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'Lo riu és vida', no negocio

El Gobierno del PP considera que el tramo final del Ebre tiene suficiente con un caudal de 3.000 hm3. Para el resto tiene otros planes, como crear 440.000 hectáreas de regadío. A punto de estallar la primavera, el autor de este artículo, naturalista, alerta sobre las consecuencias para la flora, la fauna y los arroceros del delta.

Dos caballos de la Camarga y una garcilla bueyera beben agua apaciblemente en un arrozal del delta del Ebre.

Dos caballos de la Camarga y una garcilla bueyera beben agua apaciblemente en un arrozal del delta del Ebre.

JOSÉ LUIS GALLEGO

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Todas las primaveras son bellas, pero pocas admiten comparación con la primavera del Ebre en su tramo final, aguas abajo de Mequinenza, después de recibir las generosas aportaciones del Segre y el Cinca. En sus orillas reverdecen estos días chopos y álamos, sauces y fresnos, alisos y el resto de los árboles que forman el bosque de ribera, la más fértil de nuestras arboledas. En su espesura están anidando carboneros, petirrojos, mirlos y currucas.

Un poco más allá, en los campos que se extienden a ambos lados del cauce, los árboles frutales han estallado en flor, huele a azahar y las varillas de las ramas parecen bengalas rosas y blancas, unos chispazos de color que convierten las huertas en auténticas galerías de arte al aire libre. Siempre he pensado que si Van Gogh se hubiera instalado en Móra d'Ebre en lugar de Arlés solo habría pintado melocotoneros en flor.

Junto al río, las golondrinas pueblan el aire con su constante ir y venir desde las calles del pueblo hasta la orilla para pellizcar el barro con el que construyen sus nidos. Las lavanderas saltan sobre las rocas cazando mosquitos y el abejaruco, recién llegado de África, se desayuna una mariposa en los alambres de la luz. ¡Buen provecho!

Pasa a un palmo del agua y a toda velocidad el martín pescador, la flecha azul, probablemente el pájaro más bello de la fauna ibérica, incansable arponero que recorre su tramo de río mil veces al día silbándole al paisaje.

Las libélulas patrullan sobre las lentejas de agua, por las que asoma la cabeza un galápago y salta una madrilla. Croan las ranas, saltan los sapillos, canta a lo lejos el cuco y más cerca, la abubilla. Todo esto y mucho más es la primavera a orillas del Ebre: un escándalo de aromas, sonidos, colores y texturas, una delicia para los sentidos, la plenitud de la vida. No deberían perdérselo.

Si quieren comprobarlo les recomiendo que, por ejemplo, se acerquen hasta Flix y recorran su paseo fluvial. Aquí el río se tomó su tiempo y le apeteció dibujar una filigrana, una curva de casi 360 grados con la que forma uno de los meandros más bellos de todo su recorrido. Flix (del latín, flexum) está en el centro.

Luego se acercan a la Reserva Natural de Sebes, a la salida del pueblo, para visitar la colonia de cigüeñas, contemplar los caballos de la Camarga o disfrutar cómodamente de la observación de cormoranes, garzas, archibebes, patos y el resto de aves acuáticas desde los hides, esos observatorios de madera que permiten verlos sin ser vistos. Con un poco de suerte, es posible que vean a la gran dama del Ebre: la nutria.

Les cuento todo esto porque quiero compartir con ustedes mi profundo amor por las Terres de l'Ebre, recientemente declaradas Reserva de la Biosfera por Naciones Unidas, un paraíso en el que he tenido la suerte de vivir momentos de plenitud en la naturaleza y que ahora, de nuevo, se ve amenazado por lo que yo llamo el PHI: el Plan Hidro-Ilógico que insisten en perpetrar desde Madrid.

De río a cañería. Si el agua es la sangre de la naturaleza y los ríos son sus venas, el Ebre es nuestra arteria aorta. Desde que nace en Fontibre (Cantabria) hasta que cede sus aguas al Mediterráneo en la isla de Buda (Sant Jaume d'Enveja), recorre casi mil kilómetros de longitud dando forma a una gran serpiente de agua, de 85.000 kilómetros cuadrados de superficie, que atraviesa la mitad noroeste de la Península, creando el valle más fértil y algunos de los paisajes fluviales más espectaculares del sur de Europa.

