UNA POPULAR AUTORA DE NOVELA CRIMINAL
La pregonera Donna Leon
La escritora norteamericana abre los actos de Sant Jordi con un encendido elogio de los viejos libros en papel
No es la primera vez que Donna Leon participa en un Sant Jordi. Sabe de su torbellino y de sus firmas. Y está encantada. A esa norteamericana efusiva y divertida, gran enamorada de la ópera, que vive desde hace cuatro décadas en Venecia y desde allí inventa crímenes para que los desentrañe su comisario Brunetti, le gusta especialmente lo muy civilizada que resulta la festividad de la rosa y el libro.
Ayer la escritora fue la encargada del Pregón de la Lectura de Sant Jordi que cada año en el Saló de Cent es el disparo de salida de la diada, un pregón que adoptó la forma de una conversación entre la autora y el periodista cultural Óscar López. «Es fabuloso que la gente siga comprando libros en una situación de crisis como la que estamos viviendo».
El acto sirvió para que el alcalde de Barcelona, Xavier Trias, anunciara que la ciudad concederá al escritor Gabriel García Márquez la Medalla de Oro a título póstumo por su contribución a convertir la capital catalana en «una ciudad todavía más literaria».
Horas antes, Leon recordó cómo en su infancia una decisión de su madre y su propio aburrimiento cambiaron su vida. «Sencillamente me llevó a una biblioteca. En mi casa había libros, pero nada comparado a lo que vi allí». Y así, con sus aires de entrañable tieta decide que a los niños de ahora les iría de perlas una buena dosis de mortal aburrimiento. «Tienen demasiadas cosas que van a toda velocidad, nintendos, ordenadores, televisión… Hoy es difícil aprender a observar, obligarse a detenerse ante un libro».
El título que firmará hoy es Muerte entre líneas (Seix Barral / Ed. 62), el número 23 de la serie, y quizá entre sus páginas -prácticamente una elegía sobre el libro de papel- esté la razón de protagonizar el pregón. «Este es un libro sobre las palabras y sobre la claridad de las palabras», precisa.
Culpabilidad
En Muerte entre líneas, Brunetti investiga la desaparición de valiosos libros antiguos de una biblioteca. El argumento se inspira en un caso real, el robo de 4.000 ejemplares de la Biblioteca Girolamini de Nápoles y el dedo acusador de la escritora apunta certero. «Es el siciliano Marcello Dell'Ultri, amigo y asesor de Berlusconi, hoy fugitivo en Líbano, en cuya librería aparecieron los ejemplares robados».
Donna Leon gesticula a lo Marcel Marceau, simula que se mete un hilo en la boca, que entra en una biblioteca y que (y esto es lo realmente difícil) pide un valioso incunable sin mover los labios, hasta que se encuentra frente al libro de marras. Se saca el hilo, lo introduce en el libro y eso le permite cortar una página imaginaria. «Con ese sistema, bastante habitual, un libro se convierte en algo menos valioso y las páginas, los grabados, pueden venderse más fácilmente».Puestos a robar, a Leon le parece un acto menos delictivo hacerlo en un banco. «Ahí solo hay dinero. Pero el robo de libros es irreparable y nos afecta a todos». Y lo dice alguien que no tiene en su casa primeras ediciones ni ningún ejemplar valioso.
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