Gente corriente

Rosa Valls: "Causamos una especie de 'efecto Ratatouille'"

Cocinera del colectivo La Cuina a Sils, que celebra unas nuevas jornadas culinarias este fin de semana en Barcelona

«Causamos una especie de 'efecto Ratatouille'»_MEDIA_1

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MAURICIO BERNAL

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Rosa Valls tiene 78 años y hace 21 que forma parte del colectivo La Cuina a Sils, una formación de cocineras que desde principios de los 90 se dedica a la recuperación y difusión del patrimonio gastronómico de la comarca de la Selva. Difundir algo llamado patrimonio gastronómico significa a fin de cuentas cocinar y dar de comer, y eso es lo que el colectivo hará desde hoy y durante todo el fin de semana en el comedor del Hotel H10 Casanova de Barcelona, en una nueva edición de las Jornadas de Cocina Tradicional. De la sepia con albóndigas y guisantes que aparece en el menú se ocupa ella.

-Cuénteme qué es la cocina para usted. ¿Es un oficio, es un divertimento? Sobre todo es un placer. Durante treinta y pico de años trabajé de cocinera en la escuela de Sils, y nunca durante ese tiempo me levanté por las mañanas con la idea de que iba a trabajar. Yo me pongo en la cocina y no me acuerdo de nada más, se me olvidan todos los problemas. Siempre me ha gustado.

-O sea, que sus primeros críticos gastronómicos fueron niños. ¿Qué le pedían? A los niños no les gustaba ni el pescado, ni la verdura, ni la fruta. Pero les encantaban mis macarrones.

-¿La sepia con albóndigas y guisantes le sale especialmente bien? Sobre todo, me sale a mi manera, ¿sabe? Los guisantes son un toque personal y ayudan a que el plato tenga color, a la presentación, que es algo que yo he cuidado siempre, incluso cuando trabajaba en el colegio.

-La comida entra por los ojos. Eso pienso yo. Aunque fueran niños eran muy exigentes.

-¿Cómo se organiza el grupo? ¿Cada cocinera tiene su propia receta de -digamos- la sepia con albóndigas? Hay recetas, pero cada una tiene su propia manera de hacer los platos. Pongamos… el conejo con chanfaina. Había una cocinera en el grupo, que ya no está, ¡que lo hacía con chocolate! Otras le ponen anís, otras coñac, otras moscatel… Si pone una junto a la otra seis cazuelas de conejo hechas por seis cocineras distintas de La Cuina de Sils, verá que son parecidas, pero diferentes.

-Ha participado ya en unas cuantas jornadas. Eso significa dejar un largo rastro de estómagos agradecidos. La gente, sí, sin duda es muy agradecida. En todas partes. Yo creo que causamos una especie de efecto Ratatouille, como en la película, cuando el crítico regresa a la infancia después de probar un plato.

-Extraordinario. El estómago de su marido es un estómago afortunado. Bueno, para empezar tenga en cuenta que los platos que hacemos aquí son platos especiales, no son para el día a día, ni mucho menos. Y mi marido… Bueno, los maridos no suelen decir nada. A lo mejor se lo dice a otros, pero a mí nada.

-Pero usted es la que cocina. Claro. ¿Sabe en qué soy yo especialista? Yo soy especialista en los restos. En casa no tiro nada. Si hago pescado, por ejemplo, guardo el sofrito del pescado y lo uso al día siguiente para hacer una fideuá, o una sopa. Siempre cosas sencillas.

-Supongo que una ventaja de hacer esto son los desplazamientos. Habrá hecho unos cuantos viajes. Le voy a contar una buena anécdota. ¡Yo nunca me había subido a un avión! Y la primera vez fue en un viaje de La Cuina a Madrid. Me marcaron de cerca por si se me ocurría bajarme del aparato.

-Ahora que está jubilada, supongo que esto le da mucha vida. Por supuesto. Cada vez que me llaman para cocinar son 15 días de prepararme y después otros 15 días de comentar cómo salió todo. Así la vida se pasa mejor.