NUEVOS PROCEDIMIENTOS ONCOLÓGICOS

La resonancia evita punciones en el diagnóstico de cáncer prostático

Unidad de resonancias magnéticas del hospital de Santa Tecla, en Tarragona.

Unidad de resonancias magnéticas del hospital de Santa Tecla, en Tarragona.

ÀNGELS GALLARDO / BARCELONA

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Las técnicas dirigidas a facilitar el diagnóstico de la glándula prostática, cuando existe la sospecha de que está afectada por un cáncer, incorporaron hace poco más de dos años en los hospitales catalanes la resonancia magnética (RM), un recurso que se ha consolidado como el complemento imprescindible para orientar del punto en que debe aplicarse la biopsia que analiza el tejido enfermo, y evitar la repetición, a ciegas, de las poco agradables punciones de próstata. «La primera biopsia es inevitable en estos momentos, pero la RM puede sustituir a las cuatro o cinco más que serían necesarias para localizar el cáncer y precisar su extensión», afirma Luis Ibarz, responsable de urología en el Hospital Germans Trias i Pujol, Can Ruti, de Badalona.

La resonancia ofrece una imagen de conjunto del interior de la prostata. A medio plazo -cuando los recursos de la sanidad pública lo permitan- la RM de próstata se aplicará de forma sistemática antes de la primera punción de la próstata, afirma Rafael Salvador, del servicio de diagnóstico por la imagen del Hospital Clínic, especializado en el análisis y lectura de resonancias de próstata. «La RM guía hacia el punto a biopsiar y capta lesiones cancerosas que de otra forma no se detectan, pero ambas técnicas son imperscindibles», añade Salvador. El requisito para que las resonancias de próstata sean eficaces es que los hospitales que las aplican cuenten con radiólogos expertos en su interpretación, unos especialistas que en estos momentos no abundan en Catalunya. Disponen de ellos los grandes hospitales de Barcelona e inmediaciones.

La detección del cáncer de próstata, el tumor más extendido entre los hombres aunque no el más mortal, sigue exigiendo la combinación de tres o más métodos diagnósticos que se aplican de forma progresiva, a partir de una primera sospecha, para determinar el alcance del tumor. El recurso más extendido, y recomendado por los urólogos, entre los hombres mayores de 50 años es la medición en un análisis de sangre del antígeno prostático específico (PSA), un prueba de fiabilidad controvertida -aparece alterada ante lesiones de escasa entidad- que, cuando ofrece resultados elevados es preciso repetir ya que induce la presencia de un cáncer. Así sucede a un 20% de la población masculina española mayor de 50 años, asegura Salvador. «Si llegamos a los 110 años, todos sufriremos este cáncer», dice.

Tras confirmarse que la PSA está alterada, el urólogo emprende un tacto rectal -introduce un dedo por el recto del paciente- con el fin de alcanzar la próstata, situada tras la vejiga urinaria, y palpar si sufre alguna anormalidad morfológica. «Esta prueba es tan válida e inevitable como la palpación de los pechos para detectar un cáncer de mama», advierte Ibarz. En tercer lugar, y si la sospecha cancerosa persiste, el médico solicita una biopsia del tejido prostático -la punción de una aguja introducida por el recto, que obtiene muestras de la gándula- y, simultáneamente, se solicita una RM.

«La primera biopsia hace un mapeo de la próstada, a partir de 15, 20 o incluso 30 punciones en diferentes puntos, dirigidas a dar con el punto en que se encuentra el cáncer -explica Ibarz-. La resonancia, en cambio, ofrece una imagen de conjunto y permite dirigir la aguja a una zona específica». «El 50% de las biopsias realizadas sin la guía de las imágenes de una resonancia no detectan la presencia de un tumor que existe -indica Salvador-. En cambio, cuando la RM dice que no hay cáncer, pero lo hay, el tumor es incipiente y se podrá eliminar con facilidad».