La red eléctrica llega a la última aldea de Catalunya

Vecinos de El Meüll, con el alcalde Josep Maria Castells (camisa blanca) y la luz encendida.

Vecinos de El Meüll, con el alcalde Josep Maria Castells (camisa blanca) y la luz encendida.

EVA VISA / CASTELL DE MUR

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Hechos tan comunes como cargar la batería del móvil o un ordenador en un enchufe, o ver una película entera eran, hasta hace pocas semanas, toda una aventura para los vecinos de El Meüll, una pedanía del municipio de Castell de Mur, en pleno pulmón del Pallars Jussà, que vivía entre tinieblas. Es la última aldea habitada de Catalunya que quedaba sin red eléctrica. Ahora, solo un determinado número de granjas y masías carecen de conexión con la red. Hasta ahora, las dos únicas familias de El Meüll se las habían apañado con candiles de carburo, luces de propano, linternas y, en las últimas décadas, con generadores eléctricos. Estos instrumentos quedarán ahora para la colección. Los contadores en las puertas son ya una realidad.

Al octogenario Pepito Belart, uno de los vecinos que se ha resistido a abandonar su querido pueblo, se le humedecen sus intensos ojos azules. Está emocionado. Había perdido todas las esperanzas de ver la luz en El Meüll. Creía que se iría al otro mundo sin verlo, pero la perseverante lucha que ha llevado a cabo junto con otros lugareños ha dado sus frutos y ha recibido con alborozo los cuatro kilómetros de línea eléctrica que han traído la luz.

Belart ha vivido toda la vida en El Meüll, junto con su mujer, Agustina. Aquí se han ganado la vida gracias al campo y han criado sin lujos a sus cuatro hijos. «Te acostumbras a todo», afirma resignado. En su caso, se alumbraban con lámparas de cámping gas y velas, y calentaban el agua en la cocina de butano. «Ahora que nuestra petición ha sido atendida, tenemos que poner la luz», afirma este lugareño que ya ha solicitado la instalación en su vivienda. Sin embargo, a punto de cumplir los 90 años, parece que se resiste a las comodidades. Nunca ha tenido coche y se desplaza con su tractor, incluso para ir de compras a Tremp, la capital de la comarca.

La otra familia que vive en el pueblo es la formada por Ramon Porta, de 63 años, y su mujer, Antònia. Él, muy aficionado a la caza, es natural de El Meüll, de casa Ramonet, y ella de El Prat de Llobregat (Baix Llobregat). Han vivido a caballo entre Barcelona, donde abrieron un taller mecánico y criaron a sus dos hijas, y El Meüll. Desde su terraza, tienen un extraordinario mirador de la cuenca de Tremp. Siempre que se encontraban en la ciudad añoraban el pueblo y tenían claro que, cuando llegara la ansiada jubilación, se instalarían en el Pallars.

«Aquí se necesita muy poco para vivir. Y me he dado cuenta de que con menos, se vive mejor y más tranquilo», señala Porta. Este matrimonio se entretiene buscando setas y caracoles o recogiendo almendras. «No tenemos tiempo para aburrirnos», exclaman casi al unísono mientras comentan que, a pesar de estar «muy felices» por la llegada de la luz, no tienen claro que la electricidad les cambie la vida para bien. Temen que sus pasatiempos favoritos, contemplar los bucólicos paisajes y charlar tendidamente, pasen ahora a un segundo plano.

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A Porta, un auténtico enamorado del lugar, le divierte contar que al pueblo llegó antes internet que la luz, pues se aprovechaban de la señal de un repetidor cercano al municipio. También resulta paradójico que el Pallars Jussà sea una de las comarcas con más torres eléctricas de Catalunya.

Su mujer añade que tienen mucho que agradecer al generador, pero que resultaba muy ruidoso, además de no tener suficiente fuerza para poner en marcha la mayoría de electrodomésticos. «A partir de las 10 de la noche», continúa, «no se podía ver la televisión, teníamos que apagar el generador para cargarlo y para poder dormir tranquilos. No sabíamos cómo explicárselo a los nietos», explica la mujer, que juró y perjuró la primera vez que pisó El

Meüll que nunca más volvería al lugar. Pero la pasión de su marido por estas tierras le contagió de inmediato. «Descubrí que aquí sí que se podía disfrutar de la vida. Este ritmo te lo permite», afirma.

Ahora lo que más desea es poder comprar una lavadora, ya que todavía lava toda la ropa a mano, y también un congelador. «Como no podíamos guardar la comida, subíamos por ejemplo los pollos o conejos vivos de Tremp y aquí los matábamos y cocinábamos», asegura.

El alcalde de Castell de Mur, Josep Castells, espera que la llegada del suministro eléctrico sea el preludio de la repoblación del municipio. Está convencido de que la realidad de El Meüll cambiará en muy poco tiempo. Ahora ve posible la recuperación de un pueblo que a principios del siglo pasado tenía unos cuarenta habitantes pero que, en los años setenta, se fue apagando poco a poco ya que sus vecinos, con la industrialización, emigraron hacia las ciudades en busca de una vida mejor. «Si no hay servicios, no hay futuro», declara el edil. De hecho, desde el inicio de las obras de electrificación ya se han rehabilitado cuatro casas de segunda residencia.

Los trabajos de electrificación en El Meüll han tenido un coste de 300.000 euros y han sido financiados por la Generalitat, el Ayuntamiento de Castell de Mur, la diputación de Lleida y los vecinos del pueblo. Todos ellos esperan que este privilegiado entorno natural recupere, con la luz, el esplendor perdido.