Gente corriente

Rubén Ramírez :«Tienes un gran talento, sí, pero no te ficha ni Dios»

Fue durante unos años 'el niño de la tele'. Hacía reír imitando a personajes públicos. La fama se fue, pero su talento late en él.

«Tienes un gran talento, sí, pero no te ficha ni Dios»_MEDIA_1

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CARME ESCALES

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Vestido con polo rojo y gafas redondas, con ocho años, Rubén Ramírez (Barcelona, 1985) hizo su primera aparición en televisión. Un cameo en la serie Farmacia de Guardia (A-3) descubría el talento innato de este vecino de Badalona a quien a partir de entonces los programas se rifarían. Con cuatro años emulaba anuncios de tele. Sus imitaciones hacían tronchar de risa. Un día, a las seis de la mañana, con su padre y un primo, se presentó en la radio. Quería ver el programa Protagonistas, de Luis del Olmo. Este, al oír cómo aquel niño le saludaba imitando a Johan Cruyff y a Carmen Sevilla, lo fichó.

-Seguridad Social y nómina infantiles...

-Sí, recuerdo que mis contratos estaban adscritos al régimen de artistas y toreros.

-El arte de hacer reír ¿se ha pervertido?

-Está infravalorado. Cuando una imitación te sale sola, no se la ve como un trabajo. Se exige profesionalidad, pero se paga -o no-como si fuera una afición. Aunque tengas talento innato, tienes que practicar, saber improvisar, decir cosas graciosas... La diferencia también está en cuántos personajes haces bien [él imita a unos 60], por eso bautizó a su twitter como @metahumorfosis. 

-Ser famoso de niño ¿qué le ha dejado?

-Sobre todo la certeza de que la fama es algo que dura hasta que el teléfono deja de sonar. En mi caso fue después de 31 capítulos haciendo de monaguillo en la serie de Vicente Escrivá Este es mi barrio, en Antena 3, y, en la misma cadena, 35 capítulos del programa Esos locos bajitos, apariciones en Sabor a ti, con Ana Rosa Quintana, en La casa de los líos, también en Antena 3, y galas en TVE. A los 12 años, después de todo eso, firmé al menos tres contratos para series y películas y me echaron antes de empezar.

-¿Por qué?

-Bueno, a última hora fichaban a un nuevo director que prefería a otro protagonista... Con contratos firmados, y la prueba de vestuario hecha, ponían una excusa y te sustituían. A nadie le gusta que le hagan eso, pero ¿a un niño de 12 años? Aprendes que no vale la pena tanta fama, si luego enchufismo y amiguismo te pueden desplazar con tal facilidad.-¿Su trabajo en la tele condicionó mucho su vida, como niño que era?

-Precisamente por la amenaza de lo efímero de la fama, que afortunadamente mis padres siempre tuvieron presente, ellos exigían que mis contratos incluyeran un profesor a mi lado. De lunes a viernes, en Madrid, entre secuencia y secuencia en el plató, me sentaba con un maestro a mirar el trabajo que, por fax, me enviaba mi tutor desde Badalona [luego estudió comunicación]. Y cada sábado jugaba a fútbol con el equipo de mi escuela, aunque por contrato tenía prohibido justamente jugar a fútbol. Evitábamos los centros comerciales porque se hacía corrillo a mi alrededor pidiendo imitaciones y autógrafos.

-¿Qué hacían con el dinero que ganaba?

-¡Ah!, yo le decía a mi madre: que sea para lo que necesitemos cualquiera de nosotros.  Yo no le daba importancia al dinero.

-¿Cuánto vale el talento?

-Pues, si eres muy bueno, pero no te llama nadie... A mí siempre me han dicho: tienes un gran talento. Sí, pero no te ficha ni Dios. El mundo artístico es así. Yo quisiera volver a firmar contratos para hacer reír a la gente, pero estoy subiendo muebles por las escaleras porque mi hermano ha heredado el oficio y la carpintería de nuestro padre y, como no tengo otro trabajo, pues voy y le ayudo.

-¿No hace nada ahora con su gran don?

-Pongo la voz en off en el programa de La Sexta Top Trending Tele. Un día llegaba quemado de la carpintería y me desahogué sobre mi vida profesional y el director y guionista Marc González (cofundador de Pentateatre) me dijo: «Esto que acabas de hacer, tal cual, tiene que ser una obra de teatro». Y en septiembre empezaremos los ensayos.