El Supremo de EEUU legaliza los matrimonios gais en todo el país

Una multitud celebra la histórica sentencia ante la fachada del Supremo estadounidense, en Washington.

Una multitud celebra la histórica sentencia ante la fachada del Supremo estadounidense, en Washington. / AFP / MLADEN ANTONOV

RICARDO MIR DE FRANCIA
WASHINGTON

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En un día extraordinariamente oscuro para la libertad y los derechos humanos en el mundo, marcado por brutales atentados terroristas en tres continentes, el Tribunal Supremo de Estados Unidos puso el contrapunto con una decisión histórica. El alto tribunal afirmó la constitucionalidad de los matrimonios del mismo sexo, lo que en términos prácticos implica su legalización en los 50 estados del país, incluso en aquellos que lo habían prohibido explícitamente. La sentencia del Supremo, que dividió a sus nueve magistrados, refleja los cambios meteóricos de los últimos años en la opinión pública, una evolución de la que ha sido partícipe el presidente Barack Obama.

Cientos de personas se reunieron en las escaleras del Supremo en Washington para celebrar una sentencia que formará parte de los libros de historia. Un dictamen que resonó también en otros lugares icónicos para el movimiento por los derechos de las lesbianas, gais, bisexuales y transexuales (LGBT) como San Francisco o el Greenwich Village neoyorquino, donde los disturbios de 1969 ante el Stonewall Inn transformaron el curso de la causa por la liberación homosexual. «Esta sentencia es una victoria para América», proclamó Obama desde los jardines de la Casa Blanca. «Reafirma que todos los estadounidenses tienen derecho a la misma protección bajo la ley, que todo el mundo debería ser tratado igual al margen de quién sea o a quién ame».

La misma dignidad

Los nueve jueces del Supremo votaron divididos desde sus trincheras ideológicas. Y una vez más fue el magistrado John Roberts quien decantó la balanza por cinco votos a cuatro al aliarse con sus colegas progresistas. «Sería erróneo decir que estos hombres y mujeres no tienen respeto por la idea del matrimonio», escribió Roberts para fundamentar su opinión. «Tienen la esperanza de no vivir condenados a la soledad, excluidos de una de las instituciones más antiguas de la civilización. Reclaman la misma dignidad a ojos de la ley. Y la Constitución les garantiza ese derecho».

Desde que Massachusetts legalizó los matrimonios del mismo sexo en el 2004, otros 35 estados han seguido su estela, ya fuera a través de veredictos judiciales, iniciativas populares o leyes surgidas de sus parlamentos. Pero otros 14 estados del sur y el Medio Oeste seguían sin oficiar ni reconocer los matrimonios homosexuales formalizados en otras jurisdicciones. Con la decisión de ayer en el Supremo tendrán que hacerlo. La sentencia Obergefell vs Hodges pone punto y final a una batalla ganada a base de décadas de activismo.

La opinión pública estaba de su lado. Del 37% de estadounidenses que respaldaba los matrimonios homosexuales en el 2009 se pasó en mayo al 57%, según una encuesta del Pew Center. Los jóvenes, los votantes demócratas y los ciudadanos sin afiliación religiosa han estado al frente de este vuelco en la opinión de la ciudadanía. Pero también ha resultado fundamental la iniciativa de la Administración de Obama. El presidente no respaldó públicamente los matrimonios homosexuales hasta el 2012, pero desde el primer día de su mandato trabajó para acabar con la discriminación de la comunidad LGBT.

Obama enterró la norma No preguntes, no digas, que impedía a los homosexuales declarados servir en el Ejército, y dejó de defender en los tribunales la ley de defensa del matrimonio, con la que el Gobierno federal negaba ayudas públicas y otros beneficios a las parejas homosexuales casadas. Hace dos años, el Supremo declaró esa ley inconstitucional.

Esta vez el alto tribunal debía pronunciarse sobre las leyes de cuatro estados que definen el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer. Para los conservadores debía imperar la libertad religiosa y los derechos de los estados, pero el Supremo ha dado prioridad al concepto de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley pese a la firme oposición de varios de sus magistrados. El conservador Antonin Scalia escribió que el cambio en la jurisprudencia es «una amenaza para la democracia americana», que arrebata al pueblo «la libertad para gobernarse a sí mismo».