INFORME ANUAL

SOS Racisme denuncia una xenofobia "cotidiana" y soterrada en Catalunya

La oenegé acusa a las administraciones públicas de fomentar la discriminación

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MAURICIO BERNAL / BARCELONA

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Hay racismo en Catalunya, pero es un racismo que no se manifiesta en acciones grandilocuentes, y eso hace que tienda a pasar desapercibido, al menos para una parte de la sociedad. “Es un racismo cotidiano que afecta al día a día de las personas”, ha explicado Alicia Rodríguez, coordinadora del Servicio de Atención y Denuncia de SOS Racisme, durante la presentación del informe anual Estado del Racismo en Catalunya. Cuatro de cada 10 personas que acudieron durante el 2015 a este servicio no denunciaron la situación de la que habían sido víctimas; para la justicia y las administraciones, fueron casos que no existieron.

“No denuncian por miedo, por desconocimiento de sus derechos, por desconocimiento de la legalidad vigente y por desconfianza hacia las instituciones”, explicó Rodríguez. Hay muchos factores que contribuyen a que sea un fenómeno invisible, entre ellos que “la víctima tiende a asumir la discriminación como parte de su vida”, y que “la sociedad no contempla la gravedad de los hechos”. Pero eso no significa, ni mucho menos, que no exista: “El racismo es un problema que sufrimos en nuestra sociedad”, sentenció la directora de la oenegé, Alba Cuevas.

Los casos que sí se convirtieron en denuncia ponen de manifiesto la “cronificación” de dos tipos de racismo: el que involucra a agentes de las fuerzas de seguridad (el 35% de los casos llegados a la organización) y el que se produce entre particulares y vecinos (30%). También preocupa la discriminación en el acceso a derechos sociales, “en concreto, en el acceso a la sanidad, la educación, la vivienda y el padrón”, explicó Rodríguez. En el 2012 suponían el 8%; el año pasado ya representaron el 20% de los casos gestionados por la oenegé.

AGENTES DISCRIMINADORES

SOS Racisme denuncia en su informe la actitud de las administraciones frente al problema, a las que acusa no solo de ignorarlo y minimizarlo sino de ser directamente “agentes discriminadores”. “El que ha de garantizar que no haya discriminación es el que perpetra la discriminación”, lamentó Cuevas, "bien por inacción o bien por falta de voluntad política para prevenir las situaciones de xenofobia”. Las administraciones, por ejemplo, explicó la responsable, renuncian a su deber de ejercer como observatorio de los casos de racismo. O la ley catalana de no discriminación, que llegó a ser un objetivo de la pasada legislatura “y ahí se quedó”. Son ejemplos de inacción. Los casos en que las administraciones miran para otro lado.

Lo cual no quiere decir que no ejerzan la discriminación activa. “La ley de extranjería es el paraguas del racismo por acción”, denunció Cuevas. Eso para empezar. Cuestiones más concretas como denegar el acceso a la sanidad o llevar a cabo identificaciones por perfil étnico, los obstáculos que encuentran los inmigrantes para acceder a la nacionalidad, los que interponen algunos municipios para inscribirlos en el padrón, todas son acciones racistas. En general, “las administraciones hacen un gran esfuerzo por quitar visibilidad al racismo”.

Aquí no hay un racismo abierto y expresivo como en otros países del entorno. Lo hay, pero soterrado. Los casos relacionados con acciones de grupos de extrema derecha, por ejemplo, solo representaron el 1% de los que llegaron al servicio de atención de la oenegé. La sociedad no lo ve y las víctimas conviven con ello. “Nos parece peligroso”, resumieron las responsables.

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