Protestas del siglo XXI

La Marea Ciudadana baja por la Via Laietana de Barcelona, el pasado  23 de febrero.

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TONI SUST / Barcelona

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El catedrático de Ciencia Política de la UAB Joan Subirats fue a dos manifestaciones en el ya lejano fin de semana del 14 y el 15 de mayo del 2011: «El sábado 14 hubo una convocada por los sindicatos. Acudieron Esquerra e ICV, y algunos del PSC a título individual. Había la clásica pancarta al frente, servicio de orden. Nadie recuerda esa manifestación. El día 15, la convocatoria se hizo en las redes sociales. Había de 8.000 a 10.000 personas y casi ninguna pancarta. Había una, de un grupo poco conocido: la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). Todas las demás eran individuales». Subirats habla del día que dio nombre al <strong>15-M</strong>, si bien fuera más por las acampadas que empezaron, que compartían el espíritu con esa protesta de domingo sin servicio de orden, ni convocantes.

La diferencia entre ambas citas la apostilla como testigo cualificado el propio Subirats: «El 14 de mayo hubo una manifestación de la sociedad industrial. El 15 hubo una manifestación de la sociedad posindustrial». El profesor aprecia un «cambio visual» elocuente en aquel fin de semana, y agrega una serie de características del nuevo tipo de protesta. Las clásicas, recuerda, se estructuraban a partir de «sistemas de intermediación tradicionales organizados»: los partidos, las instituciones. Hasta ahora, afirma, la gente se acogía a esas organizaciones. Ahora, sigue, los sistemas de intermediación «tienen que demostrar que aportan valor, que no son parte del problema».

¿Y al margen de lo formal, cuál es el matiz entre las manifestaciones industriales y las posindustriales? Responde Subirats: «Antes la gente pensaba que la solución de un problema estaba en el ámbito institucional. Ahora considera que los sistemas de intermediación son el problema». La diferencia entre una visión y la otra, la explicación final de que la protesta haya mutado es, según todos los consultados, la crisis, sumada a la posibilidad de cambiar las cosas mediante las redes sociales, por ejemplo.

CRISIS Y SOCIEDAD DIGITAL / Es decir, la crisis y la sociedad digital. Para Subirats los dos conceptos son el mismo, es la sociedad digital la que ha traído estas transformaciones: «Esto no es una crisis, es un cambio de época». Y subraya que tampoco los medios de comunicación salen airosos: ya no son el único medio para darse a conocer.

El asesor político Antoni Gutiérrez Rubí también diferencia la manifestación antigua de la nueva, tras observar el «tránsito emocional» que aprecia en la gente por la situación de dificultad: «Hemos pasado del 'emprenyat' al irritado, que hace que la gente sea menos paciente y más exigente. Venimos de un cierto conformismo. Antes la política no molestaba. Ahora la crisis y la inacción política llevan a una profunda irritación». Y resume los cambios en una manifestación: «Hace unos años, cuando participabas en un acto político, lo convocaban partidos, sindicatos. Hoy vas a un acto cívico. Convocan plataformas».

El asesor se pone en la piel del nuevo manifestante: «Ya no voy detrás de ninguna pancarta. Voy con la mía, que me he hecho en casa. Antes se manifestaba una masa. Ahora, una multitud». Y acaba con una comparación: «Antes había una misa concelebrada preconciliar, con los sacerdotes de espaldas», dice en alusión a las personas que llevan la pancarta y dan la espalda a los asistentes, como hacían los curas hasta el Concilio Vaticano II, hace medio siglo. Otro cambio: antes los periodistas iban por delante de la pancarta, fijándose en los sacerdotes, que se llevaban la foto. Hoy, dice Gutiérrez Rubí, los informadores circulan por dentro de la manifestación y las fotos, a menudo, las hacen los manifestantes. No hay primera fila.

'MANIS' HÍBRIDAS / Otra de las características de algunas manifestaciones es que los políticos ya no son bien recibidos. Con todo, muchos han intentando aproximaciones al 15-M, más bien discretas por temor al rechazo. Están frescas las imágenes de cómo los socialistas Juan Fernando López Aguilar y Beatriz Talegón fueron expulsados de la manifestación de la PAH en Madrid, el pasado 16 de febrero.

Los sindicatos no lo tienen tan mal. «Al principio el 15-M fue susceptible con los sindicatos, ahora ya no», dice Miguel Ángel Escobar, portavoz de la UGT en Catalunya, que recuerda que tanto su sindicato como CCOO han sido impulsores de la iniciativa legislativa popular por la dación en pago. Por eso Escobar, como el coordinador del área pública de CCOO, Jesús González, hablan de las nuevas protestas como algo que no les es ajeno. Es solo distinto, dicen.

González matiza la diferencia entre manifestaciones clásicas y modernas. De entrada, subraya que unas no han sustituido a las otras de la noche a la mañana: «Lo nuevo no sustituye a lo viejo automáticamente». Y apuesta por un tercer grupo: las manifestaciones «híbridas», que presentan características de ambas. Para González la gran manifestación de 'Aturem la Guerra', en el 2003, fue una de ellas. Una convocatoria con los tintes de siempre y formas de protesta como las que ahora vemos, personalizadas.

¿Han perdido peso los sindicatos en las protestas? «Depende de cuáles», responde González, quien ve una situación comparable a la de la Transición, por la proliferación de movimientos: «Es propio de épocas de crisis». También advierte de que la sociedad digital tiene «riesgos» y cita como ejemplo «el anonimato» de internet, que en su opinión puede facilitar que alguien que lo desee «reviente un movimiento social».

UN GRAN MOVIMIENTO / Escobar vaticina que volverá una protesta más organizada: «Más pronto o más tarde, todas las protestas confluirán en un gran movimiento en el que estaremos todos». El portavoz de UGT opina que la gente ha ido perdiendo «el miedo a romper las reglas del juego» porque ha visto, dice, cómo los que gobiernan las rompían.

Con ello, da por buena la tesis de la investigadora en movimientos sociales Esther Vivas, quien lo que más destaca de las protestas actuales es que en su opinión han elevado el listón. Sus integrantes, dice, cada vez ven con menos reparos las acciones de desobediencia civil. «Acciones que son ilegales son consideradas legítimas. Cuestiones que son legales son vistas como ilegítimas. El 15-M fue una acción de desobediencia masiva», dice sobre las ocupaciones de las plazas.

Vivas cita otro ejemplo: la visión que ahora se tiene del sistema hipotecario. Ya no se ve normal que se trate con tanta rigidez a quienes no pagan la hipoteca y se les desaloje sin más. Del mismo modo que a estas alturas ya no sorprende a nadie que un grupo como la PAH detenga a una comisión judicial que ejecuta un desahucio.