LA PRIMERA NAVIDAD COMO PADRES PRIMERIZOS

Tió, Papá Noel y Reyes para Berta

No hay una Navidad, sino miles, no solo porque cada uno la vive a su manera, sino porque a lo largo de la vida la festividad no significa lo mismo. En estas páginas contamos cómo serán cinco primeras Navidades tras un cambio de guion, un volantazo del destino, porque el empleo, el hogar, la salud, la muerte, la vida, en definitiva, dan muchas vueltas.

Nacho y Marta comparten este año las fiestas con su primera hija, de siete meses

JOAN CAÑETE BAYLE / SABADELL

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Se da en las casas en las que acaba de llegar un bebé una especie de excitación constante, una corriente de continuo descubrimiento y de observación ininterrumpida de sus gestos, sus actos, sus rutinas. Se da también una interpretación del significado profundo de sus gruñidos, sus sonrisas, sus lloros y sus muecas, un proceso en el que los padres son los intermediarios por excelencia: al bebé, suelen decir desde muy pronto los progenitores primerizos, no le gusta irse a dormir cuando sabe que sus padres se quedan en el salón viendo la tele; al bebé le disgusta si el potito está demasiado frío o demasiado caliente, tiene que estar en su punto; al bebé le fastidia tal presentador y en cambio adora a tal cantante. Esta corriente continua de excitación paterna culmina en las Navidades: el primer Tió, el primer belén, el primer Papá Noel, los primeros Reyes... “Aunque no se entere, es igual”, bromea Marta Jaime (35 años). “Sí, es igual”, corrobora, sonrisa de oreja a oreja, Ignacio Montaña (42 años).

Ignacio, mejor Nacho, y Marta son muchas cosas (de entrada, crearon juntos un gabinete de comunicación con despacho en Barcelona) pero desde hace siete meses son sobre todo los padres de Berta, una niña que se porta muy bien, que duerme toda la noche y que, aunque no lo sepa, afronta la primera edición de una fiesta que, si su padre se sale con la suya, marcará su vida. “Soy superfan de la Navidad”, confiesa Nacho, que ya ha llevado en brazos a su hija “a ver los juguetes y a tirar las cosas que decoran el árbol...”. Es ahí, en ese punto de la conversación, cuando Marta dice bajito eso de: “Aunque no se entere, es igual”. Y Nacho no lo dice, pero no sería raro que pensara que en el fondo Berta no solo se entera, sino que ya le gusta la Navidad. “Siempre dije que sería un papá pesado, y lo soy”, reconoce con un entusiasmo navideño que, sinceramente, es contagioso.

La Navidad con niños, sobre todo si están en edad de creer, no tiene nada que ver con la adulta. Del mismo modo, las Navidades en la familia de Nacho son otra cosa, un acontecimiento por todo lo alto. “En la familia de mi padre, de Asturias, eran nueve hermanos. La Navidad era en plan mesa grande, primos, tíos... Para mí este concepto de grupo, de clan, es muy divertido”. Las Navidades en la familia de Marta, en cambio, eran “más tradicionales”. O normales, porque la ceremonia de Reyes en casa de Nacho, con un sobrino que ahora tiene seis años, no es muy habitual, la verdad: “Son montajes muy grandes, lo más importante del año”. Por resumir: los Reyes en esa casa son temáticos, e incluyen decoración artesana y varios días de preparación. Pero no solo los Reyes: “Ir a buscar el árbol también es un espectáculo”, dice Nacho, y ahí lo deja, la palabra espectáculo abre muchas posibilidades. Ante tanta pasión, la mamá de Berta sonríe. “Marta odia ya los Reyes por mi culpa -admite Nacho-. Tendremos que negociar, porque Marta es más tranquila, de la Navidad se encarga ella y de los Reyes Magos, yo”.

Pero en su primera Navidad Berta tendrá un completo: el Tió cagará turrón, y Papá Noel y, por supuesto, los Reyes ya se saben el camino hasta su cuna en su casa de Sabadell. “No es tanto por los regalos como la preparación, el ritual. Intentaremos que esto no acabe siendo un bazar, lo hemos hablado”, decía días antes de las fiestas Nacho. Aunque a los niños les chiflen los regalos, lo que queda prendido de los recuerdos de Navidad es el ritual. Quién sabe, igual Berta ya está de acuerdo en ello.