ENCUENTRO DE PRELADOS

Fuerte resistencia al aperturismo del Papa en el sínodo de la familia

El Papa habla con el cardenal Lluís Martínez Sistach, ayer en el Vaticano.

El Papa habla con el cardenal Lluís Martínez Sistach, ayer en el Vaticano.

IRENE SAVIO
ROMA

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El sínodo sobre la familia, la reunión en la que 270 obispos católicos están decidiendo si modernizar la visión de la Iglesia sobre las sociedades actuales, cierra hoy su primera semana marcado por la fuerte resistencia de los prelados conservadores al aperturismo impulsado por el Papa. Una oposición a las reformas deseadas por Francisco sobre temas como los divorciados y los homosexuales que, como subrayan algunos analistas, amenaza con dejar en punto muerto una renovación de la Iglesia que hasta la fecha apenas se ha podido concretar. Con las consecuencias imprevisibles que eso conllevaría para el pontificado de Jorge Bergoglio.

«Si vinieron a Roma con la idea de un cambio espectacular de la doctrina de la Iglesia, van a quedar decepcionados». Así, con estas incendiarias palabras, el cardenal francés André Vingt-Trois abrió el lunes el primer día del encuentro en el Vaticano, en una intervención que dejó claro que los conservadores están lejos de la capitulación. Esto, en sintonía con el cardenal Peter Erdo, relator general y quien también le cerró las puertas a la cuestión de los divorciados vueltos a casar, que en la actualidad no pueden comulgar. Esta prohibición se debe a la «convivencia en la segunda relación», dijo Erdo al presentar el borrador de trabajo del sínodo.

MARCAR LÍMITES / «Este sínodo no se ha reunido para no decir nada», respondió entonces el arzobispo Bruno Forte, el secretario especial, expresando su desacuerdo. «Si está todo ya definido de antemano y los progresos del sínodo pasado han sido borrados de un plumazo, ¿para qué vinimos a Roma?», dijeron otros obispos del ala progresista.

Francisco intentó marcar límites a los conservadores. Ya antes del inicio de la reunión, sustituyó a algunos participantes por otros más cercanos a él y, el lunes, aclaró que el sínodo «no es un Parlamento», sino un órgano consultivo. Pero no fue suficiente. El martes, el Papa se vio obligado a volver a tomar la palabra (sin que estuviera previsto) para dar a entender que el borrador presentado por Erdo no es el documento base y que la cuestión de los divorciados no está archivada. «La discusión sigue abierta y la intervención del Papa lo ha reiterado», afirmó Claudio Maria Celli, presidente del Pontificio Consejo de Comunicaciones Sociales.

No obstante, en las 22 páginas de los primeros informes preparadas por los 13 círculos menores —los grupos en los que fueron divididos los prelados—, difundidas el viernes pasado, la tensión y el estancamiento del debate volvieron a quedar sobre la mesa. De hecho, en el documento se afrontan muchos temas, entre otros, pobreza, inmigración, violencia contra las mujeres, bioética. Por el contrario, las palabras «divorciados» y «homosexuales» no aparecen ni una sola vez.

MÁS QUE COSMÉTICA / Más aún, tampoco queda oculto cierto hartazgo por la situación, como se lee en la aportación de los miembros angloparlantes del grupo C. «Durante esta semana, hemos dudado del objetivo que debemos alcanzar», también cayendo «en la trampa de discusiones más semánticas que de sustancia», escribió el grupo, liderado por el inglés Martin Eamon. «Como en el Concilio Vaticano II», este sínodo debería ser un evento «más que cosmético», añadieron, y subrayaron que la Iglesia debería empezar a hablar de familia de una manera «diferente y más fresca».

También algunos vaticanólogos han subrayado el frenazo a los anhelos del Pontífice, que tiene como objetivo principal una transformación de la actitud pastoral, que no aleje sino que integre a nuevos modelos de familias. «El primer golpe exitoso es de los conservadores», comentó Sandro Magister, experto en temas de religión. «Pero los renovadores ya están contratacando», añadió el analista, siempre crítico con el ala progresista. El problema, según Francesco Peloso, cercano a los aperturistas, es que es «un muro contra otro muro», afirmó. «El sínodo acaba de empezar, sí. Pero la sensación es que todo el camino emprendido por el Papa no está siendo considerado», añadió.