Pero eso era cuando el río era respetado y distribuía su agua tal como lo dispuso en su momento la naturaleza, atendiendo a su objetivo principal, que no es otro que el de producir vida. Ahora no. Desde que los especuladores urbanísticos y financieros descubrieron su potencial, el gran río ha pasado a convertirse en una gigantesca cañería de agua que ahora se corta por aquí, ahora se desvía para allá, contengo en este punto o desparramo por aquel otro.

Campos de golf en mitad de secarrales, campos de maíz donde la naturaleza dicta trigo, urbanizaciones en antiguos desiertos que multiplican por cien las viviendas del pueblo más cercano. ¿El agua del río? ¿Caudal ecológico? ¿Naturaleza? ¿Sostenibilidad? Eso a ellos les suena a chino. Los neotrasvasistas no saben de otra cosa que cortar, almacenar y especular. La naturaleza les importa bien poco.

Según los expertos, en circunstancias normales, el Ebre podría estar aportando a su delta un caudal de hasta 18.000 hectómetros cúbicos al año. Sin embargo, actualmente ese aporte suele quedarse por debajo de los 5.000, insuficiente para atender sus necesidades hidrológicas, las que permiten que el delta no solo mantenga su biodiversidad y la productividad de sus cultivos, sino que se sostenga y no se hunda. Estamos hablando de la existencia o no del tercer humedal más importante del sur de Europa después de Doñana y la Camarga.

El delta del Ebre es un gigantesco espejo quebrado. Con una superficie de 330 kilómetros cuadrados de arrozales y lagunas, da forma al parque natural más importante de Catalunya. Un paraíso para las aves acuáticas que se mantiene de puntillas sobre el nivel del mar, sobre el que se alza apenas medio metro.

Pero el Ebre está agotado de mantener ese equilibrio. No puede más. De hecho, durante buena parte del año ya no desemboca en el mar, sino que es el mar el que sube por su cauce. La falca salina, la proporción de agua marina que le gana el pulso al agua dulce remontando el Ebre, llega ya hasta Tortosa, a casi 50 kilómetros de la desembocadura. No obstante, el Gobierno central piensa que el Ebre sigue siendo excedentario, por lo que, para que su agua no «se pierda» en el mar, sigue obstinado en secuestrarla y atender otros usos y servicios calificados de «interés público». Como si respetar la cultura, la historia y el paisaje de los 180.000 habitantes de las Terres de l'Ebre no fuera de interés público. Como si conservar y garantizar la pervivencia del parque natural y permitir el desarrollo de una de nuestras mayores industrias agroalimentarias, la del arroz, no fuera de interés público.

¿Un lujo, dice? El ministerio que dirige Miguel Arias Cañete, que demuestra tener una auténtica obsesión con el Ebre, afirma que reservar los 7.000 hectómetros cúbicos al año para el río que piden los expertos y reclama el Govern de la Generalitat es excesivo, «un lujo que ya no nos podemos permitir». ¿Lujo? Los arrozales del delta ¿son un lujo? El turismo de naturaleza asociado al parque natural ¿es un lujo? La cofradía de pescadores Verge del Carme de Sant Carles de la Ràpita, con casi cien años de historia, que abastece a la mayor lonja de Catalunya de productos de primerísima calidad gracias a las aportaciones del Ebre al mar ¿un lujo? Los pueblos, las tradiciones, la historia, la cultura de sus gentes tan íntimamente ligada al río ¿un lujo?

El Gobierno del PP considera que el tramo final del Ebre tiene más que suficiente con un caudal de 3.000 hectómetros cúbicos. Para el resto de su caudal tiene otros planes. Por ejemplo, la construcción de cerca de 30 nuevos embalses y grandes balsas de riego que crearán otras 440.000 hectáreas de regadío (la mitad de las que ya existen).

Pero esto no ocurrirá. En primer lugar porque Bruselas, que ya atiende la reclamación del Govern de la Generalitat, no permitirá que se arruine un patrimonio natural tan importante. Pero sobre todo porque las gentes de las Terres de l'Ebre y todos los que les damos apoyo no vamos a consentir que a nuestro gran río le roben ni una gota más de agua, ni que a su naturaleza le extraigan ni una gota más de sangre. ¡Lo riu és vida!