Controversia en torno a un fenómeno en auge

Salut pone coto al cigarrillo electrónico

Muestra de distintos modelos de cigarrillos electrónicos en una tienda de Barcelona.

Muestra de distintos modelos de cigarrillos electrónicos en una tienda de Barcelona.

MARÍA JESÚS IBÁÑEZ
BARCELONA

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La Conselleria de Salut prohibirá este mismo verano el consumo en los centros de atención primaria y hospitales públicos catalanes de cigarrillos electrónicos, unos dispositivos de aspecto similar al de los pitillos convencionales, pero que sustituyen el tabaco picado por una mezcla de agua, glicerina, concentración de distintos aromas y propilenglicol (un tipo de alcohol). La intención es que otras administraciones -y empresas privadas afectadas por la ley antitabaco- emulen la medida y la apliquen en sus instalaciones y edificios, como recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Visto «el vacío legal» que existe en torno a estos aparatos, de reciente implantación en España, y visto también «la proliferación importante» que están teniendo estos dispositivos y sus puntos de venta, la secretaría general de Salut Pública de la Generalitat cree que conviene aplicar de inmediato el «principio de precaución» y evitar su utilización, su venta y la publicidad hasta que haya estudios científicos que los avalen o los descarten, dijo Antoni Mateu, responsable de este departamento.

La tajante decisión de la Generalitat no acaba de coincidir con la postura, bastante más moderada, del Ministerio de Sanidad que, a preguntas de este diario, destacó ayer las posibilidades terapéuticas que pueden tener estos dispositivos, que emiten vapor en lugar de humo. «La promoción y el crecimiento en el uso de los cigarrillos electrónicos es de gran interés para las autoridades sanitarias de la Unión Europea (UE), por su posible implicación con la prevención del tabaquismo y la protección de la salud de la población».

Fuentes ministeriales explicaron, asimismo, que la UE  trabaja, desde hace ya un tiempo, «en una fórmula común para controlar estos productos, en el plazo más breve posible». Lo que más preocupa a los responsables europeos de salud pública, admitieron, es su capacidad adictiva y el hecho de que, por su forma y su tamaño similar a un cigarrillo, puedan acabar contribuyendo a promocionar el consumo de tabaco.

NO HAY NADA PROBADO / Sea como sea, la Generalitat insiste en que «aunque las empresas que los comercializan digan que son productos inocuos y que ayudan a dejar de fumar, ni una afirmación ni la otra están científicamente probadas. No hay evidencias empíricas sobre los efectos y solo sabemos que la OMS recomienda a los usuarios que se abstengan de utilizarlos mientras no exista una certeza al respecto», argumentó Esteve Fernández, jefe de la Unidad de Tabaquismo del Institut Català d'Oncologia (ICO) y coordinador de la Xarxa Catalana d'Hospitals Sense Fum.

Tampoco se conocen los efectos que este tipo de cigarrillos tienen en las personas que conviven con los usuarios, los que en el caso del tabaco se denominan fumadores pasivos, advirtió Fernández. «Es un dispositivo que, ahora mismo, está fuera de todo control sanitario y alimentario», insistió el facultativo. Con todo, admitió, si finalmente se prueba su eficacia, como apunta el ministerio, «bastará con que se regule su uso y su venta».

La OMS lamenta también que estos nuevos cigarrillos electrónicos (que en países como Italia, Estados Unidos, Irlanda y el Reino Unido llevan ya algunos años en auge) «estén volviendo a socializar la imagen del fumador», subrayó Fernández.

«Esto ocurre justo cuando por fin habíamos conseguido reducir significativamente el número de fumadores y, sobre todo, cuando se había logrado que la imagen de una persona sosteniendo un cigarrillo e inhalando y expulsando humo dejara de ser algo normal», afirmó Joan Lozano, de la comisión técnica de la Xarxa d'Atenció Primària Sense Fum.

CONFUSIONES Y CONFLICTOS / Además, agregó Lozano, se están empezando a detectar situaciones «de confusión y cierta conflictividad», cuando los cigarrillos electrónicos, que tienen una apariencia muy parecida al cigarrillo convencional y que incluso producen algo que fácilmente puede confundirse con el humo, son consumidos en lugares en los que el tabaco está prohibido. En todo caso, insistió el experto, «hay otras alternativas para dejar de fumar».

«Nosotros predicamos con el ejemplo, ahora solo hay que esperar que otras administraciones y particulares lo sigan», resumió Mateu, que confía en que el veto a los cigarrillos electrónicos se convierta, aunque sea de forma preventiva, en una recomendación generalizada «en todos aquellos espacios cerrados sujetos a la ley 42/2010 o ley antitabaco». Eso incluye centros educativos, medios de transporte y, por supuesto, bares y restaurantes. De momento, el próximo septiembre, empezarán a verse por los hospitales y ambulatorios catalanes nuevos rótulos de prohibición específicas para el cigarrillo electrónico.