplir la ratio de una VTC por cada 30 taxis (así lo dicta la ley), determinar el origen desde el cual estas licencias pueden operar (campamento base), modificar su epígrafe fiscal para que no tributen al 10% sino al 21% al ser un artículo de lujo, que trabajen solo en la comunidad que les brinde el permiso, que solo el taxi sea considerado un servicio público, que las VTC sean más y mejor identificables, que deban ponerse en funcionamiento en un tiempo límite en cuanto se otorgue la licencia y, por último, evitar la especulación de la compraventa de VTC”.

Respecto a este último punto, los números invitan a levantar una ceja: cada licencia tiene un coste de 36,05 euros en tasas y se están vendiendo a más de 40.000 euros, un negocio extremadamente redondo. En resumidas cuentas, el taxi demanda un traje a medida para que estos negocios funcionen lo justo y al margen del gremio.

Algunas de las entidades más representativas del sector, la Confederación de Taxistas Autónomos de España, la Mesa Estatal del Taxi y, sobre todo, Elite Taxi, amenazan con paros indefinidos a partir de finales de julio si el gobierno de Mariano Rajoy no ha puesto antes en vereda a las empresas que explotan las licencias de alquiler de vehículos con conductor. En la capital catalana ya se han registrado cuatro movilizaciones en medio año.

BASTA DE "MENTIRAS"

Uber, poco dada a entrar en el cara a cara, ha aprovechado la protesta en Madrid para aportar su punto de vista. Esta plataforma de transporte ha invitado al taxi y a la Administración a sentarse con ellos para exponer “de manera constructiva” cada uno de sus argumentos para conseguir que España “pase a la movilidad del siglo XXI”.

Yuri Fernández, portavoz de la compañía, ha asegurado a Efe que este conflicto “tiene solución”, y ha lamentado “las mentiras” que se cuentan sobre el modus operandi de esta multinacional. También ha sostenido que liberalizar el mercado de las VTC crearía 70.000 empleos, además de reducir el coste del transporte a la mitad. El taxi responde que ellos ya generan más de 100.000 puestos de trabajo y que pagan más de 1.000 millones en impuestos.

La anécdota de la jornada la ha protagoniza el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, que ha decidido bajar a Neptuno para aplaudir el empuje del taxi. Cuando llevaba escasos sgundos en la escena, un huevo ha sobrevolado la manifestación y ha impactado a su vera. Su camisa ha quedado perdida. También la parte lateral derecha de su melena. En menor grado, también se ha visto afectado el diputado de En Comú Podem Xavier Domènech. Se han lanzado otros objetos, pero los incidentes han brillado por su ausencia. Pero mientras no haya cambios legislativos a la altura de lo que solicita el colectivo, esto del taxi es sin duda un hasta pronto.