«Lo que les haga falta»

María Ángeles Rodríguez, maestra jubilada, aporta toda su pensión para pagar las facturas de hijos y nietos. Lo importante, subraya, no es solo el apoyo económico, también el moral

María Ángeles Rodríguez posa con sus hijos, yernos y nietos frente a su casa en el barrio madrileño de Canillejas, ayer.

María Ángeles Rodríguez posa con sus hijos, yernos y nietos frente a su casa en el barrio madrileño de Canillejas, ayer. / DAVID CASTRO

M. J. I. / BARCELONA

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«Estamos enmendándoles la plana a todos esos que dicen que la crisis ya ha terminado», arranca, sin remilgos, María Ángeles Rodríguez Marín, maestra jubilada, madre de cuatro hijos (dos de ellos en paro) y abuela de cuatro pequeños de entre uno y ocho años, de los que se hace cargo prácticamente a diario. No tiene pelos en la lengua esta abuela coraje, que, pese a las circunstancias, asegura sentirse afortunada. «Tengo una familia muy unida, somos una piña en la que todo el mundo se ayuda entre sí en la medida en que puede hacerlo. Es casi una especie de cooperativa, sí. Y creo que de eso se deriva algo muy valioso: la solidaridad, la familia, el 'hoy por ti mañana por mí' son valores que estamos transmitiendo también a los niños», explica esta madrileña.

La manera en que María Ángeles contribuye al sostén familiar no pasa solo por las aportaciones económicas que ella y su marido realizan. «Sé que cobro una pensión de jubilación porque lo sé, pero nunca la he visto, porque tal y como me la ingresan en la cuenta va directa a pagar recibos y facturas», cuenta. Lo verdaderamente importante, insiste, «es estar ahí y que los hijos sepan que pueden contar contigo cuando haga falta», reflexiona.

Eso se traduce, en su caso, en recoger a los niños cuando salen por la tarde del colegio, en ayudarles con los deberes el día que lo necesitan, en hacer de canguro para la más pequeña. «Y a alguno nos lo quedamos los fines de semana, porque mi nuera trabaja, lo que significa programar salidas infantiles y otras actividades culturales para el sábado y el domingo», agrega. Conclusión: no le queda apenas tiempo para ella. «Ya casi no sé qué es salir a cenar fuera con mi marido... ¡desde la prehistoria!», exclama.

Cuando falla la energía

Pero lo peor, cuenta María Ángeles, que se jubiló anticipadamente hace unos años porque le tocó ponerse a luchar contra el cáncer (del que ahora ya está recuperada), es «cuando fallan las energías». «Aunque lo suples con las ganas que tienes por ayudarles, aunque estar con los nietos es la mayor de las compensaciones, lo cierto es que a los 60 ya no te encuentras como te encontrabas antes», admite la mujer, en el único momento de flaqueza que tiene a lo largo de la conversación.

Y otra queja más, esta contra las administraciones: «Nosotros somos una familia de clase media, que solía ir de vacaciones, que ha visto cómo la crisis se cebaba con ella y lamentablemente pocos políticos han pensado en la gente como nosotros», clama. Fue un golpe de suerte dar con la oenegé Educo que ha becado a sus nietos para que puedan comer en el colegio al mediodía, explica. Atrás quedan los días en que fueron una familia «que no pasaba estrecheces». «Teníamos unos buenos salarios, mi marido cobraba mucho más que ahora, mis hijos tenían trabajo, veraneábamos en Mallorca y teníamos dos coches», recuerda.

Han sido tiempos difíciles, de adaptación a las nuevas condiciones, que posiblemente, como dicen los políticos, ya están llegando a su fin. «Mientras sigan así las cosas, la abuela está para lo que haga falta», sentencia María Ángeles. También para la niña que está en camino y «que ha de nacer en diciembre», anuncia con orgullo.