LA REPRODUCCIÓN DE LOS MOLUSCOS, EN DIRECTO

Una orgía invertebrada

Tras el cortejo, llega el momento de la cópula.

Tras el cortejo, llega el momento de la cópula. / periodico

RAFAEL TAPOUNET / Barcelona

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En un episodio de la serie 'Futurama', los protagonistas llegan por azar a un planeta habitado por amazonas de rotunda constitución física y sembrado de esqueletos sonrientes con las pelvis destrozadas. Hay una explicación: todos los hombres que se dejan caer por allí son condenados a "morir por kiki", esto es, que deben procurar satisfacción sexual a las gigantas nativas hasta que perecen por puro agotamiento físico. Una idea hilarante. Pues bien, existe enBarcelonaun lugar muy parecido al planeta de las amazonas de 'Futurama'. Y estos días puede visitarse. Es el tanque de lassepiasen elAquàrium.

Por alguna razón que los expertos no aciertan a precisar, laépoca de celo de las sepiasse ha adelantado este año unas semanas, de modo que el Aquàrium ya ha podido empezar a programar su espectáculo desexo,muerteycanibalismoapto para niños de P-3 en visita escolar. El ritual de apareamiento de estos cefalópodos condenados a morir por 'kiki' es una ceremonia espléndida y dramática que merece ser contemplada, y por ello, desde el 2003, elzoo acuáticode Barcelona le dispensa honores de atracción destacada durante los dos meses aproximados que dura la temporada de reproducción.

La llamada del amor

La 'sepia officinalis', que es la más común en elMediterráneo, habita la mayor parte de su vida en el fondo del mar, generalmente en terrenos arenosos que le permiten enterrarse parcialmente o en las praderas de posidonia en las que puede ocultarse de sus depredadores. A tal efecto utiliza también sus cromatóforos, unas células con pigmentos que le permiten cambiar la coloración de la piel y mimetizarse con el entorno. Pero, ay, cuando con la llegada de la primavera suenan los clarines del amor, la excitadísima sepia olvida las medidas de seguridad y se acerca a las cálidas aguas de la costa mientras sus cromatóforos anuncian a todo el mundo sus ganas de mambo con un llamativo modelo a rayas, similar al de la cebra. Una presa fácil para los pescadores.

Es en esta época cuando en el tanque del Aquàrium empieza la fiesta. Los machos, con sus vistosos disfraces de cebra, tratan de llamar la atención de las hembras nadando con elegancia a su alrededor. Si hay más de un pretendiente para una sola dama, la cosa puede acabar en pelea violenta, con mordiscos y escupitajos de tinta incluidos. Una vez dirimido el duelo, el elegido se posa sobre la hembra y la corteja acariciándola delicadamente con uno de sus diez tentáculos. Es una escena de una ternura extraordinaria que puede prolongarse durante horas. En el momento de máxima excitación, la pupila del ojo se dilata, el color de las franjas cobra una especial intensidad y el, digamos, vientre adquiere un tinte rosáceo. "Es lo mismo que les sucede a los hombres, que se ruborizan y tartamudean", apunta Patrici Bultó, responsable del departamento de Biología de la instalación.

El tentáculo copulador

En ese punto, la hembra muestra su disposición al coito dándose la vuelta y situándose frente a su partenaire, y ambos se funden en un abrazo espléndido que el macho aprovecha para introducir el tentáculo copulador (llamado hectocólito) en la cavidad paleal de su pareja y deposita allí su carga de esperma. El acto sexual suele durar entre uno y dos minutos. Una vez consumado, se esfuma el amor y el macho se larga a buscar otra sepia a la que cortejar. La hembra tampoco pierde el tiempo, ya que generalmente tiene cerca a un tenorio encendido esperando turno. Bultó señala que, en época de celo, estos insaciables cefalópodos hacen "unas 30 cópulas al día".

Convertida en un club de intercambio de parejas, la pecera ofrece unas escenas dignas del 'Satiricon' de Fellini en versión invertebrada. Los chavales en visita escolar ponen los ojos como platos. La monitora les pregunta si saben lo que están haciendo las sepias. La cara de algunos niños les delata: lo saben pero no se atreven a decirlo. "¡Están teniendo hijos!", anuncia triunfal la profesora. Los críos no parecen del todo convencidos. En realidad, los hijos

no llegarán hasta al cabo de un par de meses, cuando eclosionen los huevos fecundados que las hembras van depositando entre cita y cita.

Tanto trajín amatorio tiene un precio, y bien alto. La continuada actividad sexual de los moluscos les provoca un gasto energético que conduce, inevitablemente, a la defunción. Eros y Tánatos, una vez más. Acaso Georges Bataille pensaba en las sepias cuando escribió que el sentido último del erotismo es la muerte. Primero fallecen las hembras, que son las que sufren un mayor desgaste. Los machos no tardan en correr la misma suerte. En esta fase, no son raros los episodios de canibalismo. Solo los ejemplares que durante la época de celo practican la abstinencia sexual (cosa que ocurre a su pesar) logran sobrevivir. "No morirán hasta que encuentren una hembra el año que viene", explica Patrici Bultó.

El destino de las sepias es común a todos los cefalópodos. El biólogo jefe del Aquàrium lo aprendió de niño, cuando vio un capítulo de la serie de Jacques Cousteau titulado 'La noche del calamar'. "Sucedía en el Caribe --recuerda--. Después de aparearse, los calamares morían y caían al fondo. Entonces llegaban las tintoreras y se daban un festín. Aquello me impactó mucho". Bultó, que es además buzo profesional, se dispone a desayunar antes de sumergirse en el Oceanario para alimentar a los tiburones. Pide un bocadillo. De atún.