La semilla de la duda

Detenidos 8 Rosario Porto y Alfonso Basterra, en septiembre del 2013, poco después de ser arrestados.

Detenidos 8 Rosario Porto y Alfonso Basterra, en septiembre del 2013, poco después de ser arrestados.

M. V. / SANTIAGO

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¿Qué impresión pueden haberse llevado a casa los nueve miembros del jurado popular al escuchar el relato de los dos acusados de algo tan monstruoso como planear cuidadosamente y ejecutar a conciencia la muerte de su propia hija? Probablemente les hayan asaltado las dudas, como a varias de las personas que han seguido las dos tensas jornadas de declaraciones de los acusados. Aunque con estrategias opuestas (Basterra, el ofendido; Porto, la madre doliente), ambos han ejecutado una inteligente defensa que tiene todo el aspecto de haber sido consensuada.

Si Porto habló el jueves de Basterra como de «un padre maravilloso», ayer este calificó a su expareja de «la madre que toda niña hubiera deseado tener». Desde el divorcio, para él la vida giraba en  torno a la niña: «Por poco que pudiera estar con mi hija, me daba la vida», «cada vez que la niña pasaba la noche en mi casa me daba una inyección de moral». Estas frases y muchas más como estas pronunció el hombre acusado de haberse deshecho de Asunta porque «le molestaba».

Basterra ratificó también los planes de futuro que ambos tenían  para la niña, como el intercambio con una chica de Inglaterra y enviarla a estudiar un año a Canadá. ¿Por qué deshacerse de una persona a la que podían enviar a estudiar al extranjero?

La defensora del padre, Belén Hospido, intentó emular al colega que defiende a la madre y llegado su turno quiso servirle el titular que el día antes muchos medios habían comprado. «Ya que no lo ha preguntado el fiscal, se lo pregunto yo. ¿Mató usted a su hija?» «Por supuesto que no», fue la respuesta prefabricada.

La eficaz defensa no pudo ocultar las grandes lagunas de su versión, especialmente el suministro probado de Orfidal, así como que Porto fuera la última persona que vio con vida a la niña y de que su cadáver se hallara cerca de la casa de Teo, donde había estado por la tarde.

A partir del próximo lunes los jurados deberán concentrarse en las declaraciones de los testigos. Ahí podrían descubrir que la familia no era tan feliz como han pretendido hacer creer. Luego llegará la exhibición de las pruebas, la fase más decisiva, donde las defensas intentarán refutar, por ejemplo, la autopsia, que sitúa la hora de la muerte en un intervalo en el que la niña estuvo con Porto. También,  que los trozos de cuerda hallados junto al cuerpo formaran parte del mismo rollo que el encontrado en la casa. Y así hasta decenas de análisis y peritajes. Hasta que antes del  21 de octubre las partes expongan sus conclusiones y el jurado se retire a deliberar.

Bastará con que se mantengan algunas dudas para que la sentencia pueda decantarse hacia la absolución. No en vano las defensas recordaron que durante el juicio es la culpabilidad lo que debe demostrarse más allá de indicios y pruebas indirectas, y no la inocencia. Aunque la legislación penal española no exige averiguar cuál pudo ser el móvil, en ausencia de la pistola humeante la causa se convierte en un factor importante a tener en cuenta. Y no es nada fácil creer que alguien acabe con la vida de un hijo con alevosía porque, simplemente, le «estorba».