EXCLUIDOS DE LA SANIDAD

"Sin documentación, siempre tienes miedo"

Román pasó semanas con fiebre y sin ir al médico; temía que le cobraran

CARME ESCALES / BARCELONA

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Gastó buena parte de sus ahorros en el billete de avión desde su país, Bolivia, hasta Barcelona. El resto de dinero se lo pulió saliendo a disfrutar, y a conocer a gente de su edad, 25 años, antes de salir cuatro meses a Francia a trabajar con el sistema de Work Away (www.workaway.info), "tienes comida y alojamiento gratis, a cambio de realizar ciertas tareas en la casa o para la gente de la casa en la que estás", explica Román. Luego regresó a Barcelona y empezó a buscar trabajo. "Sumaba unas horas en la hostelería, otras de ayudante en una tienda, y de noche, de camarero en un bar", dice. Pero ninguna de sus ocupaciones le ha proporcionado un contrato con el que pueda conseguir su Número de Identidad Extranjero (NIE). Y como ha estado viviendo en varias casas, de diferentes amigos, tampoco se había llegado nunca a empadronar. "Sin documentación, siempre tienes miedo", confiesa el joven boliviano. 

"Todo te lo piensas dos veces antes de hacerlo, y claro, intento no hacer nada que me pueda meter en problemas", puntualiza. Ir al médico, por ejemplo, le suscitaba sus temores. "Yo soy de los que piensa que, en realidad, no tengo por qué estar aquí, he venido porque yo he querido, por lo tanto, no tengo derecho a ir al médico", expresa Román. Por eso, cuando a finales del año pasado se resfrió, trataba, por todos los medios, de curarse a base de infusiones, para no tener que ir al médico. "En bicicleta y sudando de un lado a otro, ocupándome a horas en los tres trabajos, pero sin tarjeta sanitaria, fui aguantando el resfriado y el dolor de garganta. Pero empeoraba cada semana, hasta que llegó el invierno y un día no pude más y fui al hospital de Sant Pau, el que tenía más cerca. Había perdido mucho peso y apenas podía caminar", recuerda. "Me pidieron 250 euros, que era casi todo lo que tenía ahorrado, y lo expliqué. Y la persona que me atendió me sugirió ir al CAP del barrio y allí sí que me atendieron. Compré en la farmacia lo que me recetó el doctor, por 10 euros, y enseguida mejoré", dice. Cuando ya estuvo bien, Román conoció, por azar, a una persona del Espacio del Inmigrante.

UNA VEZ A LA SEMANA

Y esta le explicó que podían ayudarle a tramitar su tarjeta sanitaria. En su local del Raval, además, una vez a la semana hay, al menos un médico -tienen a tres colaborando altruistamente con ellos-, que valoran la gravedad de pacientes, orientan sobre el diagnóstico y median la atención hospitalaria. Los integrantes del Espacio del Inmigrante se patean las calles repartiendo folletos informativos que hablan de los derechos de toda persona a recibir ayuda médica cuando la precise, tenga o no papeles. "La burocracia y las barreras idiomáticas son un gran obstáculo para que eso se cumpla, y que en urgencias se les pida dinero antes de atenderles es disuasorio para alguien que puede que viva en la calle", dicen desde el colectivo.