Nivel mortífero para un humano

Un robot mide radiación extrema dentro de un reactor de Fukushima

Este hecho dificultará el proceso de desmantelamiento de las instalaciones de la planta nuclear

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La radioactividad en el interior de un reactor de Fukushima ha alcanzado los niveles más altos desde que un tsunami arrasara la central en marzo del 2011. Un robot enviado a las entrañas del reactor número dos ha medido 530 sieverts por hora, muy superiores a los 73 que hasta ahora ostentaban el récord. Esos niveles, incompatibles con la vida humana, arruinan el plan de ruta previsto.

Una dosis de un sievert causa náuseas, cinco sieverts pueden matar en un mes y diez sieverts lo harían en semanas. Los profesionales médicos ni siquiera plantean acercarse a ese umbral radioactivo. Los robots no lo soportan mucho mejor. Su inminente entrada se había planeado considerando los 73 sieverts anteriores para que aguantara al menos una decena de horas, pero los actuales lo fundirían en menos de dos.

NIVELES "INIMAGINALES"

Esos niveles, descritos como “inimaginables” por los expertos, suponen la última evidencia de la complejidad de desmantelar Fukushima. Los trabajadores aún tienen que identificar dónde y en qué condición se encuentra el combustible fundido de los tres reactores más dañados.

Presumen que se ha acumulado en la base de las vasijas de contención, pero la alta radioactividad les ha mantenido alejados. Extraer el combustible de forma segura es un reto sin precedentes en la historia de la industria nuclear. TEPCO, la propietaria de la infausta central, sospecha que la alta radioactividad está generada por la mezcla de barras fundidas y secciones de la capa protectora del núcleo. Este sufrió una fusión parcial cuando las olas gigantes apagaron los sistemas de refrigeración. La compañía ha insistido en la ausencia de fugas de radioactividad al exterior de la central.

Las revelaciones inquietantes se han sucedido esta semana. Unos días atrás se detectó una sustancia oscura de un diámetro de un metro cuadrado en la plataforma metálica bajo la vasija de presión. El vídeo grabado por un robot sugiere que son los residuos de las barras combustible fundidas.

PLAN DE DESMANTELAMIENTO

Tokyo y TEPCO planean desmantelar la central en 40 años. Primero se eliminará el combustible usado de las piscinas de enfriamiento de los reactores; en la siguiente década se retirará el material fundido del interior de los reactores, y en las próximas se limpiará la radiactividad en las cercanías de la planta y de las poblaciones en la zona de exclusión y se tratarán los desechos radiactivos. Pero la concatenación de reveses apuntala la tesis de las organizaciones ecologistas, que juzgaron el plan oficial de demasiado optimista.

Tokyo admitió en noviembre que la factura de Fukushima casi se había doblado hasta alcanzar los 20 billones de yenes o 166,5 mil millones de euros. Los gastos por compensaciones a las víctimas y tareas de descontaminación sufrían los mayores aumentos respecto a los cálculos de 2013.

Las complicaciones se acumulan en la central mientras la justicia empieza ya a castigar las responsabilidades. Un tribunal ha admitido la primera demanda de indemnización de un trabajador enfermo. El soldador, de 42 años, participó en la reparación de Fukushima empujado por su “afán de ayudar”, pero fue tratado como un elemento “sacrificable”, según su versión. Aunque no acumuló más de 20 milisieverts (la ley japonesa permite hasta 100), un panel del Ministerio de Salud dictaminó en 2015 que su leucemia estaba vinculada a Fukushima y allanó la vía a la compensación.