Gente corriente

Santi Fuchs: «¡Menos horas de pupitre y más de mar y montaña!»

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GEMMA TRAMULLAS

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Escola de vida, se lee en el cartel de entrada al local del número 33 de la calle de Pellaires del barrio de Poblenou de Barcelona. El interior huele a madera y visualmente resulta un agradable barullo: embarcaciones en proceso de restauración, objetos flotantes fabricados con material reciclado, maquetas de barcazas asiáticas... Esta es una de las sedes (la otra está en la playa de Montgat) de la escuela náutica que Santi Fuchs y su socio Xavi Ferrer abrieron con el objetivo de fomentar la calidad humana y no la excelencia técnica.

¿Es posible aprender a ser mejor persona a través de la vela? Él está convencido de que sí.

-¿Escola de vida no es un nombre muy ambicioso? Ambicioso no, superambicioso. Pero ahora se lo neutralizaré. Ni Xavi ni yo tenemos la solución. La solución solo puede venir de una red de personas que trabaja con espíritu cooperativo para mejorar las cosas, con actitud de cuidarse entre ellas y cuidar el entorno; eso es una escuela de vida y esa es nuestra filosofía.

-Usted navega desde niño. Mi abuelo ya iba al Club Natació Barcelona y mi padre tenía un patín catalán con el que empecé a salir al mar. El patín catalán es una embarcación de vela ligera, tipo catamarán pero sin timón, que es buenísima para aprender porque es muy intuitiva.

-¿Conserva el patín de su padre? Sí, el Mestral tiene más de 40 años y hace cinco que lo uso para enseñar a navegar a los niños. Otro de nuestros objetivos es recuperar barcas viejas y abandonadas. Un patín nuevo puede costar 8.000 euros y uno restaurado 1.500. De esta manera matamos dos pájaros de un tiro: hacemos la vela más accesible a todos los bolsillos y enseñamos oficios relacionados con la reparación de embarcaciones, que ahora van muy buscados.

-¿A qué público va dirigida la escuela? A todo tipo de público, desde niños del barrio hasta jóvenes que están a punto de estudiar para ser capitán de barco. Actualmente estamos en conversaciones con el puerto de Badalona para tener un espacio donde jóvenes tutelados por Justícia juvenil puedan aprender a restaurar barcas y a navegar. Mi idea es que estos jóvenes cojan las riendas de su vida y en lugar de quemar contenedores hagan proyectos.

-Hasta no hace tantos años la vela era un actividad elitista. En cambio en muchos países con mar es el deporte oficial y se empieza a practicar desde la escuela. La naturaleza es la mejor herramienta educativa, pero aquí los niños pasan demasiadas horas en el cole sentados en un pupitre, preparándose para ser máquinas que obtengan el máximo beneficio. ¡Menos horas de pupitre y más horas de mar y montaña!

-¿Siempre ha sido usted tan crítico? De niño tenía una pesadilla recurrente. Soñaba que la sociedad éramos hormigas y que unos soldados iban pinchándonos para que pasáramos por donde ellos querían. Ahora, cuando veo cualquier injusticia siento la misma angustia e impotencia que cuando era niño y tenía pesadillas.

-Seguramente fue un niño contestón. Si contestón quiere decir argumentar contra lo que me parecía injusto, sí. Lo que me enseñaban no me cuadraba, así que cuando dejé la secundaria me apunté al Ateneu Barcelonès y leí todos los autores clásicos y contemporáneos que pude. Pero no encontré la luz allí, sino en los escritos sobre los indios nativos americanos y su concepción de la vida basada en la observación de la naturaleza.

-Empezó una carrera artística como forjador. ¿Por qué no continuó? El mundo del arte es demasiado elitista. Para mí el trabajo más importante en esta vida es transmitir lo aprendido a los más pequeños. Es la única manera que tenemos de evolucionar y a eso me dedico.