Pruebas con obstáculos

Los expertos desaconsejan que se publiquen los resultados de los exámenes para evitar clasificaciones La Generalitat critica que el test se haga en castellano si lo decide un padre

José Ignacio Wert.

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M. J. I. / BARCELONA

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Nada que ver con las antiguas reválidas, desaparecidas a mediados de los años 60 y en las que los alumnos que previamente habían aprobado el bachillerato tenían que responder a preguntas como «¿Qué es la sociedad civil? ¿Qué representa en ella la autoridad?» o describir «cómo es un glaciar alpino, sus distintas partes y la acción geológica que realiza en las montañas». Las reválidas que el ministro de Educación, José Ignacio Wert, presenta hoy a los consejeros autonómicos tendrán un máximo de 350 preguntas estilo test y en ellas los alumnos, además de sus conocimientos, deberán demostrar que saben cómo aplicarlos. Además de este, los contrarios a este sistema consideran que la propuesta de Wert plantea varios problemas más:

DIFUSIÓN DE RESULTADOS

Vía libre para crear 'rankings' de colegios

No lo dice de forma explícita, pero el borrador del decreto sobre las pruebas de evaluación final de primaria, secundaria y bachillerato determina que «los resultados de las evaluaciones finales de etapa serán puestos en conocimiento de la comunidad educativa mediante indicadores comunes para todos los centros docentes españoles». Esto abre la puerta, entienden los díscolos, a que con esta información, se elaboren rankings o clasificaciones de escuelas e institutos, como ya ocurre, por ejemplo, en la Comunidad de Madrid. «Esto supondrá una estigmatización de los centros educativos, ya que no se refleja la verdadera calidad educativa del trabajo que hacen los profesionales de la educación», denuncia CCOO. La Generalitat siempre se ha negado a hacer pública una comparativa de los resultados de las pruebas de competencias básicas que se realizan al final de la primaria y de la ESO.

UN CRITERIO ÚNICO

Prueba homogénea a todos los alumnos

Que sea el Gobierno el que dicte el contenido de las pruebas finales de ESO y bachillerato evidencia que la «principal prioridad del ministerio» es la «recentralización», afirma la Conselleria d'Ensenyament, que considera que esta decisión supondrá, inevitablemente, arrinconar o devaluar los conocimientos relativos al territorio propio, ya que estos no serán objeto de reválida. La Generalitat cuestiona también que sea el Gobierno central -una administración que en principio no conoce ni a los centros participantes en la reválida, ni la realidad de las poblaciones donde se encuentran las escuelas- la que fije los criterios de evaluación y puntuación. Eso sí, Ensenyament «establecerá procedimientos para la selección del profesorado del sistema educativo español [no necesariamente de la pública] externo al centro para aplicar y corregir las pruebas», dice el borrador del decreto. Desde un punto de vista pedagógico, «un examen de este tipo descuida la diversidad que puede haber entre los diferentes centros y entre alumnos de un mismo centro», advierte Francesc Imbernón, profesor de Didáctica y Organización Educativa de la UB.

EN EL IDIOMA ELEGIDO

Los padres deciden   la lengua del examen

«Los alumnos suelen responder los exámenes en la lengua en que han estado aprendiendo la materia, que es lo más normal», argumentaba la semana pasada la consellera de Ensenyament, Irene Rigau, visiblemente contrariada por la decisión del ministerio, no comunicada previamente a las comunidades autónomas, de permitir que los padres de los estudiantes puedan escoger en qué idioma (castellano o cualquier otra lengua cooficial) harán sus hijos la reválida.

¿SOLO LA EMPRENDEDURÍA?

No se valoran las artes ni los valores éticos

En teoría, la misión de las reválidas es confirmar que los estudiantes que pasan al bachillerato y a la universidad han adquirido las competencias básicas de los estudios que han completado. Así, según el borrador del decreto que ha elaborado el ministerio, las pruebas tendrán que valorar la competencia matemática del alumno, sus competencias básicas en ciencia y tecnología, su competencia en comunicación lingüística y «las competencias sociales y cívicas, en concreto, su sentido de la iniciativa y espíritu emprendedor», señala el documento. «Se evalúa la emprendeduría, pero se vuelven a olvidar, sin embargo, las competencias artísticas y de valores humanos, justamente las más difíciles de evaluar en un sistema tipo test y que, lamentablemente, hoy en día deberían ser una prioridad en las escuelas», lamenta el catedrático Imbernón.