defensa del medioambiente

La protesta global contra el cambio climático reclama acción urgente

Manifestantes por el clima en Barcelona, ayer.

Manifestantes por el clima en Barcelona, ayer.

IDOYA NOAIN / NUEVA YORK

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Stanley Sturgill, que pasó 41 de sus 69 años trabajando bajo tierra en una mina de carbón en Kentucky y ahora sufre de problemas pulmonares, aseguraba que «los líderes políticos han fallado y deben empezar a representar a la gente, no a las grandes corporaciones». Mari Rose Taruc, hija de inmigrantes filipinos que trabajan la tierra en California, se declaraba «cansada de esperar a que Naciones Unidas resuelva la crisis del clima». Kathy Jetnil-Kijimer, una activista, periodista y poeta de las islas Marshall, uno de los archipiélagos amenazados por la subida del nivel de los mares, alertaba: «No podemos esperar».

Sus voces se dejaron oír ayer en Nueva York y eran solo tres de las decenas de miles que se alzaron en una jornada de protesta global con más de 2.500 actos organizados en 156 países, manifestaciones en las que se demandó  acción política urgente para combatir el cambio climático y en las que, también, se reclamó el poder de la comunidad para impulsar el cambio.

LA MAYOR DE LA HISTORIA  / La marcha en Nueva York era el epicentro de esa marea ciudadana y los organizadores calcularon que 310.000 personas, el triple de lo se esperaba, la habían convertido en la mayor manifestación por el clima de la historia. Esa era la meta dos días antes de que se celebre mañana en la ONU, una cumbre del clima convocada por Ban Ki-moon, que ayer participó en la marcha, junto a otros políticos como el exvicepresidente Al Gore y Bernie Sanders, el senador independiente y potencial rival progresista para Hillary Clinton que aseguraba a este diario que «las buenas noticias son que (los políticos) entendemos lo que tenemos que hacer».

Las cámaras se disparaban por su presencia y por la de famosos como el actor Leonardo DiCaprio pero la verdadera fuerza de la manifestación estaba en la masa de ciudadanos corrientes, amalgama de todas las edades, razas, orígenes, lenguas y profesiones, entre quienes se repetía la idea esperanzada de que la unión puede finalmente hacer la fuerza. «Si decenas de miles de personas tomamos la calle quizá no les quede más remedio que escucharnos y hacer algo. Podemos estar en un punto  de inflexión», decía Dale Gowen, un señor de 64 años que viajó con su esposa desde Maine y llevaba una pancarta con una cita de Alicia en el país de la maravillas: «¡Tarde, tarde! Para una cita muy importante».

Sean Hall, un joven de 24 años llegado desde Colorado, coincidía: «Cuando tienes manifestaciones tan grandes no tienes otra opción que escuchar».

Temas para hablar hay muchos, según quedó claro en la movilización, en la que el espíritu festivo no enterró la conciencia sobre los serios y graves efectos del cambio climático. Y junto a Central Park y hasta el río Hudson se habló de huracanes y tornados, de los riesgos que representa la fracturación hidráulica (el controvertido fracking), de ciencia frente a religión o de la importancia de la agricultura local y del imperativo de una apuesta por las energías renovables.

«FALSAS SOLUCIONES» / La manifestación, que también tuvo una cita en el Moll de la Marina de Barcelona,  también dejó sentir una ola de oposición a lo que algunos medioambientalistas califican como «falsas soluciones», como el foco que algunos gobiernos, compañías y las propias Naciones Unidas están poniendo en los mecanismos de comercio con bonos de emisiones contaminantes. Esa protesta pretende llegar hoy a Wall Street y otros centros financieros del mundo.

«Las empresas están manipulando a algunos gobiernos de forma muy efectiva», denunciaba  Vananda Shiva, la activista india y autora del movimiento antiglobalización. «Por  eso la esperanza es la democracia organizada, el cambio a nivel local y nacional», agregó. No hay otra opción o, como rezaba uno de los eslóganes que más se vio en Nueva York. «No hay planeta B».