La continuidad del movimiento

Propagarse o morir

Diálogo 8 Participantes en la asamblea celebrada ayer en la acampada de la Puerta del Sol, en Madrid.

Diálogo 8 Participantes en la asamblea celebrada ayer en la acampada de la Puerta del Sol, en Madrid.

JUAN FERNÁNDEZ / MADRID
GABRIEL PERNAU / BARCELONA

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Si hace apenas dos semanas era imposible prever el estallido de una movilización como la del 15-M, adivinar su futuro es, a fecha de hoy, una tarea no menos azarosa. Así lo ven quienes observan este movimiento desde afuera entre la curiosidad y el asombro, y así lo sienten los propios protagonistas de la protesta. En los últimos días, el encogimiento de hombros era la respuesta más frecuente en las acampadas de la Puerta del Sol, de Madrid, y la plaza de Catalunya, de Barcelona, ante la pregunta del millón: ¿y tras las acampadas, qué?

La consigna es:«Lo que decida la asamblea». A título particular, los indignados remiten al dictamen de esa suerte de parlamento ciudadano, radicalmente democrático, sobre el que ha recaído la gobernanza de las acampadas que hay repartidas por todo el país. Pero dar salida a la indignación es más fácil que dotarla de estrategia. En las horas previas a las asambleas que anoche debían resolver si los grandes asentamientos eran desmantelados, entre los portavoces de la movilización se barruntaba la idea de pasar el testigo de la protesta a los barrios, como mejor opción para mantenerla viva.

El 15-M, una revolución nacida en primavera, aspira a polinizar toda la sociedad, iniciando el contagio por las plazas de nombre menor. En Madrid se celebraron el sábado 118 asambleas en otras tantas barriadas y localidades de la ciudad y la comunidad, y todas sus propuestas fueron escuchadas ayer en una macroasamblea celebrada en la Puerta del Sol. Así es la hoja de ruta de una movilización que ha hecho de la horizontalidad una de sus principales señas de identidad.

«Las grandes acampadas no eran la meta, sino el punto de partida. Llevarlas a los barrios permitirá que se una más gente y que podamos explicarnos mejor», razona Pablo Gómez, uno de los«portavoces rotatorios»del asentamiento de Sol. Biólogo en paro de 33 años, Gómez había decidido hace unos días dejar la ciudad y marcharse a vivir al campo«a cuidar cabras». El 15-M ha cambiado sus planes. Hoy siente que tiene una misión que cumplir.

En Barcelona, logrado el objetivo de ocupar la plaza más simbólica de la ciudad durante dos semanas, los indignados quieren extender ahora su revuelta por todos los rincones de Catalunya: reuniones en barrios, fábricas, universidades y hospitales, encuentros una vez al mes en la plaza de Catalunya y, para consensuar las grandes decisiones, reuniones a nivel de España. Han convocado una manifestación para el 19 de junio. La asamblea del pasado martes propuso convocar una huelga general para el próximo 15 de octubre.

Plantean medidas de calado político, pero lo último que desean es convertir su protesta en el ideario de un partido. Si las estructuras verticales son responsables de la situación que padecen, ellos quieren llevar la transversalidad al extremo. ¿Cómo? Lo único que tienen claro es cómo no desean funcionar.«Los políticos son los culpables de buena parte de nuestros problemas. Aún no sabemos cómo lo vamos a conseguir, pero sabemos lo que queremos y somos mayoría»,sostiene Gerard Torrent, de 28 años, acampado permanente en la plaza de Catalunya.

A 620 kilómetros de donde está Gerard, en la Puerta del Sol de Madrid, Blanca Perse parece oírle:«El destinatario de nuestro manifiesto es la sociedad, no los partidos, porque no nos sentimos reconocidos en este sistema político»,afirma esta periodista de 43 años, madre de un adolescente de 14 años.

El estallido de la movilización es tan reciente que aún es pronto para pronosticar cómo quedará articulada. En las acampadas todas las voces coinciden en esta impresión, así como en la certidumbre de que el músculo de la protesta ha quedado tonificado.«Hemos demostrado que no somos cuatro punkis. Nos hemos convertido en un movimiento de presión», apunta Jorge Díaz, licenciado en Ciencias Audiovisuales de 28 años con un posgrado en Sociología y la tarjeta de parado en el bolsillo. El próximo recorte social que se plantee tendrá que verse las caras con ellos.

La vía islandesa

Mientras llega ese momento, en los campamentos se debaten estrategias, como seguir«la vía islandesa». Plantean recoger dos millones de firmas para llevarlas al Congreso y forzar la celebración de un referéndum en el que la sociedad se posicione ante sus propuestas.

Si internet ha sido la gasolina que ha propagado la protesta, la constelación de webs y foros virtuales que se han lanzado estos días a la red será el lugar más idóneo para hacerle seguimiento. Así lo entiende Antón Layunta (60 años), experto en comunicación, quien acudió el pasado miércoles a plaza de Catalunya para participar en una reunión con los concentrados.«Las plazas han sido la feria de muestras para dar a conocer el movimiento, que se inició en internet y debe regresar a él, con la amenaza de volver a ocupar la plaza en cualquier momento», propone.