Situación extraordinaria en la Santa Sede

El Papa carga contra las luchas intestinas de la Iglesia católica

Bertone se descubre ante Ratzinger en la misa de ayer en San Pedro.

Bertone se descubre ante Ratzinger en la misa de ayer en San Pedro.

JOSEP SAURÍ

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el todavía papa Benedicto XVI empieza a dar la impresión de que se ha quitado un enorme peso de encima. El terremoto causado en la Iglesia católica por su inesperada renuncia el pasado lunes tuvo una potente réplica ayer, con la reaparición en público del Pontífice saliente en doble sesión de mañana y tarde. En esta última, deslizó un aviso para navegantes advirtiendo frente a los «golpes contra la unidad de la Iglesia» y llamando a superar «individualismos y rivalidades».

Pero no solo eso. Con bastante buen aspecto y voz firme y serena, en su homilía de la misa del Miércoles de Ceniza, solemne inicio de la Cuaresma, el Papa se acordó de los «muchos» que «están prestos a rasgarse las vestiduras frente a escándalos e injusticias -naturalmente cometidas por otros-», mientras que «pocos parecen dispuestos a actuar en su propio corazón, su propia conciencia y sus propias intenciones, dejando que el Señor transforme, renueve y convierta». Un mensaje con carga de profundidad que pareció inequívocamente destinado a la curia vaticana, a la poderosa maquinaria que ha obstaculizado iniciativas encaminadas a una mayor transparencia en la institución que le evite sonrojos como los escándalos de la pederastia, la banca vaticana o elcaso Vatileaks, el robo masivo de documentos secretos.

CONSEJOS AL BORDE DEL ADIÓS / Ocurre a menudo que los discursos de los exdirigentes internacionales suenan mucho más convincentes que los que hacían cuando ocupaban sus cargos. Hay cosas que solo se dicen cuando ya es tarde. Se supone que no será el caso de Benedicto XVI, de quien a partir de las ocho de la tarde del próximo día 28 se espera la máxima discreción y una existencia centrada en la meditación y la plegaria. Quizá por eso, la homilía de ayer, en una basílica de San Pedro llena hasta la bandera y con no pocos fieles pasando frío fuera, en la plaza, frente a las pantallas gigantes, debió parecerle la ocasión propicia para dar algunos consejos a los que se quedan. Y se diría que lo hizo a cuenta de las luchas intestinas por el poder vividas durante su papado y las que vendrán en un futuro inmediato.

Así, a dos semanas de su insólita jubilación voluntaria, el Papa recordó que «el rostro de la Iglesia queda en ocasiones desfigurado», en particular por «los golpes contra la unidad de la Iglesia, las divisiones en el cuerpo eclesial». Su receta, «vivir la Cuaresma en una más intensa y evidente comunión eclesial, superando individualismos y rivalidades».

«LUMINOSO EJEMPLO» / Tras la ceremonia, le correspondió rendir emotivo homenaje al Pontífice precisamente al que en cualquier quiniela figuraría como uno de los principales candidatos a destinatario de estos recados papales, el cardenal secretario de Estado Tarsicio Bertone. Huelga decir que el cardenal no entró al trapo ni mucho menos, sino que expresó la «gran conmoción» y el «profundo respeto» con que han recibido la renuncia «no solo la Iglesia, sino todo el mundo».

El cardenal agradeció a Benedicto XVI su magisterio en estos años, y destacó el «coraje» y la «fuerza de la humildad» que le han llevado a tomar esta decisión por «amor profundo a Dios y a la Iglesia». Finalmente, exaltó su «luminoso ejemplo» y su capacidad para «llevar a Dios a los hombres y llevar a los hombres a Dios». Ovación por todo lo alto.

Así se llegaba al fin de la que en principio -si no se producen modificaciones en la agenda prevista- habrá sido la última misa pública oficiada por Benedicto XVI en ejercicio de su cargo. La procesión y misa del Miércoles de Ceniza se celebra tradicionalmente en la basílica de Santa Sabina, en la colina romana del Aventino, pero en esta ocasión se trasladó a la basílica de San Pedro en previsión de la expectación generada. «Esta tarde somos muchos», argumentó el propio Papa.

El Pontífice resistió la larga ceremonia, de dos horas de duración, sin que la fatiga hiciera mella aparente en él, si bien completó la vistosa y solemne procesión a bordo de una especie de podio móvil, empujado por dos asistentes

EL VATICANO NUNCA SE PARA / A todo ello, a mediodía, el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, había considerado «muy posible» que el Instituto para las Obras de Religión (IOR), la banca vaticana, tenga nuevo presidente antes del fin de este mes de febrero, como había adelantado ayer el diarioLa Repubblica.El cargo lleva ocho meses vacante tras la caída de Ettore Gotti Tedeschi, el hombre elegido por el Papa en septiembre del 2009 con el encargo expreso de arrojar luz sobre las finanzas vaticanas y que acabó devorado por la poderosa curia. Misión imposible, al menos de momento.

En el transcurso de una rueda de prensa, Lombardi aclaró que el nombramiento del nuevo presidente del IOR «es un proceso que lleva tiempo en marcha y que por la renuncia del Papa no se va a interrumpir». Sin tapujos. La sede papal estará vacante, pero la maquinaria vaticana no se para nunca.